Tina Pérez, de la "Huelgona" a la nueva exposición del Centro Niemeyer: "No podemos permitir que inventen o blanqueen nuestra historia", dice su nieta

El complejo cultural avilesino acoge hasta el próximo mayo la muestra "de mayores dimensiones" dedicada a Eduardo Arroyo

VIDEO: Eduardo Arroyo, "el Andy Warhol español" ya está en el Niemeyer: así es la nueva exposición del centro cultural de Avilés

Mara Villamuza

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Avilés

A Blanca Bayón Pérez, cuando apenas tenía diecisiete años, la detuvieron en medio de una protesta de trabajadores en Sama de Langreo. Fue durante la “Huelgona”. “Me acusaron de haber roto un brazo de un policía armada y yo tenía unos bracitos de nada”, cuenta ahora, en Avilés, junto a uno de los diez retratos que recoge la muestra “Eduardo Arroyo-Una biografía pintada” que acoge la semiesfera del Niemeyer desde ayer y hasta el próximo 4 de mayo. “En los tiempos en que estamos viviendo se está convirtiendo en irresistible recuperar la memoria histórica. Recuperarla no hace heridas, todo lo contrario, ayuda a cicatrizarlas: eso lo tienen claro los que más las han sufrido. No podemos permitir que inventen o blanqueen nuestra historia, porque es que nuestra historia”, subraya Tina Martín Bayón, la hija de Blanca Bayón Pérez, la nieta de Tina Pérez, la mujer que cayó muerta por los golpes por pedir durante la “Huelgona” la libertad de los mineros presos por la represión franquista.

Aquella muerte de Tina Pérez se trasladó al arte: Eduardo Arroyo pintó una veintena de cuadros en su homenaje, diez de ellos están recogidos en la exposición que se inauguró ayer en la cúpula del Centro Niemeyer, una muestra que estará abierta hasta el próximo día 4 de mayo.

“Los cuadros que Eduardo Arroyo pintó sobre Tina se refieren a un momento determinado: al 3 de julio de 1963, en una de las múltiples detenciones de Anita Sirgo y de mi abuela, Tina Pérez, junto a otros compañeros y compañeras; detenciones por exigir la libertad de los presos y defender los derechos de los mineros en huelga. Las detuvieron y luego las torturaron salvajemente en los calabozos del cuartel de la Guardia Civil de Sama de Langreo”, cuenta Martín Bayón, una de las nietas de la líder comunista que murió “rota, llena de llagas en 1965”, apunta su hija Blanca Bayón ya después, cuando la presentación oficial ha terminado -Ana Vanessa Gutiérrez, Consejera de Cultura a la sazón, y Carlos Cuadros,  director del Niemeyer, incluidos-, cuando a ella se le pierde la mirada por cada uno de los diez retratos distintos que Arroyo dedicó a su madre, a la mujer a la que “el capitán Fernando Caro, trasladado desde Marruecos para controlar un poco la rebeldía asturiana”, apostilla Martín Bayón, “trató de humillar ordenando “literalmente trasquilar, mechón a mechón, de manera irregular”.

Tina Martín relata “con emoción” como el capitán Caro le pide a Tina, ya rapada, que se mire a un espejo y se contemple. “Ella le dice no. No solo no se miró, sino que le dijo: ‘El que me tiene que mirar es usted, porque es a usted al que el pueblo de Sama en algún momento le va a pedir responsabilidades’”.

El artista madrileño Eduardo Arroyo pintó bajo la inspiración de Constantina Pérez Martínez, la madre de Blanca Bayón, un icono de la historia de la democracia. “Esto demuestra cómo el arte es útil, cómo el arte es fundamental para la reivindicación de la memoria democrática, cómo es algo que debe estar permanentemente en nuestros objetivos de trabajo, como estamos queriendo demostrar con esta exposición”, destacó Carlos Cuadros antes de enumerar los “prestadores” de los más de sesenta cuadros que se exhiben la cúpula -Museo Nacional Reina Sofía, del Museo Regional de Cartagena (Munar), del museo de Arte Contemporáneo de Madrid y del Instituto Valenciano de Arte Moderno (Ivam)-.

Precisamente, cuando le tocó hablar, Tina Martín Bayón -lleva el nombre de la mujer torturada, la madre de su madre Blanca- confesó: “Conocíamos hace muchos años los cuadros que el maestro Arroyo pintó sobre la abuela, pero los habíamos visto siempre en fotos de libros, revistas, tenemos incluso una pequeña postal de uno de ellos enmarcado en casa, pero nunca habíamos tenido la oportunidad de verlos en directo”, subrayó con emoción la segunda heredera de la comunista que se enfrentó a la tortura en los años más terribles de la “Huelgona”. Explicó que ella y su hermano decidieron llevar a Blanca “medio engañada” a ver los retratos Tina. “Sólo había dos”, aclara la hija de la comunista que pasó a la historia como la personificación del orgullo “y el empoderamiento”, apostilló Marisa Oropesa, la comisaria de esta y otras exposiciones dedicadas a Arroyo y que se han venido celebrando a lo largo del pasado año en Valencia, en Granada... “Ha habido algunas otras pequeñas exposiciones de Eduardo Arroyo, importantes también, lógicamente, pero sin duda esta es la de mayor dimensión que se ha hecho nunca”, destacó Cuadros.

Para Blanca Bayón la mejor Tina, según la mirada de Arroyo, es precisamente la que reproduce el cartel de la exposición que le dedica el Niemeyer. “Así era: dura, orgullosa, lloraba, pero no se doblegaba”, reconoce Bayón a LA NUEVA ESPAÑA sujeta por dos muletas.

“En la sala principal, en Valencia, estaban expuestos dos de los cuadros que pintó Eduardo Arroyo de la abuela y la verdad es que al principio la dejamos un poco a ella sola delante de los cuadros: nosotros nos quedamos un poquito más atrás”, explica la nieta de la líder comunista asturiana, amiga del alma de otra líder comunista: de Anita Sirgo, que recientemente falleció. “Fue como mi segunda madre”, reconoce Blanca Bayón. “Me encantaría poder describirles lo que reflejaba esa mirada de Blanca, lo que transmitía”. Y lo hace como si nada: “Transmitía emoción, transmitía nostalgia, transmitía tristeza, pero también transmitía mucho agradecimiento y alegría”, añade Martín Bayón.

Las diez piezas dedicadas a Tina Pérez están llamadas a destacar entre las seis decenas de ellas que cuenta una muestra que se ha hecho realidad por el empeño de la familia de Arroyo, de hecho, allí estuvo Isabel Azcárate, la viuda del pintor, y una de las prestatarias de obra. De ella es, precisamente, el cuadro que a Blanca Bayón le parece más a su madre muerta por los golpes de sus represores. “Tanto la familia, los amigos, se ofrecieron a comprar una peluca, pero Tina jamás aceptó. No quiso ponerse ni un pañuelo. Ella decía que los que tenían que sentir vergüenza eran los otros, y que ella no sería la que tapara las vergüenzas de esos indeseables”, concluye su nieta. 

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents