"Los romanos inventaron las tapas", subraya Mary Beard en el Niemeyer

La historiadora analiza en el Niemeyer el ejercio de poder de los emperadores: "Lo inteligente es gobernar amenazando con la muerte"

Mary Beard dialoga con Guillermo Fesser en el Niemeyer.

Mary Beard dialoga con Guillermo Fesser en el Niemeyer. / Mara Villamuza

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Avilés

El periodista español Guillermo Fesser –"Vivo en el norte de Nueva York, donde hay más pájaros que hombres"– y la historiadora británica Mary Beard hablaron ayer un rato largo, y sobre las tablas del auditorio del Niemeyer, en Avilés, de "cómo mandan los autócratas romanos" y, sobre todo, de "cómo comían" y que "los romanos inventaron las tapas", lanzó la historiadora al respetable que llenó la sala respondiendo a la convocatoria de la Fundación Princesa de Asturias.

Pero también hablaron de políticas practicadas hace dos mil años que hoy habrían descolocado a los emperadores actuales. Y salió unas cuantas veces el nombre del emperador Caracalla, que en el año 212 otorgó la ciudadanía romana a todas las personas que podían serlo (los que no podían serlo, porque no eran personas, aclaró Beard, eran los esclavos): fueron 30 millones.

"Lo que quería era integrar", recalcó la historiadora a teatro lleno, cuando se cumplen diez años del cambio de los premios "Príncipe de Asturias" en "Princesa de Asturias". El de Beard–de Ciencias Sociales de 2016– ya era Princesa. Y aquí Fesser lanzó otro chiste: "La Princesa, la de verdad, está a punto de estar a punto". El otro chiste fue más una "captatio benevolentia": "En Avilés está todo cerca, está muy bien pensada". Pero la benevolencia no fue como la que de verdad esperaba: lo importante era lo que tenía que contar la historiadora.

Beard ponderó los modos de los emperadores a la hora de gobernar: "Se basaban en la amenaza". Y así contó varios episodios como el de Augusto que invita a un tipo a palacio a comer y cuando se cruzan, el Emperador le suelta: "Adiós, Marco": "Y Marco se fue a casa a matarse". Y es que a Fesser le preocupaba mucho lo rollo que era ser autócrata con un ojo abierto de par en par: "Porque se levantaban todas las mañanas pensando en quién les va a matar hoy", apuntó. "Lo inteligente es gobernar amenazando con la muerte", insistió la historiadora.

Aquí vino, entonces, lo de explicar que los romanos inventaron "las tapas" y lo hizo con prudencia, admitiendo que esto sólo se entendía en España. Y lanzó la idea: "Creemos por las pinturas, por las películas, que los banquetes eran lujosos: cerdos, animales... Todo eso se exhibía, pero no se podía comer. Los romanos comían en triclinios (muebles a mitad de camino de la camas y los sofás) y no era nada cómodo hacerse con esas piezas que se exhibían", apuntó Beard. "Lo que hacían los esclavos era cortar en pequeños trozos esos platos y el comensal ya podía meterse con ellos, cosa que hacía con las manos". O sea, que ya está: romanos ricos celebrando que seguían vivos y comiendo tapas.

Beard, que lo sabe todo de los romanos – el premio se lo dieron precisamente porque "demuestra un extraordinario talento para convertir un saber especializado en conocimiento accesible y relevante para el gran público"–, confirmó que "los romanos" no le caen especialmente bien y también confirmó, por contra, "que están integrados en nuestro mundo". Y a ello se puso a estudiar hace justo medio siglo –tenía veintipocos años–.

Entrevistador y entrevistada también hablaron del "reciclado" de esculturas. "Cuando el emperador que no nos cae bien hay que olvidarle lo que se hace es arreglar un poco la nariz y ya tenemos una escultura nueva", aprobó Beard refiriéndose a la multitud de ellas que Adriano ordenó hacer Antinoo, que fue "el novio".

Fesser habló también de "la cultura de palacio" y dijo estar "sorprendido" por la ausencia de habitaciones reales. "Había dos tipos de salas: privadas y públicas. En las primeras podía hablar con amigos, practicar sexo... Ni en Pompeya se descubren habitaciones particulares", concluyó la catedrática.

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