Uno de los festivales gastronómicos más veteranos de España

Juan Ramón Lucas, pregonero en Soto del Barco: "Yo soy un poco angula"

El periodista canta las bondades del "oro blanco" del Nalón: "Esas criaturas minúsculas que siempre vuelven al lugar del que salieron sus padres"

Mariola Riera

Mariola Riera

Soto del Barco

"Fascinado" se declara Juan Ramón Lucas por la angula, ese "producto del mar y del río que combina tantos mundos distintos y que completa un viaje vital único en el reino animal". Sin olvidar, por supuesto, su sabor, "sutil, suave, delicado y delicioso". El periodista asturiano fue el encargado este jueves de leer el pregón del festival gastronómico de Soto del Barco, uno de los más veteranos de su género, no solo de Asturias, sino de España (va por la edición número 38) y que este año se celebra en el concejo desde este viernes 28 de febrero hasta el domingo 2 de marzo.

La fecha no es casual. "Estamos cerca de la luna nueva del marzo, el oscuro, cerca del fin de la temporada. Así que disfrutemos de nuestro tesoro", invitó el pregonero, rendido incondicionalmente a la angula, a su historia, tradición, cultura y estrecha vinculación con las gentes y la forma de vida a orillas de la ría del Nalón. Recordó el periodista que ésta "siempre ha estado rodeada de misterio", hasta el punto de que el sabio Aristóteles llegó a pensar que la angula nacía del fango. Otros que vinieron después decían que surgía "de restos de crines de caballo que cobraban vida en el río o de animales caídos en descomposición".

Todo un misterio alimentado por ese gran viaje que la especie completa entre el Nalón y el mar de los Sargazos, de más de 2.000 millas y que "aún la ciencia no ha explicado ni nadie ha conseguido descifrar su enigma". Un viaje que a Lucas le ha hecho llegar a una conclusión: "Yo soy un poco angula". Lo dice el periodista por propia experiencia vital, porque se siente identificado con esas "criaturas minúsculas que siempre vuelven al lugar del que salieron sus padres".

Mucho público

Fue un pregón muy aplaudido y seguido, además, por numeroso público, entre en el que no faltaron autoridades regionales, como el presidente de la Junta, Juan Cofiño, y el consejero de Medio Rural, Marcelino Marcos, entre otros; además de un buen número de alcaldes de toda Asturias, así como representantes del sector hostelero, de la agroalimentación, de la empresa y de la cultura.

El alcalde, José Manuel Lozano, destacó la faceta de la angula como "elemento dinamizador" del turismo y la economía local, al tiempo que destacó el esfuerzo de la hostelería local para organizar el festival. Algo que no es fácil con la escasez cada vez más habitual del producto. A ello se refirió el Consejero Marcos, quien ratificó su "compromiso firme" con el sector para poder seguir "aprovechando este manjar".

Tuvo lugar la presentación del certamen -declarado Fiesta de Interés Turístico Regional- en el Palacio de la Magdalena, uno de los cuatro restaurantes junto a El Pescador, La Escollera y El Sibarita (los tres en San Juan de la Arena) que participan en el festival gastronómico. Hay dos opciones: cazuela a 90 euros o menú por 120, sin bebida.

El certamen hace también un guiño a otros productos agroalimentarios asturianos, muchos incluidos en los menús. Lugar destacado tienen la Sidra de Asturias DOP -por haber logrado este año la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad-, el queso afuega'l pitu -Soto del Barco está incluido en el denominado G13 de los concejos que puede producirlo bajo la DOP- y los kiwis -al ser el bajo Nalón uno de los territorios en el que mejor se da el fruto originario de Nueva Zelanda y cuyo cultivo empezó en el Principado precisamente en esta zona hace casi cuatro décadas-. Con los tres productos hubo un "brindis" para cerrar la presentación.

Es momento -el que quiera y pueda- de disfrutar de la angula del Nalón, "de lo delicioso de su sabor y lo delicado de su textura, y también de sus propiedades muy saludables". Palabra de Juan Ramón Lucas.

"Criaturas rodedas de misterio": el pregón de Juan Ramón Lucas

Agradezco de corazón y con toda la energía que puedo al Ayuntamiento de Soto del Barco por haberme propuesto anunciar y pregonar a los cuatro vientos el feliz acontecimiento de una nueva edición, la 38.ª, del afamado y notable Festival de la Angula.

Permitidme también que reconozca mi fascinación por este producto del mar y del río que combina tantos mundos tan distintos y completa un viaje vital único en el reino animal, solo comparable a los grandes desafíos que el género humano ha afrontado y resuelto a lo largo de su historia.

Se me antoja que en realidad si éste es un producto tan caro en el sentido más amplio del término, tan querido y tan alto de precio, es porque en el fondo los humanos estamos premiando, reconociendo, la épica de un animal deslumbrante. O al menos a mí me lo parece.

Cuando pronuncio la palabra «angula» se me llena el corazón de texturas y sabores que son poderosos y gratos. No sé a vosotros, pero a mí decir angula me lleva a la boca la suave consistencia de un sabor delicado, sutil y delicioso. Más aún con el aderezo del ajo y el aceite, que son de tierra y realzan sus cualidades.

La angula es una joya gastronómica de la que anhelamos más de lo que sabemos porque no siempre está a nuestro alcance. La angula es un tesoro de placer y energía. Nuestro tesoro, el «oro blanco», sé que le dicen, de este nuestro río Nalón. Hasta hace poco teníamos río arriba un tesoro negro, que al final perdimos, o nos fue arrebatado, no seré yo quien entre en esa disputa. Hoy nos tenemos que conjurar para seguir conservando el blanco todo lo que podamos y sepamos, que el mar cada vez nos devuelve menos de los que aquí se crían y de aquí salen para nacer allá en el mar de los Sargazos a más de 2.000 millas marinas, que son muchos kilómetros. La épica del viaje del que os hablaba al principio.

Yo soy un poco angula, no sé. A ver qué os parece. Estas criaturas minúsculas –que no es mi caso, al menos físicamente– viven su vida con una particularidad que es única. Bueno, tienen muchas, pero acaso la más relevante y la que a mí me «anguliza» un poco es que vuelven siempre al lugar del que salieron sus padres. Ya aquí se nos ofrecen y las atrapamos, como hace Asturias conmigo. Como espero que siga haciendo siempre.

Y yo también respiro a través de la piel como ellas. Me parece que como todos: percibimos, nos entendemos, nos rozamos, nos abrazamos... Vivimos a través de la piel. Y voy a aprovechar para reivindicarlo, para poner en valor una vez más el contacto directo, el valor de la relación, de la carencia, del abrazo. Que las angula nos enseñen hoy también mirando su rareza biológica de respirar por la piel, lo importante que es que respiremos también a través de ella la vida, la relación, la humanidad. Piel con piel vivimos mejor y somos más humanos.

Pero no quiero desviarme demasiado, que bastante lo hacen ellas, que se tiran dos años viajando desde el lugar en el que nacen hasta estos ríos en los que crecen, se desarrollan y que abandonan ya adultos para alumbrar nuevas crías. Un millón de huevos por hembra ponen las anguilas allá lejos, en el mar de los Sargazos, a 500 metros de profundidad, dicen los biólogos. Donde nacieron y donde comienzan siempre su ciclo vital.

Su gran misterio, su épica única en el reino animal. ¿Queréis más misterio? ¿Por qué nunca nadie ha pescado una anguila en alta mar en su viaje final? Otro misterio: son capaces de abandonar el agua y reptar por la hierba durante horas olvidando que son peces para encontrar sus aguas definitivas. De las que luego regresarán al mar para proseguir su ciclo vital. En realidad siempre han estado rodeadas de misterio.

En el siglo IV a. C., por ejemplo, el mismo Aristóteles pensaba que las angulas nacían de las profundidades de la tierra, de un fango desconocido e insondable. Antaño se creía que eran producto de la descomposición de animales caídos al río, y había quien decía que eran restos de crines de caballo que cobraban vida en el mismo río, como embrujadas. O había quien las situaba como perlas carnales del rocío en primavera.

Aún hoy la ciencia no ha explicado ese largo viaje de la anguila europea que se cría aquí y vuelve cuando nace a la tierra de sus padres. Nadie ha conseguido descifrar su enigma.

Acaso sea esa la razón por la que se ha tardado muchísimo en empezar a pensar en proyectos de cría en cautividad. Yo, francamente, soy partidarios de que siga el misterio. Porque las cosas misteriosas saben siempre mejor y porque de la naturaleza se extrae y obtiene siempre lo más auténtico. Por eso siempre es cuestión de gustos y de posibilidades.

En mi caso, no me importa seguir desconociendo por qué esas crías se dejan llevar por la corriente desde sus lugares de nacimiento, llegan aquí y, ante nosotros, sin saber cómo y sin que sepamos muy bien por qué, se transforman, se metamorfosean, se convierten en algo distinto. Que es esa criatura deliciosa y nutritiva que alimenta el cuerpo, eleva el espíritu y sostiene nuestra economía, que es nuestro presente y nuestro futuro.

Aprovechan las angulas la noche o las tormentas o las aguas revueltas para colarse río arriba y seguir con su ciclo tras su larguísimo y sorprendente viaje impulsadas por las corrientes marinas. Aquí nos encontramos con ellas, en citas nocturnas o agitadas. Nunca es fácil lo que nos hace mejores. Nunca lo caro es un capricho de quien lo trabaja y obtiene.

Es lo saben bien María José Granda y Luisa López, las paisanas de la angula. Las primeras mujeres y no sé si a estas alturas las únicas que recogen el oro blanco con más de un cuarto de siglo de costeras a sus espaldas. 

Las que pasan río arriba se convierten en anguila y vivirán más de una década, y alcanzarán varios kilos de peso, y serán como serpientes de piel escurridiza, peces distintos a cualquier otro que serpentee en el agua. 

He probado las anguilas en el mediterráneo. Delicia gastronómica, sabrosa y cotizada. Pero me aceptarán en el delta del Ebro o en la Albufera que menos delicadas que las crías. Son placeres distintos que hasta podrían ser complementarios. Pero aquí, hoy (guardadme el secreto) y siempre preferiré la angula a la anguila. 

Estamos cerca de la luna nueva de marzo, en el oscuro, cerca del fin de la temporada, por eso la festejamos en estos días. Qué os voy a contar a vosotros. Disfrutemos de este fin de ciclo de pesca desgastando nuestro tesoro. Que no dejaré de recordaros que además de lo delicioso de su sabor y lo delicado de su textura, además de abrirse a enormes posibilidades de creación, es saludable. Muy saludable. A ver, me dice un amigo nutricionista que tiene vitaminas A, D y B12, proteínas, antioxidantes; fortalece los huesos porque ayuda a absorber el calcio, tiene nutrientes como fósforo, selenio, zinc o hierro, y son muy buenas para la vista.

¿Qué más podemos pedir? Pues que nos sirvan unas. Disfrutemos de la fiesta, sigamos aprendiendo y no perdamos nunca el valor de lo que tenemos y el orgullo de lo que somos. 

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