Muere Ceferino Fernández Suárez, Hijo Adoptivo de Illas y expárroco de La Callezuela

El expárroco, que en los ochenta estuvo en los barrios de chabolas de Madrid, adoptó a cuatro niños que se quedaron huérfanos

Illas declara dos días de luto oficial

CEFERINO FERNANDEZ SUAREZ, PARROCO DE ILLAS

CEFERINO FERNANDEZ SUAREZ, PARROCO DE ILLAS

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Acaba de fallecer el sacerdote Ceferino Fernández Suárez (Fuejo, Grado, 1938-Oviedo, 2025), quien fue Hijo Adoptivo de Illas y padre (adoptivo) de Pablo, Loli, Carlos y Raúl García Membrive. El único cura de España con libro de familia numerosa. Fernández Suárez había vuelto hace unas semanas a la Casa Sacerdotal de Oviedo donde ha fallecido a las seis de la tarde, minutos después de la llegada de su familia que procedía de Madrid.

"Cefe", como le llamaban sus paisanos de Illas, tenía historia. "Mi vida es un libro y las páginas las han escrito otros", admitía este hombre criado en el barrio ovetense de Guillén Lafuerza que se hizo cura en Faedo (Cudillero) y ejerció luego en Somiedo, Ventanielles y La Tenderina. En 1973 dejó Asturias y se internó en los barrios más pobres de Madrid y en ellos adoptó a cuatro niños. Ahora deja nietos, bisnietos... Y a un pueblo, y una región, que ya le llora.

La historia de esta familia tan singular empieza a finales de los setenta. Ceferino Fernández, que nació en Fuejo, en Grado, pero que se crió el barrio ovetense de Guillén Lafuerza, era párroco en Hormigueras, en el sur de Madrid. Entre Orcasitas y Villaverde. “Un poblado chabolista”, decía.

En aquellos años tristes, el cura decía misa en el vestuario de un campo de fútbol y también en un garaje. “Le conocí cuando Carlos y yo teníamos once años”, contaba su hija Loli García allá por 2021. Los dos son mellizos. “Nuestra madre había muerto y nuestro padre entonces nos llevaba con Ceferino porque él trabajaba fuera. Nos daba de comer. Nos enseñaba”. añade. Y un día el padre también murió. “Tener un padre cura era muy complicado: nosotros no sabíamos de curas, pero él no sabía nada de adolescentes y, sin embargo, tuvimos mucha suerte de dar con él”, concluía Loli García.

Ceferino Fernández no quería darse importancia. “Es lo que tenía que hacer”, confesaba. Se las arregló para que las autoridades le permitieran adoptar a aquellos chavales. “Tenía que haber una mujer en casa y puse a mi madre, que la pobre estaba muy mayor”, confesaba el cura.

Todo esto lo contó en un libro. Y también en la tele. “En un programa de Raffaella Carrà, en televisión. Hace, no sé, treinta años”, explicaba Carlos García. “Estamos muy orgullosos de él. Es un ejemplo para nosotros, pero también para los otros curas. Es imposible encontrar a un tipo como él en España”, recalcaba García. Ceferino murió esta tarde entre los suyos.

El alcalde de Illas, Alberto Tirador, ha declarado dos días de luto oficial en el concejo. En Callezuela tañen las campanas sin descanso.

El sacerdote Ceferino Fernández Suárez colaboró con cientos de escritos en la sección Cartas al Director de LA NUEVA ESPAÑA durante muchos años. A continuación reproducimos el último que publicó el pasado mes de diciembre.

Una Navidad al revés

Ceferino Suárez de los Ángeles

En las Navidades, los villancicos volverán a metaforizar el mercado y la frivolidad. La iluminación callejera coloreará nuestra rutinaria necedad. Y, a la larga, hasta se pueden convertir en novedad tantas de nuestras monótonas necesidades infantiles. ¿Puede ser que las Navidades signifiquen otra cosa?

Lo fue para los discípulos del Señor. La impresión que Jesús les provocó, la fascinación que su persona, su mensaje y su muerte les causaron no la olvidaron. Y, con acertada razón, los evangelistas Mateo y Lucas empiezan a recordar, con el lenguaje de la fe, la historia de Jesús en Belén.

En Belén, en un pesebre, los humildes pastores y pobres magos habían encontrado la respuesta a la pregunta: "¿Quién es Jesús de Nazaret?". Y todo en la paz de la noche. Los humildes solo eran dueños de sus sueños, pero aquella noche no estaban para soñar, no. La luz se les desvelaba en las altas horas del sueño. Y era algo más que un sueño: era una Navidad al revés de lo esperado. Sorprendentemente, encontraron en un establo el amor y la paz.

Después de recordar todo esto, los discípulos habían de vivir la vida de un modo distinto. Y empezaron no solo a hablar de Jesús con el lenguaje de la fe, sino a vivir de un modo distinto, y sin convertir así su fe en ideología. Pues habían visto cómo en Belén los sencillos y los pobres comenzaron a ver lo que Dios era para todos. Desde que lo contemplaron en aquel humilde espejo, no solo habían hallado allí la verdadera imagen de Jesús, también la suya, y aún más que la suya. Y de ese modo les fue posible encontrar el amor y la paz.

En estas Navidades es mucho lo que se nos ofrece para poder celebrarlas. Sin embargo, quiero pensar que aún queden cristianos que las celebren al revés. Sería una ganancia para el mundo. Si no existieran, lo seguiríamos empobreciendo.

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