Fallece Ceferino Fernández Suárez, cura, padre, abuelo y bisabuelo (con libro de familia numerosa): "Desde luego que mis hijos me hicieron más valiente"
El funeral por el Hijo Adoptivo de Illas se celebra en Guillén Lafuerza, el barrio de su infancia

Ceferino Fernández Suárez, asomado a la terraza de una de las habitaciones de la Casa Sacerdotal.

Un cáncer de páncreas acabó ayer a media tarde con los días de Ceferino Fernández Suárez en el mundo: no faltó de él en 86 años. Hace pocas semanas había regresado de Yuncler, en la provincia de Toledo, donde fue feliz rodeado de los suyos: cuatro hijos adoptivos, un montón de nietos y bisnietos. Y es que Fernández Suárez fue, según sus hijos, el único cura con libro de familia numerosa de España. Lo fue tras encontrar ahí –en la paternidad adoptiva– la solución a multitud de problemas a los que se enfrentó en los años últimos de la década de los setenta en Madrid: Cerro, Hormigueras y El Arroyo, los últimos barrios chabolistas.
Fernández Suárez decidió que su funeral se celebre mañana sábado (12.00 horas) en la parroquia de La Natividad de Guillén Lafuerza, el barrio ovetense en el que se crió. «Decían que era el más pobre de Oviedo. Nos tenían por el barrio último. Mi padre era obrero de la Fábrica de Armas y mi madre, ama de casa», recordó para LA NUEVA ESPAÑA. Y recordó también la ayuda que le prestó la leyenda del Real Oviedo Falín. «Mis padres no podían pagarme el seminario. Supo de mí a través de dos curas: José Iglesias y Demetrio Cabo. Le contaron mi situación: que mis padres iban a venir a buscarme porque no podían pagar la pensión del seminario. José Iglesias fue el que le habló de mi situación y Demetrio Cabo fue quien les casó allá, en Covadonga, donde estaba antes el seminario». Así, becado por Falín, el cura, padre, abuelo y bisabuelo logró la paz con Dios.

El párroco, junto a parte de su familia. / LNE
El entierro será en el cementerio de Valduno, en Las Regueras. Allí están los restos mortales de Dionisio y Visitación, los padres del cura. Pero también don Cipriano, el cura que dirigió sus primeros pasos y le ayudó en la elección de su vocación como cura. Los vecinos de Illas –fue cura de La Peral y de La Callezuela– quieren despedirlo mañana domingo y quieren hacerlo donde el sacerdote conoció el amor de feligreses y de no feligreses. Mañana está previsto que salga un autobús en dirección a Guillén Lafuerza. Va a llevar dos coronas.
Hace unas semanas el sacerdote Ceferino Fernández Suárez (Fuejo, Grado- Oviedo) -Hijo Adoptivo de Illas, tiene una calle en Faedo, en Cudillero, su primer destino como sacerdote- regresó a la Casa Sacerdotal de Oviedo. Habla con LA NUEVA ESPAÑA este sábado pasado con más debilidad de la cuenta. Se acaba de levantar de la cama: iba a echar un "pigazu", pero decide dejarlo "para luego". Quiere atender "al periodista", le dice a su sobrina María Eugenia, que le acompaña todos los días, como Miguel Flores y su bastón: "Compañeros de pupitre en el seminario", señala el antiguo cura de Vegadeo. Fernández Suárez, el único cura español con libro de familia, toma asiento en el sofá junto a la puerta de la terraza que se asoma a la sierra del Aramo. En el escritorio tiene el ordenador portátil apagado y un plato de comida. Quiere que la entrevista se publique cuando haya fallecido.
-Estuvo con su familia una temporada.
-Hice un año.
-¿Y qué supuso?
-Un regalo de Dios, el mejor regalo. (Se emociona). La mayor alegría. Lo mejor, lo mejor, no lo puedo describir.
-¿Todos estaban pendientes de usted?
-Los niños me querían muchísimo. Los niños del pueblo, los que hacían el catecismo, todos me querían. Todos me decían "abuelo". A veces me subían al altar y me sentaba junto al otro cura para decir misa. El Día de Reyes me bajaron del altar cuando el Niño Jesús recibe todos los besos. Al acercarse, la gente pasaba, yo estaba al lado, y me besaban a mí también. Pasé un apuro, me besaban a mí. Y yo, ¿qué me va a decir este?
-El cura del pueblo.
-Claro.
-¿Este tiempo último con sus hijos vivió entre Madrid y Toledo?
-En Yuncler, donde estuve los últimos meses. Es de la provincia de Toledo. Pasado Parla e Illescas. Yuncos y Yuncler. En Yuncler es donde mis hijos me prepararon la vivienda. En Orcasitas vive Pablo, la familia. Tiene dos hijos y tiene nietos. Y entonces, todos fueron preparándose para atenderme y el mejor sitio que encontraron fue allí: en Yuncler. Creció muchísimo: hay muchos extranjeros, muchos árabes.
-¿Y qué tal estuvo?
-Muy bien. Hacía gimnasia con los mayores, iba a la biblioteca, y los niños estaban en la escuela, los otros trabajaban. Y bueno, ya a vueltas por ahí. Loli, por ejemplo, trabajaba en casas por ciudad de Los Ángeles y Parla. Y por la tarde, en La Paz, en Madrid, arriba.
-¿Y cuándo se pone malo?
-No, hace unos dos meses.
-¿Qué le dijeron que tenía?
-Empecé porque no hacía de vientre, retenía la orina. Me pusieron bolsa. Después vi que era irregular. Me venía descomposición, la cortaba. Después, igual, ocho días sin hacer de vientre. Y después fui al hospital. Ya una vez que he ingresado, me hicieron los análisis. Una biopsia. De esa biopsia salieron dos posibilidades: que era páncreas o, si no, neuroendocrino, un tumor. Decían que, bueno, si salía neuroendocrino, con una vacuna o inyección al mes, podía seguir tirando. Pero no, salió el páncreas.
-Y era cáncer.
-Sí. En el hospital sí tenía gotero y demás. Tenía dolor. Pero eso en casa no: si me mandan para casa, no voy. No puedo. La quimio de Yuncler a Toledo, un jaleo. Y entonces opté por venir a Oviedo, claro.
-¿Y qué dijeron sus hijos cuando decidió volver a la Casa Sacerdotal?
-Me dijeron que bien, que bien. Tendré que hablar con el Arzobispo. Es que el Arzobispo habla poco, me parece, como por aquí.
-¿Qué le dice el médico?
-Están esperando. Al llegar aquí, con los informes y eso, me miraron. Los del HUCA me descubrieron que tengo el hígado inflamado. El hígado inflamado. Y como ando también, a tiempo también del riñón, pues ahora la quimio no me la ponen. Me ponen para el dolor y me ponen para dormir. No suelen ser, no son fuertes. Una de las cosas que me dijo era, si tenía preferencias para comer. Le dije que no tenía ninguna. Me respondió que podía comer lo que le diera la gana. (Risas) Que eso es una buena receta para un glotón, pero no para uno que está malo...
-¿Le trató bien la vida?
-Sí, sí, sí. El seminario lo pasé un poco duro, un poco duro, y eso, pero yo lo que quería ser era cura. Y en todos los pueblos caí bien. Mire en Faedo, me pusieron una calle. Sí, después de tantos años. En Somiedo todavía me llaman. Tuve suerte. Bueno, en las chabolas pasé de todo. Porque tan pronto te querían, como que te querían matar (Risas). Depende de los jaleos. Cada chabola era mundo. Y entonces, pues... Y después, en Santa Teresa y Santa Isabel lo pasé bien. Incluso me valoraron más. Un poco raros fueron conmigo los de la enseñanza.
-Usted nació para profesor.
-Me gustó, me gustó la enseñanza. Pasarlo bien con los chavales. Y solamente... Tuve dos casos. Y que soy muy ruin porque lo recuerdo. Dos jugadas que me hicieron los alumnos. A lo mejor yo metí la pata por ahí. Pero no... Tengo grandes compañeros. Los de Noreña. Están invitándome todo el día a comidas. Que fueron los primeros alumnos. Y de Madrid todavía andan algunos preguntando: "¿Por dónde anda el don Ceferino Fernández jubilado de la enseñanza?" En Asturias en Noreña y lo pasé muy bien. Y en... Ventanielles. Cuando hicieron el Instituto de Ventanielles. Y después... Ya en Madrid estuve en varios: Juan de la Cierva, Mariana de la Austria, San Mateo, Simancas y Emilia Pardo Bazán. Porque tenía que trabajar.
-Enseñando Religión.
-Trabajé como un negro, ¿eh? Siempre terminaron diciendo era un gran cura delante de los obispos y demás. No era merecido. No era sincero porque es verdad que a mí siempre me dio mucha pena de los profesionales, curas, compañeros que vivían de una manera irregular. Me daba mucha pena de ellos y los ayudé mucho.
-¿Irregular quiere decir?
-No, le puedo decir mucho más. Esos curas un poco de forma irregular, que no eran muchos, eran pocos, eran... eran lo... lo más sincero y cariñoso que hay.
-En 1981 decidió adoptar a sus hijos.
-Ya comían conmigo. El padre ya había estado enfermo antes de quitarse la vida. No había ninguna solución. Ni yo tampoco la pensé. No fue tan complicado. Yo tuve que ir pensando poco a poco (Risas). No tiene mérito porque no era pensado. Si lo pienso, no lo hago.
-Hay un problema con los chicos sin padres y hay que solucionarlo.
-Sí. ¿Eh? Y hay que solucionar el problema. Sí. Y ya está. Nada más. Hombre, hubo momentos que tienes que pensar que... No, no lo piensas porque... Por ejemplo, ay, ¿qué les pongo de comer hoy a mediodía? Y no terminaba de hacer la comida: "¿Y para la noche?" Desde luego que mis hijos me hicieron más valiente. Pues yo no me atrevería a hacer muchas cosas que... aprendí con ellos.
-Tan valiente como para ser el único cura con libro de familia.
-Sí, debe de andar por ahí.
-Cuenta
-Lo pasé mal con el portugués: a ese le ayudé. Mucho lloré por Madrid. Yo creo que... que no se metieron conmigo, que me salvé, porque iba rezando el rosario de noche y dijeron: "Ese está loco". Seguro. Tuve uno también, uno, voy a cambiar de nombre, que lo cogió la secta y por ahí ellos andan a la caza. Vete a la piscina. "Anda, vete a la piscina", pensando en qué trabajo. "Vete a la piscina" y va a la piscina del Canal y viene llorando. Ya estoy hasta las narices, ya estoy a las narices. "No encuentro trabajo ni nada. ¿Sabes qué me ofrecieron? A ver si hacía striptease". Oía voces. Creo que le ayudé muchísimo dándole confianza. Tenía al padre enfermo, quería mucho al padre. El padre enfermó y después él debía meterse con porros o algo así, en aquella estación. Lo cogieron en Espoz y Mina, en la calle de ahí junto a Sol. Y lo llevaron a una tía, dice él, a una brasileña a la calle Nuncio. Y esa brasileña le animó, y le impuso una cadena cruz de oro bañada en sangre de gallina sacrificada. "¿Y con qué lo pago yo esto?" "No te preocupes, no tienes nada que pagar. Vas a hacer un trabajito que van a daros". A los tres cuartos de hora estaba en Chueca, en la prostitución. A los cuatro o cinco días oía voces. El pobre hombre entre el problema del padre y eso. Y quedó tocado, pero siempre que me ve, me quiere muchísimo.
-O sea, que tuvo una vida dura.
-Sí, pero era lo que a mí me gusta: esas ayudas. Ir a esa gente. Esas son satisfacciones y experiencias que no se borran.
-Pero vaya lío.
-Yo también pedía ayuda: no me metía yo en lo que no... En lo que no sabías.
-¿Y qué espera ahora?
-¿Qué espero ahora? Mantener la paz. La fe de Jesucristo es abrir los ojos. Está todo el día a los ciegos, ¿no? Pero no son los ciegos de vista. ¿Eh? No, no son los ojos ojos. Ellos bien lo entendían. Jesucristo quiere que conozcamos la realidad, veamos la realidad, abrir los ojos ante los problemas de la gente. La fe es confianza. Jesucristo no andaba preguntando ¿cuántos pecados tienes y qué sentías?
-Siempre se abrió a los demás.
-No es tan complicado cambiar la vida. La fe de Jesús te permite ver tu vida con unos ojos nuevos. Fijarte en el regalo que Dios te da con ese hijo. Ver también a tu marido también que cansa, que no sé qué, que no sé cuánto más. Ver también al vecino que sufre y la belleza también del anciano que físicamente puede caer, pero si lo ves con otros ojos verás la belleza también espiritual como el alma para el que surge de aquella ruindad.
Adiós de sus exalumnos de Noreña: "Un amigo del alma"
M. M.
Los exalumnos de Ceferino Fernández en el instituto de Noreña en los años 60 mostraron ayer su profundo pesar por el fallecimiento del sacerdote, "porque se nos fue un amigo del alma con el que compartimos todos los años una comida de convivencia para conservar nuestros lazos de cercanía y amistad", con "recuerdos imborrables". Le han descrito como "una persona tan entrañable, que siempre lo compartía todo, y lo ha demostrado no solo con palabras, sino con hechos" por todos los lugares en los que estuvo. "Siempre peleando por los más desfavorecidos", porque como él decía "ser pobre y necesitado, es un modo de vivir, de pensar, de amar, de oir y de recordar". En su despedida, quienes fueron sus alumnos "siempre te tendremos en el recuerdo y nunca dejarás de estar entre nosotros".
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