"En vez de tenerlo ahí muerto, con la animación podemos revivir a nuestro pianista", señala Javier Mariscal
"No sé qué hay algo ahí que se ve que desentono mucho, pero me gustaría ser músico"

Mara Villamuza / Amor Domínguez

Javier Mariscal (Valencia, 1950) inauguró ayer en Avilés su exposición "Chico, Rita y el pianista". Antes de que suceda eso, conversa con LA NUEVA ESPAÑA.
-Siempre se define como dibujante. Ni artista, ni multifacético, ni nada.
-En los ochenta todo el mundo me insultaba en mi pequeño pueblo. Pues esto, en mi pequeño pueblo la gente me insultaba porque no puede ser que hagas ahora arquitectura y ahora no sé qué. Esto no puede ser. Luego salió la palabra polivalente. Polifacético. Y con eso, de puta madre.
-Pero lo suyo era dibujar
-Sí, siempre he sido dibujante, sí. Y lo sigo siendo.
-¿Y la música?
-Ya me gustaría, hombre. O sea, sería... Pero vaya, tengo tres buenos hermanos. Muy buenos músicos. A mí me gusta mucho la música: venga, ahora canto; ahora hago aquí un solo de guitarra. Me han dejado tocar el contrabajo eléctrico desenchufado.
-No molestes.
-No tienes el tono. No pillas la onda. No sé qué hay algo ahí que se ve que desentono mucho, pero me gustaría ser músico.
-Pero haciendo dos películas de música tienes que tener buen oído, por lo menos.
-No, porque esa parte la cubre Fernando Trueba. Fernando es buenísimo, buenísimo haciendo producción musical. Sabe perfectamente cómo hacer una producción musical. Yo recuerdo cuando le hice la portada de aquel disco tan famoso que se llamaba "Lágrimas negras" con Bebo Valdés y el "Cigala". Y dije: ·"Joder, qué fino es esto, Fernando". O sea, pero aquí no nos vamos a comer un colín, pero qué va: la gente se quedó como flipada con el disco y se quedaron enganchados de boca a oreja, que es lo que funciona. Lo que funciona, en realidad, es la banda sonora, que es realmente el guión, es lo que estructura la película, el ritmo, todo, y te va llevando. Entonces, claro, es como, tú haces los dibujos, pero sabes que hay detrás un contrabajo, un piano, una melodía que hace pum, pum, pum, y ahí chafa el cigarrillo, se pone a caminar, chum, saca el mechero, se gira, entonces todo va al compás. Y todo eso lo hizo Fernando grabando, buscando, por ejemplo, la banda que encontró en Nueva York, hizo una reconstrucción arqueológica. Hizo arqueología de la música que Bebo dirigía en los años 40 en La Habana, y lo hizo en Nueva York en el 2010 o algo así.
-Lo que veo es, entonces, que fue la herramienta que utilizó Trueba para hacer las películas.
-Sí, claro, absolutamente.
-Y le moló. ese papel.
-Sí, claro.
-El protagonista era Fernando, pero tú eras el...
-No, no, el protagonismo en "Chico y Rita" es el "feeling", el sentimiento, la manera de ser de lo que llamamos Cuba, de una isla caribeña que fue colonizada por los españoles y cada vez había siempre nuevas generaciones de españoles, que se llamaban cubanos, con la mezcla de los negros que esclavizaban y que traficaban los catalanes y los llevaban allí, y esa cosa que se llama Cuba y que produce un tipo de música que son esas jotas navarras y esas maneras de cantar, como los vascos y los aragoneses y también mucho valenciano, y se mezcla todo eso con la rumba y los ritmos africanos y la manera de hablar y de hacer, con también toda una música pues muy impresionista y también muy centroeuropea, como es Viena y como es ciertas cosas: vals, cosas así
-La primera era una historia de amor, esta era una historia de... Un thriller, vamos.
-La segunda película viene de una obsesión de Fernando Trueba: descubre al pianista Tenorio, un gran músico del que no tiene ni idea. Él es una especie de enciclopedia y lo conoce todo. Y a partir de ahí, Fernando es muy curioso y muy riguroso y, bueno, está cuatro años investigando a lo bestia y trae como unos baúles llenos de películas, de fotos, de recuerdos... Y a partir de ahí, dice... Podríamos hacer una película. Descubre que con la animación este músico Tenorio, en vez de tenerlo ahí muerto, con la animación lo podemos hacer revivir, lo podemos ver cómo toca el piano.
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