Entrevista | Faustino García Zapico Cofundador de UTE de la cárcel de Asturias

"Entré en el PSOE porque me captó Marcelo García; no me hubiera captado Felipe"

"En 1980 la Modelo de Barcelona era como ‘El expreso de medianoche’; el primer día vi funcionarios hostiando a internos y no le reí la gracia ni a Dios"

Faustino García Zapico, en Oviedo. |  Luisma murias

Faustino García Zapico, en Oviedo. | Luisma murias

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Una vida intensa dedicada a los presos

Faustino García Zapico (Avilés, 1954), diplomado en Criminología y educador de Instituciones Penitenciarias, es el cofundador de la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) del centro penitenciario de Asturias junto a la trabajadora social Begoña Longoria González, su pareja desde 2011. La UTE, que busca una cárcel más humana, sin drogas, con cambio de valores y conductas y mejores perspectivas de reinserción, recibió el "Asturiano del mes" de LA NUEVA ESPAÑA en enero de 2008 y la Medalla de Plata de Asturias.

En 2007 Ashoka, la mayor red de emprendimiento social del mundo (premio "Príncipe de Asturias" de Cooperación en 2011), declaró la UTE proyecto innovador y transformador de la realidad penitenciaria, y en 2012 su fundador, Bill Drayton, la eligió entre los 50 que ayudarían al Irlanda a superar su crisis.

Las distinciones y los resultados no garantizaron una vida fácil a esta alternativa a la cultura carcelaria tradicional y en 2012, pese al apoyo de una comisión mixta Congreso-Senado, soportó los ataques de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias porque "cuestiona el sistema y su exigencia de trabajo es brutal", según Zapico.

García Zapico refundó el PSOE en Avilés en 1974 y fue secretario de organización de la FSA hasta su dimisión, en 1978. Trabajó en la Modelo de Barcelona, regresó a Asturias en 1989 y se jubiló el pasado septiembre. Tiene dos hijas y dos nietos.

-1954, sexto de 10 hermanos.

-El año pasado murió el mayor. Soy el primero que nació en Avilés. A mi padre, técnico de organización, lo contrató Ensidesa. Vinieron a las casas de Llaranes y nos mudamos cuando se construyeron Las Estrellas para los peritos, lo que generó cierto desclasamiento. En la escuela de los salesianos te miraban de otra manera. La casa tenía 140 metros y nunca coincidimos los 10, porque había internos. Mis padres eran muy abiertos. Sacrificaron todo para que estudiáramos y la mayoría hicimos carreras medias o superiores.

-¿Cómo era Mario, su padre?

-Un ejemplo. Entró en Duro a los 16 años, había estudiado en Lasalle, estaba en el sindicato anarquista y en la guerra vio que tantas atrocidades hicieron unos como otros. Al ser de Acción Católica conocía gente que luego fue muy importante en el régimen y eso le permitió sacar a muchos de la cárcel. En Avilés, fue responsable del Secretariado Gitano, mis hermanos mayores daban clase a críos de chabolistas y metió al primer gitano que entró en Ensidesa. Luego encontré hijos y nietos suyos en prisión y me recordaban lo agradecidos que estaban. En casa mamé compromiso social.

-Pilar, su madre, ama de casa.

-Era la parte fuerte en un matriarcado. En la guerra deshicieron su familia. A una hermana, que era pareja de un dirigente anarquista, la metieron presa, salió con tuberculosis y murió. Otro hermano murió en la guerra. El pequeño fue de los niños de Rusia y ella quedó huérfana y la acogieron monjas en un colegio de Oviedo que le dieron una infancia maravillosa. Su padre era contratista, tenía un nivel de vida bueno y dejó cosas en herencia.

-¿Qué escolar fue usted?

-Ni fu ni fa. Era muy inquieto, hacía trastadas y en reyes desmontaba los juguetes de mis hermanos. Tenía capacidad organizadora: monté un equipo de fútbol, me hice con camisetas y jugamos el torneo de barrios. Estudié en el colegio San Fernando y salí al instituto Carreño Miranda para hacer el primer Cou.

-¿Cómo era la religión en su casa?

-Se rezaba el rosario... Al principio de la adolescencia iba a misa todos los días menos el domingo, porque era obligatorio. Hace muchísimos años que me considero agnóstico y un poco más.

-¿Qué adolescencia tuvo?

-Iba a la Carriona los fines de semana con gente de la Juventud Obrera Católica (JOC). Venían de chabolas a pisos, pero era un auténtico gueto andaluces y gitanos. Una parte de los jóvenes llevaba una vida normalizada, pero el barrio dio mucha delincuencia y droga en 1970. Montamos un club juvenil para acercarnos a la gente marginal. Les tengo acompañado a tugurios increíbles y un día me cayó una hostia por mirar a uno. Con los años encontré algunos en la prisión. La crisis de la heroína es del 77- 78 pero se colocaban con alcohol, pastillas, con lo que podían. El famoso Sinesio de Avilés era de la Carriona, su padre trabajaba en Ensidesa, tenía una ganadería y nunca le faltó nada, pero la droga...

-¿Sabía qué quería ser?

-Algo que tuviera que ver con la justicia. Empecé Derecho en 1974 para defender a los pobres. Un día fui a resolver un tema a la Asociación de Padres de Alumnos, que dirigía a Miguel Virgós, y vi en una trastienda unas reuniones políticas, con el socialista gijonés Marcelo García; Virgós, que era carlista autogestionario, un demócrata-cristiano que no recuerdo y un anarquista, Meana. Marcelo me captó e inicié la reconstrucción del partido en Avilés. Nelly Fernández Arias era la única referencia. Yo no sabía qué era el PSOE; todo era el PC.

-¿Qué encontró?

-Nada. Fui a casa de históricos militantes y me daban el portazo, cagados de miedo por la represión. Empecé la organización con antiguos compañeros del Instituto y de la universidad como José Manuel "Chéfor" Rad y Álvaro Álvarez. Jóvenes sin ningún tipo de limitación. Vivía el socialismo como revolucionario y creía absolutamente todo. Abandoné los estudios y me metí dos meses de pinche en la construcción para desarrollar UGT. Mis padres querían que estudiase y su visión de la política y de los políticos era la que, con el tiempo, hube de recordar. Mi padre descubrió que guardaba propaganda en el trastero y me dijo: "respeto tus ideas, pero no impliques a la familia". A partir de ese momento fui a un piso medio liberado. El día de la muerte de Franco, cuando le pegaron la última paliza a Marcelo, tiramos una panfletada, hubo una detención y fui a Oviedo, a casa de Juan Luis Rodríguez-Vigil y Ludivina García Arias, quienes me llevaron al piso de Arturo Collera, en Gijón. Eduardo Albizu, padre del Pachi López, vino con diplomáticos alemanes y me llevaron junto a Fernando -un albañil que yo había captado y desarrolló la Federación de la construcción- a Santurce, con una familia de veteranos. Andábamos con Nicolás Redondo, José Luis Corcuera y gente de la universidad del País Vasco. Había más libertad que en Asturias. Volví con Agustín González y Pablo García, fuimos a Piloña y conocí a Belarmino García Noval cuando el SOMA tenía 50 mineros.

-Avilés era un socialismo distinto.

-En el resto de Asturias los veteranos mediatizaban el proceso por el miedo que tenían encima. En Avilés habíamos desbordado al PC por la izquierda y pedíamos la disolución de los cuerpos represivos. Teníamos un militante de UGT en Ensidesa y en las elecciones sindicales le metimos 18-3 a Comisiones Obreras. Nos reuníamos con Mario Conde, que estaba en el seminario y tenía formación de fuera de serie. Luego, fue concejal del primer ayuntamiento, se hizo secretario de ayuntamientos y la esquizofrenia lo malogró. Murió hace años. Hicimos un proyecto de autogestión de Ensidesa, puro fervor revolucionario y teníamos 5.000 votos incondicionales. Joaquín Almunia vino y nos puso los pies en la tierra. En un congreso en Perlora pasé a secretario de Organización de la Federación Socialista Asturiana. Fui de los primeros liberados.

-¿Con cuantodinero?

-Con 20.000 pesetas, que reintegraba al partido porque comía en casa. Recorrí toda Asturias para convertir las secciones en agrupaciones municipales. Villa me saboteó una asamblea porque no quería que se diluyera Tuilla. Cuando vino Rafael Fernández de México fui como delegado por Asturias el primer congreso socialista de la democracia y cuando volví, dimití.

Faustino García Zapico.

Faustino García Zapico. / Luisma Murias

-¿Por qué?

-Aún hoy no lo quiero contar. Soy del PSOE. Entré en política porque me captó Marcelo, un currante. No me hubiera captado Felipe González. Aquel congreso -con Mitterrand, Willy Brandt y más- fue una experiencia negativa. Mi espacio era Avilés, que ha sido siempre independiente, no ha estado en ninguna corriente. A lo mejor dejé ahí algo entre los que capté y los que siguieron. No han sido felipistas, ni guerristas ni ahora sanchistas.

-Se fue de Avilés en 1978 con su pareja.

-María José Alonso, que entraba a trabajar de profesora de inglés interina en el Instituto de Castellón. Preparé las oposiciones para entrar en prisiones porque me enteré de que no era un cuerpo armado y pertenecía al Ministerio de Justicia y pensé que me podía encontrar superrealizado, trabajando con la gente y resolver mi modus vivendi. Saqué la oposición en 1979, coincidiendo con la ley general penitenciaria democrática. Entré en enero de 1980 en la prisión modelo de Barcelona, marcado porque en la Escuela de Estudios Penitenciarios había reivindicado la investigación de las barbaridades que se hicieron en Herrera de la Mancha.

-Donde aparecieron muertos varios presos de ETA y GRAPO

-Acabaron procesados directores y mandos. En la Modelo decían "que vienen los rojos". Pasé a ponerme un uniforme verde, 24 horas dentro, 48 de descanso en una prisión hacinada que en el 79 había habido motines.

-¿Tenía miedo?

-No. En muchas fases de mi vida no era consciente de donde me metía. Me pusieron de servicio en aislamiento, lo peor, para probarme y vi funcionarios dando de hostias a internos o descojonándose de risa. Era como en la película "El expreso de medianoche". Buscaban mi complicidad y no le reí la gracia ni a dios. A las 12 de la noche me llamó el jefe de servicio casi intimidándome y le dije: "no se equivoque que detrás de este uniforme se puede llevar una sorpresa". Llegaba ideológicamente muy fuerte y no le iba a mostrar ninguna debilidad. Me pusieron en multirreincidentes, 600 y pico tíos para dos funcionarios sin cabina de seguridad.. A la hora del recuento dije "buenos días" y fue la revolución entre los internos -supe después- porque no estaban acostumbrados a ese trato. Empecé a escribir un diario y a interesarme por los internos. Descubrí los cabos de varas, internos de confianza de la dirección que hacían auténticas barbaridades y abusos y cómo llegaba la policía y se llevaba gente sin orden judicial. A los 6 meses me había ganado la ascendencia sobre los internos y la enemistad de la organización corrupta donde la dirección tenía mucho que ver. Entraba en el comedor y se hacía el silencio total.

-¿Qué hacía con los abusos?

-Inocentemente decía a los internos que denunciaran, pero los represaliaban así que fui haciendo un dosier. Tenía apoyo del Grupo Parlamentario del PSC en el Parlament, de Carlos Jiménez Villarejo, primer fiscal de vigilancia, de Antonio Doñate, fundador de Jueces para la Democracia, de Alfons Quintá de "El País" y Màrius Carol de "El Periódico de Cataluña"… Creé "Prisión y democracia": 10 funcionarios.

-¿Hasta qué punto logró la confianza de los presos?

-Viendo un partido de la selección española acuchillaron a uno en una celda, lo sacamos y decidí apagar la televisión. Inmediatamente empezó a prepararse un motín al grito de "queremos televisión". La oficina era una celda cerca de la puerta. Pensé que si salía corriendo no podría entrar más y me la jugué. Iba cagado de miedo hacia ellos, "El Vaquilla" y su familia, unos sirleros sin entidad en la prisión. Según avanzaba bajaba el pistón y a mitad de camino dije: "me podéis colgar, pero no hay televisión". Gente de entidad dijo al "Vaquilla" "¿por qué tienes tantos cojones de enfrentarte a este hombre que nos está cuidando? ¿Por qué no vas a aislamiento donde están matando compañeros?". Se calmó, me llegó información de que "El Vaquilla" era responsable de las puñaladas y lo llevé a aislamiento.

Faustino García Zapico (Avilés, 1954) es cofundador de la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) concebida para conseguir una cárcel más humana, sin drogas, con cambio de valores y conductas y mejores perspectivas de reinserción. Fue fundador del PSOE de Avilés de 1974 a 1978.

-Estuvo en un comité de huelga.

-Una huelga de hambre por la reforma del código penal y la ley de enjuiciamiento criminal, que facilitaba la salida de gente de prisión. Era fundamental que no pasara como con la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL) de los setenta, que acabó enmafiada y provocó motines en toda España. Todo el progresismo consideraba que la huelga tenía reivindicaciones justas y la dirección había infiltrado alborotadores en el comité, para reventarla. Se zanjó sin violencia. En la Ley general Penitenciaria, en la que nadie creía, se incluía la participación de los internos y bajamos mucho la conflictividad.

-¿Temió a los suyos?

-A un interno le simularon un ahorcamiento para sacarle lo que yo pudiera tener de información y un día vinieron 5 funcionarios ofreciéndome hostias. Mantuve el tipo. Gracias que no me tocaron. No habrían salido vivos. Todos los internos estaban a la expectativa en silencio.

-¿Entregó su dosier?

-Por medio del PSC, le entregué el dosier a Enrique Linde, subsecretario de Justicia de UCD, saltándome al director de general de Instituciones Penitenciarias. Luego Linde visitó la Modelo, cuando yo estaba represaliado en Paquetes, por donde entraba de todo y donde me tuve que enfrentar a los internos. En el patio me dijo que había confirmado el dosier y se cargó al director de la prisión. Vino uno nuevo con talante democratizador, pero la plantilla no respondió, las mafias ocuparon el espacio y acabó en un motín. Llegué a acojonarme: un interno en un permiso me acusó de meter una pistola en prisión. . Aunque estaba cubierto de sobra por la nueva dirección aquello eran las mafias y ya tenía dos hijas. Estuve una época protegido en el exterior.

-¿Siguiente fase? 

-1985-86, profesional pura, lideraré, con otros compañeros, la humanización de la Modelo con actividad sociocultural y aprendí que, si no resolvemos la problemática personal que traen, seguirán haciendo lo mismo. Fue clave para la profundización que inicié en Oviedo.

-A cuya cárcel llegó en 1989.

-Era Barcelona en pequeño: droga, conflictos, peleas. Encontré a Begoña, a la que conocía desde 1983 porque fue la primera trabajadora social del centro de menores de Barcelona, fuimos a tomar un café y nos pusimos manos a la obra. Ganamos chavales para el primer grupo terapéutico. El principal problema son sus carencias y dificultades internas que les llevan a la droga, algo externo. Pero cuando acababa la sesión volvían al patio de siempre. Cuando se mudó la prisión a Villabona se creó la UTE en un espacio de corresponsabilidad donde se acaba con la ley del silencio que sostiene el sistema carcelario. En los procesos personales aparece el ser humano y el interno ve quién le ayuda y adonde le llevó su vida de colegas. Captamos a la gente más conflictiva porque eran los que más habían sufrido en la prisión y más necesitaba una alternativa. Perfiles muy duros, con muertes, a los que la institución no quería ver. En los procesos de cambio encontrabas abusos en la familia y de todo.

-Cuando llegó la crisis del 2012 que casi destruye su trabajo iban a superar el 50% de la prisión.

-La política penitenciaria depende del cargo que pongan. Cuando Paz Fernández Felgueroso fue secretaria de Estado de Asuntos Penitenciarios hablaba directamente con ella porque los cargos intermedios eran el enemigo. Siempre fue así salvo en la época de Zapatero.

-¿Por qué?

-Yo había organizado, a través de Antonio Trevín, una comisión de trabajo en Ferraz para hacer un desarrollo político para prisiones. Cuando ganó Zapatero, la secretaria de Estado, Mercedes Gallizo, y el director general, Virgilio Valero, pusieron el acento en el tratamiento y las UTE se desarrollaron por España. Luego, ni el PP ni el PSOE volvieron a hacerlo porque poníamos en cuestión el sistema y los funcionarios decían "por aquí" porque el ritmo de trabajo es brutal.

-Se separó en 2007 ¿Fue un padre presente con sus dos hijas?

-Sí. Olaya (1981) y Jimena (1983) son dos maravillas. Sacaron la beca para los dos años de bachiller de Colegios Unidos del Mundo, una organización que creó el pedagogo alemán Kurt Hahn para educar en tolerancia y diversidad. Son colegios de élite para gente que tiene dinero y con gran mayoría de becados. Han de ser buenos estudiantes y tener compromiso social. Olaya fue a Pune (India), donde conoció a mi actual yerno y Jimena a Suazilandia, al colegio fundado por Nelson Mandela. Olaya estudió sociología en la Universidad de Middelsex, Londres, y trabaja en el colegio de Maastricht. Tiene dos hijos. Jimena hizo arte dramático en The Royal Central School of Speech and Drama de la Universidad de Londres, luego psicología y lleva un gabinete.

-Se jubiló el pasado septiembre.

-Con 70 años. Lo llevo bien. En los dos últimos años preparé la marcha gestionado un equipo. Begoña y yo llevamos un año de papeleos de jubilación y no hemos aterrizado todavía. Hago deportes y viajamos porque el hijo de Begoña es presidente del Olympique de Marsella.

-¿Qué tal cree que le trató la vida?

-Me siento gratificado: he hecho lo que quería. Tendría que haber acabado Derecho porque le hubiera sacado mucho rendimiento. He encontrado gente muy interesante y competente y generado un ambiente positivo. Donde te toque vivir hay que ser feliz y hacer felices. El mundo va en caída libre, sobre todo en España donde se cuestiona el espíritu de la Constitución cuando necesitamos ese espíritu de reencuentro, que las dos grandes fuerzas se unan y se pueda construir.

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