La "champions" de los luthieres se vive en Avilés

Roberto Jardón es, con Bas Maas, Ruth Obermayer, Francesco Piasentini, Blaž Demšar y Sharon Que, alumno de George Stoppani, el luthier más influyente de todos. En torno a él, los cinco se han reunido estos días en Avilés. "Para probar nuevos barnices, para aprender, para disfrutar del trabajo común", dicen.

Bas Maas, Ruth Obermayer, Francesco Piasentini, Sharon Que y Blaž Demšar rodean a Roberto Jardón en el taller de este último, en Avilés.

Bas Maas, Ruth Obermayer, Francesco Piasentini, Sharon Que y Blaž Demšar rodean a Roberto Jardón en el taller de este último, en Avilés. / S.F.

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Avilés

Están los cinco de acuerdo: "Antes, nuestro trabajo era más solitario". "Nuestro trabajo" es la lutería y la lutería es la construcción de instrumentos de cuerda. Roberto Jardón, avilesino, luthier, uno de los más apreciados del país, ha juntado en su taller, en Álvarez Acebal, a un quinteto de profesionales de su gremio que vienen de todas las esquinas de Europa. "Y de Míchigan, en Estados Unidos", bromea Sharon Que. Y se han pasado una semana en Avilés porque han decidido que buscar "el barniz más bello que podamos a aplicar nuestros instrumentos para que suenen como los cremonenses", apostilla Ruth Obermayer, alemana, pero con un español con acento de Granada sorprendente.

Y están tan de acuerdo que los cinco decidieron abandonar la costumbre del trabajo en soledad. "Todos juntos aprendemos muchísimo: aprendemos unos de otros", apunta Jardón.

El cambio de actitud les llegó tras haber colaborado con George Stoppani, luthier británico, coautor, junto a Jardón del estudio central del violín Stradivarius que el violonista Pablo Sorozabal legó al conservatorio de Madrid cuando murió. A principios del siglo pasado. Stoppani trabajó también con los demás de este club de la "champions" de los luthieres.

En la reunión avilesina también está Unai Igartua, que es profesor de Acústica en la Escuela de Lutheria de Bilbao. Lo es, de hecho. desde 2001. Estuvo en el proyecto Bilbao, ese que tenía que determinar cuáles pueden ser las variables que más afectan a la calidad tonal del violín en la relación entre la tapa y el fondo. Aquel proyecto juntó a los especialistas más destacados de las universidades de Cambridge, de La Sorbona y también de la escuela vizcaínas. "Ahí nos conocimos todos", cuenta Jardón.

Así que, en Avilés, y por una semana ha habido un italiano –Francesco Piasentini–; un holandés, de Ámsterdam –Bas Maas–; una alemana –Ruth Obermayer–; una norteamericana –Sharon Que–. Y luego dos españoles: Igartua y Jardón, el anfitrión de la fiesta. Y es que, en el fondo, la reunión es una fiesta: "Lo bien que comemos, lo buena que está la sidra", bromea Obermayer. Tienen previsto verse de nuevo este mes de octubre. Lo harán en Villefavard, en el centro de Francia. Lo que les preocupa a todos ellos es la acústica, "pero sobre todo, la psicoacústica", que es la manera en que el oyente recibe el sonido de un instrumento.

Tienen varias mesas ocupadas por botes de barnices. Han pintado pedazo de madera. El periodista pregunta si cambia el sonido del instrumento según cuál apliques. Jardón dice que no. Y Obermayer apostilla: "Pero los hace más o menos bellos". En eso andan: en saber cuánto.

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