Marcos Prieto: "El casco histórico de Avilés es la sangre de la villa"
Nacido y criado en Rivero, fue hermano mayor de la cofradía de San Pedro desde 1992 hasta 2002 y testigo de la reconversión industrial y del inicio del nuevo modelo de ciudad

Marcos Prieto, ante la imagen de San Pedro de Rivero. | C. G.
Marcos Prieto es una de las caras más reconocibles de la Semana Santa de Avilés. Hermano mayor de la cofradía de San Pedro desde 1992 hasta 2002 –y a la que ingresó con apenas 5 años–, puede presumir de nacer, crecer y vivir en Rivero, calle en la que la hermandad tiene ubicada su sede a escasos 50 metros de su vivienda. Profundo conocedor de los entresijos de la actividad religiosa avilesina, ha sido espectador del profundo cambio que experimentó la villa. La reurbanización del casco histórico –que defiende como una de las claves para la mejoría de la calidad de vida– y la caída de la industria como motor económico de la comarca son dos de los hitos que considera clave en la forma de vivir y sentir Avilés para sus habitantes y visitantes.
"Recuerdo salir del portal, en zapatillas, y reconocer a todas las personas que pasaban por la calle. Era una época en la que saludaba a todo el que te cruzabas. Sin supermercados, solo tiendas de barrio. Ahora ha cambiado totalmente. Cada uno hace su camino, no se mira a la persona con la que te cruzas. Cada persona hace su vida", comentó Prieto, nacido en 1971 en Rivero y criado en la parte alta de la calle, frente al antiguo edificio de la comisaría de la Policía Local, donde señala que cada intervención "se podía ver desde la ventana": "Solíamos acercarnos para ver quién entraba". Sin embargo, su infancia pasaba por la calle donde se crió, entonces asfaltada y con el tráfico de "muchos coches". "Rivero era la salida de Avilés hacia Oviedo. Había mucho movimiento. Solíamos ir al parque de la marquesa, pero acabábamos volviendo al barrio. Entre Rivero y Pablo Iglesias aprendíamos a montar en bici", rememora Prieto.
En aquellos años, el tranvía "ya no estaba", pero el exhermano mayor de la cofradía de San Pedro recuerda cómo era el casco histórico, que posteriormente sería sometido a un lavado de cara "necesario" y "vital". "Se ha producido una mejoría enorme. El casco histórico de Avilés tiene una historia muy importante. Se hizo una labor estupenda para recuperar todo el centro", asegura Prieto, quien pone el ojo en el siguiente gran objetivo de restauración en la villa: "Ahora se quiere recuperar una parte de la muralla. Es una idea estupenda. Tenemos que recuperar, proteger y conservar el patrimonio del casco histórico. Es lo que representa a la ciudad. El cambio que hemos experimentado estos años ha sido vital porque es la sangre fundamental de la ciudad".
La infancia de Prieto coincidió con la llegada de las drogas a las calles. "El auge de las sustancias, en Avilés y tantas otras ciudades, destrozaron la vida de muchas personas y se llevaron las de otros", recuerda quien residía frente a la antigua Comisaría y fue testigo de varias intervenciones. "La Ferrería, entonces, era un foco. No se podía pasar por allí. En alguna ocasión fui con mi hermano para matar la curiosidad de qué pasaba, pero salíamos corriendo", comenta.
A su vez, el motor económico de la ciudad, la industria, empezaba a decaer. Prieto era uno de los muchos jóvenes descendientes de migrantes llegados de otras regiones para trabajar en Ensidesa. Su abuelo, originario de Córdoba, fue uno de los que tuvo la oportunidad de trabajar allí para "sacar adelante una familia numerosa". "Era un sector muy duro. La generación de mi abuelo, de mi padre y de quienes pudieron entrar después, cogían lo que fuese para mantener a la familia. Antes se tenían siete hijos, ahora uno, a lo sumo dos. El cambio ha sido muy grande. Se trabajaba de lo que fuese. Hoy el nivel de vida es más complicado, con más dinero se hace menos", reflexiona Prieto sobre los cambios recientes.
"Antes, las personas de Avilés o trabajaban en Ensidesa o querían trabajar allí. Quien lo conseguía, hacia que su familia viviese mejor. Daba mucho dinero, pero también estatus. De la noche a la mañana, todo se fue", abunda sobre el proceso de desindustrialización de la ciudad, por el cual muchos de los trabajadores fueron jubilados, dando esperanzas a los jóvenes: "Pensábamos que, si los más mayores se iban, la siguiente generación tendría su oportunidad. Acceder allí era importantísimo porque te garantizaba una vida". En ese sentido, Prieto recuerda que su madre regentó una pensión en Rivero, en su misma vivienda, y que seguía la pauta de negocios familiares en el barrio. "Nos acercábamos al Parche para buscar gente. Antes no había tantos hoteles ni apartamentos. Ahora hay miles de paginas web y aplicaciones. Antes había que buscarse la vida para viajar y para conseguir huéspedes", confiesa.
De cara al futuro, Prieto confía en que Avilés siga creciendo "en el sentido correcto", cuidando el casco histórico, pero reconoce la dificultad de retener a los más jóvenes que, como su hija de 21 años, "posiblemente tengan que buscarse un futuro fuera de casa". "Si mi hija no encuentra futuro aquí, tendrá que irse. Las grandes empresas se están yendo. Los tiempos cambian y la gente joven busca su camino. Es una pena que su esfuerzo acabe con su ilusión de quedarse en casa", lamenta, y añade: "Los del famoso ‘baby boom’ somos muchísimos. Los últimos empezaremos a jubilarnos pronto. Quizá pueda empezar a haber más trabajo para los jóvenes de ahora. Muchos se quieren quedar".
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