Noche Blanca y compacta en Avilés: la ciudad se llena de arte (y hasta de ópera e impresiones digitales)

Avilés muestra en pocas horas más de setenta actividades que mezclan reivindicación profesional, versiones de bandas sonoras y creatividad en la calle

EN IMÁGENES: así fue la Noche Blanca de Avilés

EN IMÁGENES: así fue la Noche Blanca de Avilés / Mara Villamuza

Avilés

"La Noche Blanca" de Avilés sirve para escuchar, casi a la vez, la parte más conocida de la banda sonora de "Forrest Gump" y un poco de la ópera "Gianni Schicchi". Lo primero, que es Alan Silvestri, sonaba en su versión quinteto de viento y alumnos del Conservatorio de Avilés en el vestíbulo de la Factoría Cultural mientras, por el medio de los músicos, pasaba la gente que buscaba la máquina de imprimir en 3D que la empresa Triditive –está, de normal, en Meres– colocó en otro vestíbulo: el -1–.

Lo otro, la ópera, esa, la montaron los Amigos de la ídem en un tercer vestíbulo: el del palacio de Camposagrado. Otros años lo que había a estas horas en este "foyer" era la celebración de fin de curso de la Escuela de Arte: empanadas y tortillas incorporadas. La ópera de Puccini no echó mano de la alimentación sobrevenida: el personal que llenó los huecos reservados es de esos que tiene claro que también disfruta de la ópera (en Avilés se borraron de ella hace media docena de años).

El scalextric de tejas de Benjamín Menéndez, a la  izquierda. Y niños jjugando , a la derecha. gando en el pu | MARA VILLAMUZA

El scalextric de tejas de Benjamín Menéndez, a la izquierda. Y niños jugando, en El Parche. | MARA VILLAMUZA

Así que sí, "La Noche Blanca" sirve para conocer a los maestros ceramistas –los niños, envueltos en mandilones de plástico le daban un meneo al barro para que dejase de parecerse al barro y tuviera forma de cenicero o de botijo, aunque esta figura no la alcanzaron los ceramistas aprendices, dispuestos en la puerta del colegio Palacio Valdés–. Y sirviendo para todo esto, también sirvió para que el personal se perdiera por todas las esquinas de un programa cubierto por setenta actividades: cultura, artesanía, reivindicación profesional.

1. Un momento de la representación de «Gianni Schicchi», en el vestíbulo de la Escuela de Artes. 2. Un concierto en el salón de actos del Conservatorio. 3. Los responsables de la empresa Triditive. 4. El cuadro entero de  «Gianni Schicchi:» y 5. Agustín Hernández, en su homenaje a los cinco sentidos, delante de su negocio.

1. Un momento de la representación de «Gianni Schicchi», en el vestíbulo de la Escuela de Artes. 2. Un concierto en el salón de actos del Conservatorio. 3. Los responsables de la empresa Triditive. 4. El cuadro entero de «Gianni Schicchi:» y 5. Agustín Hernández, en su homenaje a los cinco sentidos, delante de su negocio.

Y música a toda leche en la puerta de los bares. Porque en el festival más compacto del año lo importante es que en todos los minutos de todas las horas haya cosas que hacer, que ver, que escuchar. Y de todo esto hubo mucho anoche. Y por la tarde.

–¿Qué es esto?

"La Noche Blanca", le indicaron al preguntador que estaba perdido en la anormalidad de la jornada: de normal, las calles de Avilés no son un scalextric de tejas de barro por el que discurrre el agua y las bolas de plástico hacen música en cada salto de estructura. Eso fue cosa de Benjamín Menéndez, que dirigió la instalación en la cuesta que, de haber muralla, hubiera dado a la Puerta del Mar.

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Y suenan las campanas de la iglesia de San Antonio y un poco más arriba se abren los balcones del Conservatorio de par en par y dejan escapar todo lo que saben a los espectadores –padres orgullosos– que, pie en tierra, disfrutan del acierto de haber mandado a los guajes a las aulas de la calle de la calle de la Ferrería. Algo parecido había pasado –equidistántemente– en los balcones de la sala Santacecilia. La banda residente sacaron repertorio a la calle para acallar el ritmo de "rave" que corría a media tarde por la calle Galiana.

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Un poco antes, las "aniciadoras" cambiaron su Pillarno navideño por las puertas del verano y se pasearon por las calles de Avilés con ritmo percutido y sorpresa del personal que se cruzó con esas mujeres tan enmascaradas. Partieron del Parche en dirección a la Factoría Cultural que, como siempre, volvía a ser el centro e imán para el festival más compacto: el todo en un día y de todas las cosas, las mejores de todo.

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O sea, que hasta la medianoche, más o menos, se desarrolló la fiesta cultural más compacta de la primera mitad del año. La que sirve para que la Asociación de Ilustradores de Asturias presente su trabajo en forma de exposición, de nuevo, en la Factoría Cultural: cincuenta muestras de los primeros cincuenta socios de la asociación que preside Eva Rami. Noche compacta: de Puccini y de Silvestri.

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Además, la Escuela Superior de Arte (ESAPA) inauguró este viernes la exposición "Susurros de un verano en flor", una muestra de ilustraciones de gran formato creadas por la diseñadora y antigua alumna del centro Dana Riesgo.

Las obras, que se ubican en el ventanal hacia el parque de El Muelle, plantean una temática inspirada en la naturaleza, especialmente en las praderas que florecen en verano. Estas piezas de Riesgo funcionan como una metáfora del proceso de evolución que experimentan las y los estudiantes del centro de enseñanzas artísticas en su proceso de profesionalización. La muestra forma parte, además, de la Noche Blanca de Avilés y permanecerá en el ventanal hasta finales de septiembre o principios de octubre, cuando el centro retome las clases.

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