Nuevo estreno en el Palacio Valdés: "Lazarilla" juega con el teatro, la precariedad clásica y las mujeres

Avilés acoge la versión femenina del primer héroe de la picaresca: "Hubo tantas pícaras como pícaros", dice su directora Carla Nyman

Pepa Pedroche, Carla Nyman, Yolanda Alonso y Soledad Mallol, ayer, en la presentación de «La Lazarilla».  | MIKI LÓPEZ

Pepa Pedroche, Carla Nyman, Yolanda Alonso y Soledad Mallol, ayer, en la presentación de «La Lazarilla». | MIKI LÓPEZ

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Avilés

Lo importante de la picaresca es que el puesto de los héroes literarios lo tomaron los pobres. Y no los grandes caballeros de nombres alargados y territorios ignotos. Pobres, pero con el pie en la tierra: a orillas del Tormes, en las calles de Toledo o en el patio de Monipodio. El dramaturgo madrileño Eduardo Galán se empeñó hace un tiempo en llevar a escena la vida del primero de esos pícaros, pero dando un paso adelante en su pobreza connatural.

Y lo convirtió en mujer.

"Cuando hace unos meses me dijo si quería hacer de Lazarilla dije ‘sí’ sin pensarlo", señaló ayer la actriz Soledad Mallol, en la presentación de la versión del clásico anónimo cuyo estreno nacional acoge el teatro Palacio Valdés mañana viernes a las 20.00 horas.

La carrera que ese montaje empieza en Avilés es, en palabras de su directora –Carla Nyman–, "un juego escénico contemporáneo que protagonizan dos actrices que quieren montar el ‘Lazarillo’". Un juego en el que las dos protagonistas –aparte de Mallol, Pepa Pedroche– hilan la precariedad y el edadismo: la primera, como característica principal "del sector", en palabras de Nyman, y el segundo "de las mujeres en general". La concejala de Cultura, Yolanda Alonso, apostilló a este respecto: "Cuando escribieron el ‘Lazarillo’ en 1554 quedó claro que la pobreza tenía rostro de mujer y ahora sigue teniéndolo". Y es que la precariedad de las dos actrices fluye como nada sobre la precariedad que trasluce la vida que cuenta el pregonero consentidor que se inventó un género literario entero del que luego beberían Francisco Delicado, Mateo Alemán y hasta Francisco de Quevedo.

"El académico Francisco Rico asegura que hubo tantas pícaras y como pícaros", dijo ayer Carla Nyman, la directora del último estreno nacional de la temporada primaveral.

Soledad Mallol es la que da vida a Lazarilla. "Cuando mejor me lo he pasado es contando los episodios en los que soy más niña", señaló la actriz. Pepa Pedroche, por su lado, hace "de todos los amos": del ciego al arcipreste. "Hemos disfrutado con el hidalgo: al menos es el único que no quiere maltratar a la niña que ha elegido como criada", explicó la actriz. "Lo que hacemos es reivindicar del hecho de ser mujer", apuntó Mallol. "‘Mujeres mayores, pero más sabias que las de Molière’, como digo en un momento de la función", apostilló a continuación.

El cambio de sexo del antihéroe requiere una adaptación de alguna de las peripecias que quedaron marcadas en el clásico del Siglo de Oro. "Pero el respeto a cada uno de los episodios de la vida de Lazarillo se respeta de manera absoluta", apuntó Pedroche que acaba de terminar la gira que hizo con "La Regenta", que se vio hace un año en el auditorio del Niemeyer. O sea, un Lazarillo con nombre de mujer, pero con devoción clásica.

Teatro de agosto

El teatro vuelve al Palacio Valdés el 1 de agosto. Entonces será cuando la Fundación del Siglo de Oro estrene "Amor secreto hasta celos", una comedia de Lope de Vega que hasta la fecha –cuatro cientos años después– nadie había montado sobre las tablas.

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