Manuel Ángel López, juez de paz de Castrillón: "Es muy interesante para la justicia que el pueblo participe en las decisiones judiciales"
"De un juez de paz nadie espera que haga una sesuda interpretación de la ley, simplemente que sepa distinguir entre lo que es justo y lo que no"

Manuel Ángel López, durante la entrevista. | MIKI LÓPEZ

Manuel Ángel López (Arnao, Castrillón, 1964) es el juez de paz de Castrillón desde 2002. Es maestro de escuela de formación universitaria, pero trabaja en Asturiana de Zinc (Azsa), en el departamento de Logística. El Pleno castrillonense acaba de reelegirle para seguir impartiendo justicia de paz cuatro años más en su concejo. Conversa con LA NUEVA ESPAÑA en la sala de vistas de su juzgado, junto al parque de la Libertad de Piedras Blancas.
¿Qué es un juez de paz?
La institución que representa a la justicia hasta en el último rincón del país. Donde no hay otro órgano de gobierno del tipo que sea, allí, sin embargo, sí hay un juez de paz. Un juez de paz es aquella persona de orden, de consenso, en el pueblo, a la que se recurre para administrar justicia: decir lo que es justo y lo que no es justo, poner los puntos sobre las íes y todo ello al amparo de la legislación vigente, como no puede ser de otra manera.
Pero son una institución lega, ¿no?
Sí, somos personas legas, es decir, no somos especialistas en derecho. De un juez de paz nadie espera que haga una sesuda interpretación de la ley, simplemente se pretende que sepa distinguir entre lo que es justo y lo que es injusto, de lo que es bueno y lo que es malo, y que aplique esas normas a la convivencia diaria de los ciudadanos.
¿Y eso cómo se elige?
Cada cuatro años, por convocatoria pública en el municipio. En cada municipio de estos que tienen un juez de paz se saca una convocatoria pública y se elige a una persona. De entre los candidatos que concurran, el que tenga, por méritos y capacidad, mayor cualificación.
Eso lo elige el Ayuntamiento, ¿no?
Lo elige el Ayuntamiento en primera instancia. La persona que ellos designan como idónea la elevan al Tribunal Superior de Justicia (TSJ) y después el TSJ aprueba o deniega la elevación de esa candidatura y nombra. Normalmente, nombran al que elige el Ayuntamiento, porque se supone que hubo una criba previa.
Ustedes no cobran.
Los jueces de paz perciben por sus desvelos una indemnización que se llama.
¿Y eso qué es?
Una indemnización no es un salario, no lo tenemos. Lo que tenemos es la indemnización por los servicios prestados: una cantidad en función de los habitantes de cada municipio.
No ganan lo mismo usted que su colega de Illas, por ejemplo.
No. Hay cinco categorías y va subiendo en función de los habitantes.
¿Cuántos años lleva como juez de paz?
Desde 1998.
¿Qué le llevó a presentar tu candidatura?
Lo conté muchas veces: yo iba camino de la playa y vi en un poste un bando municipal en el que se pedía juez de paz sustituto o algo así. Y digo: "Hombre, esto puede ser interesante". Porque yo siempre quise estudiar Derecho. Al final de profesión soy maestro, pero mi ilusión siempre fue estudiar Derecho.
¿Maestro de escuela?
Maestro de escuela, aunque no ejerzo. Yo trabajo actualmente en Asturiana de Zinc, pero ejercí unos años de maestro. Y dije: "Bueno, pues esto me puede interesar". Entonces me enteré un poco así, no había internet: "Me gusta". Tampoco yo tenía mucha idea en aquel momento de lo que era un juez de paz. Y presenté mi candidatura. Nos presentamos dos personas, me eligieron a mí. Bueno, por ser universitario: la otra persona no lo era. Ahí empecé de sustituto en 1998 hasta 2002, cuando me eligieron titular. Bueno, y cada cuatro años he ido renovando. Hasta la fecha.
Ahora, la última vez, le han renovado otra vez.
Sí, me acaba de elegir el Ayuntamiento. Falta que me nombre la sala de gobierno del TSJ.
Y le han elegido...
Por unanimidad. Eso hay que subrayarlo: por unanimidad.
¿Cómo se lleva?
Pues por una parte siento una satisfacción enorme de que todo el espectro político haya apoyado mi candidatura: de izquierda a derecha, de Norte a Sur; todos están de acuerdo en que yo soy la persona que merece estar en este puesto. En segundo lugar, que después de tantos años sigan contando conmigo, pues es un honor todavía mayor y, a la vez, más responsabilidad.
En ningún momento había presentado la posibilidad de jubilarse ni nada de eso, ¿no?
No, no, yo tenía intención de seguir. Como no hay una dependencia laboral en los jueces de paz, tampoco hay una obligación de jubilación. Es un hombre, digamos, de honor, y esa persona puede tener hasta ochenta años. De hecho, hay muchos. Al de San Martín del Rey Aurelio, Luis Orviz, gran amigo mío, acaban de reelegirlo ahora con ochenta y cuatro años. O sea que hasta los ochenta y ocho, Dios mediante, va a seguir siendo juez de paz. Y está en plenitud de facultades y con una ilusión enorme.
Ha habido mucho movimiento con la reforma de los juzgados de paz.
Mire, yo tenía aquí resumidos todos los hitos de este puesto [enseña unas notas]. Ya en el año 98, con el Libro Blanco de la Justicia, se dijo que iban a mantener las competencias civiles y de registro civil, pero, por otro lado, se planteaba despenalizar las faltas, que es lo que luego acabó pasando en el año 2015.
Pero, bueno, yo le quería preguntar por la curiosidad de que la ministra Llop inaugurara esta sede en agosto del 2021 y en septiembre, en el Niemeyer, dijera que los jueces de paz tenían que ser suprimidos.
Veníamos negociando con el ministro anterior, Juan Carlos Campo, antes de serlo, en 2017. Nos dijo que los socialistas no iban a eliminar la justicia de paz. Sucede, sin embargo, que en 2019 hay una ley que crea las oficinas de justicia municipal que señala que eso sucederá en 2025.
¿Qué molestan?
Siempre se alega la falta de profesionalidad del juez de paz para mantenerlo en su puesto. Y eso es una de las cosas con las que siempre tenemos que pelear y poner como ejemplo: toda Europa y toda América Latina tienen jueces de paz. Funcionan de miedo. Es muy interesante para la justicia que el pueblo participe en las decisiones judiciales: es un derecho y un deber democrático. Nosotros así lo sabemos y lo defendemos siempre.
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