Ricardo Darín, que actúa esta semana en Avilés: "Del teatro lo que me impacta es cuando, a una carcajada, te devuelven un tsunami de energía"
"Las giras lo que tienen de bueno es conocer la gente, cada lugar, el tempo, el pulso, la sensibilidad de cada audiencia; lo peor, los traslados"

Ricardo Darín en una fotografía promocional de "Escenas de la vida conyugal".

El actor Ricardo Darín (Buenos Aires, Argentina, 1957) estrena este miércoles en Asturias, en el auditorio del Centro Niemeyer, la comedia dramáticaa "Escenas de la vida conyugal". Junto a Andrea Pietra estará en Avilés hasta el próximo domingo (todas las funciones, a las 20.00 horas, excepto el sábado y domingo, a las 18.00 horas, y hace meses con el cartel de no hay localidades). Atiende a LA NUEVA ESPAÑA unas horas antes de debutar en el Principado.
-Llevan desde 2013 con “Escenas de la vida conyugal” y han la han hecho por medio mundo. ¿El público que se encuentran siempre es el mismo?
-No, no, nunca es el mismo. Si hay algo que cambia todo el tiempo, aparte de nosotros que estamos en movimiento, como el mundo, es el público. La audiencia es muy variada, dependiendo de cada lugar, de las características de cada lugar, del clima, del tiempo, del estado de ánimo en general, todo eso son modificadores permanentes de lo que es la composición de la audiencia. Y eso hace que todo sea distinto, que cada día; aunque parezca dicho de forma muy romántica, es la verdad, todos los días es una nueva batalla, digamos, por decirlo de una forma contundente.
-Pero todos los que van a verlos o han visto eso que muestran sobre la escena.
-Y el que no, tendrá referencias contundentes y suficientes como para reconocer que eso forma parte de lo que ocurre en la vida; en algunos casos, por supuesto.
-¿Cómo fue que les dirigiera Norma Aleandro, que es un referente histórico de la actuación?
-Ella es lo más maravilloso que nos ha pasado a los actores: tener contacto con ella, tener relación con ella. Ya sea como colega, como compañera de trabajo, o bajo su dirección, es de las mejores cosas que te pueden ocurrir porque es de una sensibilidad tan elevada, es tan abierta, conoce tan en profundidad lo que es el trabajo de los actores que siempre pone a tu disposición herramientas y aperturas emocionales como para que puedas trabajar primero en libertad y después entendiendo que sus directivas son el camino más adecuado.
-En tantos años que lleva usted en este negocio ha coincidido con más clásicos: con Alfredo Alcón, Arturo Puig, con Héctor Alterio… ¿Cómo es trabajar con los que le han precedido?
-Bueno, siempre que uno tiene la suerte de estar mano a mano con un colega que admira, es una oportunidad para aprender. Yo nunca he dejado pasar la oportunidad de aprender algo que se me presentara: desde muy chico. Yo trabajo con Héctor Alterio, con Norma Aleandro, con Alfredo Alcón, desde que tenía diez años, desde que yo tenía diez años. Y esa es una gran oportunidad porque esos grandes talentos están enseñando sin darse cuenta que lo hacen. Y para un niño, como fue mi caso, fue la mejor manera de aprender: observándolos, no solo como profesionales, como colegas, sino como seres humanos. Cómo se relacionan con los demás, cómo tratan a sus compañeros, cómo respetan la mirada del otro al trabajar en equipo. Eso creo yo que lo he aprendido mucho, básicamente, de esas tres personas: Arturo Puig también, por supuesto. Son colegas a los que respeto y quiero muchísimo.
-Aprendió su profesión trabajando en ella.
-Claro, en el terreno, digamos.
-En el terreno más que en la escuela, quiero decir.
-Sí, sí, sin duda, sin duda. Porque, bueno, mis padres eran actores, los dos, sobre todo mi madre. Mi padre no tanto porque no estaba interesado en que yo siguiera su camino, pero mi madre me llevaba a todos lados, al teatro. He visto infinidad de representaciones de algunas obras de teatro que ella hacía con otras colegas y siempre, desde muy chico, desde muy niño, estaba ahí yo a un costadito observando, mirando, sin saber qué estaba aprendiendo, pero evidentemente algo me debe haber quedado, espero.
-Bueno, padres actores, usted es actor, su hijo también es actor. Si le sale un ingeniero en la familia, ¿qué pasa?
-(Risas). Eso puede ocurrir en cualquier momento, pero a mí me gusta siempre pensar que somos como una especie de familia de circo, que andamos dando vueltas por ahí. Bueno, ahora mis padres ya no están, pero mi hijo sigue con esa tradición, mi hermana lo fue, mis sobrinos. Tengo una sobrina y un sobrino que son muy buenos actores, los dos también. Una gran fantasía que yo tenía en un momento era intentar nuclear todo eso para hacer una historia que nos representara, pero el tiempo ha pasado y, bueno, por lo menos me he perdido a mi madre en los últimos años y ya no sería lo mismo. Pero siempre me gustó jugar con esa idea.
-Va a estar aquí en Avilés cinco días, estuvo la semana pasada en Valencia, la que viene va a La Coruña. ¿Qué tienen de bueno las giras?
-Las giras lo que tienen de bueno es conocer la gente, conocer las características de cada lugar, el tempo, el pulso, la sensibilidad de cada audiencia. Eso es la mejor parte, conocer teatros distintos como el que estamos conociendo ahora y del que venimos y al que iremos. Y la peor parte son los traslados. Obviamente, tener que readaptarse a los lugares en un corto lapso de tiempo, entender cómo son las coordenadas… cuando empiezas a entender eso ya te tienes que ir.
-Tengo entendido que va a estar hasta final de año con la gira por España.
-No, no. La gira se termina, si no me equivoco, el primero de noviembre.
-He leído que tienen que volver a Buenos Aires a trabajar en la segunda temporada de “El Eternauta”. ¿No es eso?
-Sí, pero lo primero que tengo que hacer es volver a Buenos Aires porque el 19 de noviembre vamos a hacer, después de muchísimos años, unas tres semanas de representaciones en un teatro que se llama El Coliseo, que es un teatro muy bonito. Es muy grande, por cierto. Eso me abruma un poco, pero es que cuando anunciamos esta gira, mucha gente en Argentina ponía: ¿por qué Buenos Aires no? ¿por qué Argentina no? Tal, tal, tal. Entonces, a nuestro productor se le ocurrió y me dijo “sería muy lindo, muy bonito para nosotros y para la gente hacer unas representaciones. Y entonces se organizó que el cierre de esta gira sea en Buenos Aires durante tres semanas, van a ser 15 funciones. Y luego de eso, un poco de descanso porque tampoco viene mal. Y después ya sí, el año que viene, tengo que encarar la segunda temporada de “El Eternauta”. No solo yo, mi compañera también, Andrea Pietra también está en “El Eternauta”.
-Le conocí sobre la escena con “Art”, aquella comedia de Yasmina Reza con la que anduvieron tanto tiempo. Le duran mucho a usted los espectáculos teatrales.
-Sí, por varios motivos: el primero de ellos es porque uno puede continuar con un espectáculo a medida que el público responda y lo exija, lo pida. Para ser absolutamente honestos, si eso no ocurriera, uno tendría que abandonar y pasar a otra cosa, buscar nuevos horizontes. Eso por un lado, pero luego, con la dinámica de estar trabajando sobre un mismo texto durante mucho tiempo, uno logra profundidad, entendimiento en profundidad de qué está hablando el autor. Y muchas veces hacen falta muchas representaciones para que uno tenga la sensación de que por fin está entendiendo de qué cosa quiere hablar el autor. A mí me ha pasado eso con “Art”, me ha pasado muchísimo.
-Se lo preguntaba, porque aquí, en España, las producciones caducan muchísimo más pronto.
-Lo sé, lo sé. Por eso llama tanto la atención. Aquí lo que nos ocurre, sobre todo en Madrid, en Barcelona, en Valencia, en lugares por los que hemos pasado ya con anterioridad, es que cuando volvemos encontramos con que el caudal de público es mayor que el anterior. Y, por ejemplo, nos ha pasado encontrarnos con personas que han visto la función dos, tres, cuatro veces y que lo que comentan, precisamente está relacionado con lo que le decía recién: que es que no solo los actores entendemos más de qué estamos hablando, sino que el espectador también tiene la oportunidad de paladear, si se me permite el término, los cruces de texto, los diálogos, de una forma distinta. Porque es como cuando nos pasa con una película, que si la vemos dos o tres veces encontramos cosas que no habíamos visto en las primeras visualizaciones. Es decir, hay una mecánica de entendimiento de qué se trata el cuento o la historia que, en algunos casos, sobre todo cuando los textos son interesantes, ayudan a que uno pueda interpretar con mayor profundidad la idea del autor.
-Todo el mundo tiene su película preferida, la película de usted que más le gusta, pero yo quiero saber cuál es la suya.
-Bueno, con el correr del tiempo uno guarda en su corazón experiencias y cosas que hacen que quieran más algunas que otras, pero en general para nosotros los actores, las actrices, el trabajo, no solo es eso en sí mismo, sino también el recuerdo de haber formado parte de una familia sustituta durante un tiempo determinado. Cuando nos sumergimos en un rodaje estamos, a lo mejor, cuatro, cinco, seis meses con nuestra cabeza y nuestro corazón muy enfocados en lo que estamos haciendo. Y eso hace que después con el paso del tiempo uno no pueda olvidar eso con facilidad. Más allá del resultado que haya tenido, más allá de la llegada que haya tenido con el público. Yo tengo películas que adoro como “El Hijo de la Novia”, “Nueva Reinas”, “El Secreto de sus Ojos”, “Argentina 1985”. “Relatos Salvajes” fue un boom porque rompió con las estructuras.
-“Truman”.
-“Truman” es una historia que adoro por múltiples motivos. Primero porque eso me fraternizó con Javi Cámara, que para mí hoy es un hermano, y con Cesc Gay, su director. Formamos un equipo que todavía hoy sigue unido. Tuve la relación con ese maravilloso perro que tuvimos en cuestión que se llamaba “Troylo” y que perdimos cinco o seis meses después de terminar el rodaje. Y todo eso lo llevo en mi corazón.
-Me da la sensación de que cuando usted ve una película suya, ve más allá ve si aquel día estaba más o menos agudo.
-Sin duda, pero eso nos pasa a todos y no nos perdonamos lo que consideramos que fueron errores. Hay como una perversa tendencia de los actores y las actrices a hacer foco básicamente en primer lugar sobre las cosas que no nos gustan más que las que nos gustan. Bueno, es una tontería, pero eso ocurre, eso es así.
-¿Qué le da el teatro?
-El teatro es lo más maravilloso que como elemento y herramienta expresiva se nos ha otorgado a los actores en general. Porque el teatro es peligroso, el teatro es riesgoso. El hecho de que tengamos una reunión inédita, ahí, entre tantas personas y un elenco para contar una historia, para jugar ese juego, de que nosotros le vamos a contar una historia y ellos van a jugar a que se la creen. Esa simbiosis entre unos y otros...
-Lo que decía Borges, ¿no? Yo me creo que lo que usted me está contando es verdad, pero yo sé que es mentira.
-Exacto, exacto. Pero ese juego, esa especie de código, esa especie de pacto que se produce dependiendo de elementos, por supuesto -que los que están arriba del escenario lo hagan bien y los que están debajo del escenario tengamos la leche-, pero cuando se produce, es una situación... ¿Cómo decirlo? Trato de no ser exagerado, pero es una situación de intercambio de energía muy potente, muy potente. No hay nada que se parezca a dos cosas que yo destaco siempre sobre el teatro. Una, el silencio profundo que se produce cuando de la mano de un texto, de una frase, llegamos a una conclusión profunda. Se produce un silencio en la sala que no se parece a nada. Y la otra cosa que a mí me impacta muchísimo del teatro es cuando, a una carcajada, los espectadores te devuelven un tsunami de energía. Eso es un baño de energía que, no sé, hace que uno sienta que puede con cualquier cosa en este mundo.
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