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Javier Mariscal, en Avilés: "La cerámica negra de Miranda es como un bronce de pobre"

"No entro en si la alfarería es arte o no lo es: me parece aburrido", añade el artista valenciano

Javier Mariscal, el viernes, en la inauguración de "Mariscal dialoga con Miranda"

Javier Mariscal, el viernes, en la inauguración de "Mariscal dialoga con Miranda" / Mara Villamuza

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Avilés

Javier Mariscal (Valencia, 1950) bebe agua con gas. "¿Con hielo y limón?", le pregunta el camarero y al artista que inauguró este viernes la exposición "Mariscal dialoga con Miranda" (hasta el 30 de noviembre, en la Casa de Cultura de Avilés): 39 piezas de cerámica avilesina modificadas por sus manos. Recibe a LA NUEVA ESPAÑA en la terraza, pega el sol. En un rato vuelve a casa, antes quiere darse un garbeo "por el jardín". El jardín es el parque de Ferrera.

-¿Qué tal fue el trabajo?

-Creo que hay que agradecer mucho que tú llegues a un lugar que está lejos de tu casa y que encuentres un equipo que te ha preparado ya todas las piezas, torneadas, para luego... Pues eso, encontrarte un espacio maravilloso como es la Escuela de Cerámica, con una luz del norte filtrada, un lugar muy... ves que dices: "Este es un lugar en el que se puede trabajar bien". Y con este equipo que te está ahí como casi casi tratándote como...

-Como un rey.

-Sí, como un bebé, o sea, como... Sí, en brazos, y que... Yo digo que también son unas piezas que tienen como el poso de muchos años y mucha gente haciéndolas y usándolas y tienen una belleza y un punto clásico y un punto... Y que, de repente, no sé, te ves como un intruso, tú ahí metido en medio, raspando, ensuciando esas piezas tan...

-Tan clásicas.

-Sí, tan maravillosas. Y que son además… que es lo que a mí me gusta mucho de la cerámica, que son anónimas. Sí, anónimas.

-¿Tenía ganas de meterse en esta movida?

-No, yo pregunté por la cerámica negra la otra vez que estuve por Avilés, lo del cómic y tal, y cómo está eso. Y bueno, me explicaron y me dijeron: "Si quieres puedes venir y hacemos..." Porque cada año se hace el Certamen de San Agustín, no sé qué. Y dije, hombre, vamos a ver. "No, no, no, para nosotros sería maravilloso". Claro, para mí es como... O sea, es como enchufado, ¿sabe? Y la propuesta de ellos me pareció muy generosa.

-¿Se ve manipulando el barro?

-Bueno, yo normalmente no toco el barro porque es muy difícil. Necesitas muchos años de trabajo para tocar el torno. El torno no es nada fácil. Y siempre he trabajado con gente, y más ahora, como Arturo Mora de Manises, que son gente que sabe mucho del torno. Y yo no voy a aprender a mis años. Mínimamente son cuatro o cinco años para saber un poco de torno. Pero lo que yo siempre he diseñado, digamos, en papel y formas, y luego con moldes o trabajando con alguien que está ahí al torno, al lado, diciendo: "No, más para arriba, más para abajo". Así o asá. Y ahora también voy a hacer formas nuevas.

-O sea, que este trabajo que ha hecho en Avilés aún no se ha terminado.

-No, aquí en Avilés, en principio, me gustaría volver para terminar bien la colección, que haya suficientes piezas negras para que quede una buena colección. Pero no, yo hablo en general.

-Explíqueme eso de lo que le da la cerámica negra.

-La cerámica es algo que en todas partes del mundo, desde hace miles de años, se ha usado. Y por esto a mí lo que me gusta de esta colección y de la cerámica de Miranda: es como un ejemplo de algo que puede estar desde Indonesia a América del Sur, que el hombre siempre ha trabajado el barro para cocinar. Esta manera de hacer cerámica está desapareciendo porque ya no hay más alfareros que la hagan. La fuerza que tiene es que es un sistema muy sencillo, pero al mismo tiempo tienes que saberlo hacer muy bien, tienes que tener unos conocimientos tecnológicos buenos para saber cuándo y de qué manera se manipula el horno. Aparece el barro rojo, aparece negro, un negro que parece un bronce, un metal, o sea que es como un bronce de pobre: le da una elegancia y le da un poderío, y al mismo tiempo ya está ensuciado con el hollín.

-Con lo moderno que usted es y se mete con una cosa que es tan tradicional.

-Bueno, es que es la fuerza que tiene todo esto. Una jarra de agua o una tarreña. O un vedrío. Son cazuelas para cocinar. Entonces es como que no te lo acabas de creer, que todavía estas formas que están funcionando.

-Hablaban en la inauguración de la cerámica como arte.

-Yo ese discurso de si es arte o no es arte, no me parece... Yo no entro, me parece aburrido. Me da igual, o sea... Lo que es para mí la cerámica es un lienzo, es un lugar donde tú te puedes expresar... Respira la cerámica, de repente la raspas con un... con un bisturí y parece que le hagas cosquillas y es muy expresiva. O la pintas, o haces estas cosas que de repente un color, que es un azulito claro, luego sale una especie de negro...

-Usted, en la Escuela de Cerámica, raspaba las piezas, que estaban tiernas porque no habían pasado por el horno: lo que tenía no era lo que al final iba a resultar.

Sí, la mayoría de veces hay cambios a veces bastante potentes.

-¿Y eso mola?

-Empecé a trabajar con cerámica ya en los setenta, entonces siempre he trabajado con diferentes estudios o talleres, hasta incluso fábricas, ¿no? Como Rosenthal en Alemania, o la de Bidasoa en el País Vasco. También en Japón, en Kioto, haciendo estas cerámicas que hacen procesos de horno muy sofisticados y muy divertidos.

-¿Y esos cambios?

Sí, dejas que pasen. Siempre hay sorpresas.

-Oye, pues, ¿qué va a hacer ahora?

Bueno, a ver si acabo una novela gráfica. A ver si la acabo ya, y no tengo tanta interrupción. Me cuesta mucho tener un cada día, digamos, aburrido, y que a las nueve te pones, y a las cuatro paras.

-Me gusta eso de tener un día aburrido.

-Es que no lo logro. Pero debería de meterme en un punto así, de no despistarme con tanta cosa. Y meterme en una dinámica de poder hacer bastantes horas cada día hasta que acabe esta novela porque me siento muy mal, personalmente.

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