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"La Iglesia aún tiene que pedir perdón por su participación en la guerra", reclaman los curas obreros

Cuatro expárrocos reflexionan sobre el tardofranquismo y su papel en el obrerismo

Jesús Manuel Álvarez, Alejandro Alas y José María Álvarez «Pipo», momentos antes del inicio, ayer, de la mesa redonda en el palacio de Camposagrado.  | MARA VILLAMUZA

Jesús Manuel Álvarez, Alejandro Alas y José María Álvarez «Pipo», momentos antes del inicio, ayer, de la mesa redonda en el palacio de Camposagrado. | MARA VILLAMUZA

Illán García

Illán García

Avilés

El Concilio Vaticano II abrió un nuevo universo en el seno de la Iglesia católica y permitió que emergieran los denominados curas obreros, "con una clara identificación con la clase trabajadora, con vida laboral y con la idea de acercar la Iglesia a la situación que vivían la sociedad". Lo cuenta Jesús Manuel Álvarez, uno de esos curas obreros que pasó sus últimos años laborales en la Casa de Acogida de la cárcel de Asturias, donde ahora sigue de voluntario. Álvarez participó ayer junto a sus compañeros, también curas obreros, Alejandro Alas, Jesús Ángel Fernández que trabajó en la Térmica de Aboño, y José María Álvarez en la mesa redonda "La iglesia en el tardofranquismo: los curas obreros", impulsada por la plataforma de los servicios públicos en Camposagrado. Los cuatro, abiertamente antifranquistas, colaboraron con los sindicatos y lucharon por defender el evangelio fuera del nacionalcatolicismo en pleno franquismo.

José María Álvarez "Pipo" trabajó en la enseñanza, y compaginó su labor como cura renunciando a su salario como párroco. "Me jubilé de profesor", señala este hombre que llegó a ser presidente de la plataforma AntiOTAN en El Entrego y, antes, fue denunciado por Falange y juzgado.

"Nos denunciaron como comunistas y estábamos siempre en la calle, con la gente, me cacheó la Guardia Civil... con el nombramiento de Juan Pablo II como Papa en 1978 hizo retroceder todo lo avanzado, fue el dique de contanción del espíritu progresista, con él fuimos para atrás y luego lo hicieron santo", reflexiona "Pipo" Álvarez, quien pidió a la Iglesia actual una evolución pareja a la sociedad. "Hace falta más democracia en la Iglesia, que la mujer sea igual al hombre, que pueda ejercer el sacerdocio, que el celibato sea opcional...", detalló.

El lavianés Alejandro Alas compartió los oficios religiosos en Gijón con su trabajo de peón de albañil y en montajes eléctricos. "En aquella época queríamos un acercamiento a una sociedad más plural y dejar atrás la Iglesia clasista y que ahora sigue igual y claro, políticamente fue un problemón", apuntó no sin antes señalar a la Iglesia española "para que pida perdón por su participación en la guerra civil". Mencionó a Gabino Díaz Merchán, arzobispo de Oviedo en la Transición, "que no tenía nada que ver con el resto del Episcopado" en un tiempo "en el que un sector minoritario (de la Iglesia) despreciaba a los curas obreros". Alas tuvo que exiliarse tres años, la Policía le perseguía por ayudar, confesó, al también párroco Carlos Buelga, que había pasado por la cárcel de Zamora y posteriormente secuestrado en un convento de Galicia.

Jesús Manuel Álvarez, actual miembro de la asociación Gaspar García Laviana, también mencionó a Buelga y Chus Fernández Naves, a los que debería "recordarse". Naves, detalló Álvarez, fue también cura obrero asturiano que tras años de exilio antifranquista volvió a España y lideró las huelgas de 1976 en Vitoria.

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