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Joan Font, el fundador de "Els Comediants" vuelve a Avilés: "'El vendedor de humo' es una forma mía de decir adiós a la interpretación"

"Siempre he sido una persona muy intuitiva, muy vital, donde la reflexión y donde las historias venían casi que diría por otros"

Joan Font, con su máscara, durante una función de «El vendedor de humo».  | ELS COMEDIANTS

Joan Font, con su máscara, durante una función de «El vendedor de humo». | ELS COMEDIANTS

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Avilés

Joan Font (Olesa de Montserrat, Barcelona, 1949) fundó la compañía "Els Comediants" en 1972. Regresa este viernes a Avilés (20.00 horas): en el club del Niemeyer representa "El vendedor de humo", que dirige, interpreta y coescribe.

-¿Cómo surge esta historia suya y tan requetesuya?

-Pues mire, "Comediants" celebró los 50 años de vida. Y una de las cosas que planteábamos fue, vaya, un libro. Planteamos también un espectáculo de despedida y todo esto bajo el lema: "ordenar la memoria". Hemos sido un grupo que ha trabajado muchísimo y tenemos mucho material que teníamos que ubicarlo en algún sitio. Entonces era eso: ordenar la memoria con el material, porque tenemos unos almacenes enormes.

-Cuando habla de material se refiere…

-A todo tipo de cosas: fotos, vídeos, películas, vestuario, máscaras… Y bueno, a partir de ahí, vino una propuesta de Instituto del Teatro de Barcelona. Me instó a hacer un libro de memorias mías, un libro de memorias. Entonces yo lo hice con Piti Español, que es el guionista mío de toda la vida: yo no quería escribir personalmente; es una conversación con él. Bueno, finalmente salió el libro y mucha gente nos decía: "Pero esto es un guion de una película". Claro: hemos actuado en los cinco continentes, hemos hecho cosas tan grandes como las Olimpiadas de Barcelona, la Expo de Sevilla; yo he estrenado en Pekín, Moscú, en New York, París. Y volví a hablar con las óperas. Y entonces le dije a Piti: "Oye, ¿por qué no hacemos, además, un espectáculo como despedida también de los escenarios, como actor y tal?" Y nada, nos montamos esta historia que es "El vendedor de humo", que hace referencia un poco a que nosotros tenemos dos formas de crear: una es con las cosas que tienes tú en tu interior. La otra es que te encarguen a ti, ¿no? "Joan Font, ¿quieres hacer la ópera del ‘Dúo de la Africana’ en el Campoamor?" Y tienes que vender esta historia que es humo. Pero también, cuando termina la representación del teatro, queda humo, no hay nada. Sí hay fotos, hay críticas, hay...

-Porque se dedica a un arte efímero, ¿no?

-Claro, exactamente. Y cuando termina la representación, o sea, se deshace esta historia de las tres dimensiones de la emoción, vale. Queda el recuerdo, que también finalmente en el espectador un día se irá. Y entonces llegan estas dos metáforas con "El vendedor de humo": que tenemos que vender cuando todavía no hay nada y una vez realizas el espectáculo, del hecho esencial de un actor y un espectador, no queda nada. O sea, quedan dos dimensiones. Pero las tres desaparecen y esto, bueno, me encanta.

-Imagino que hace medio siglo este no era su pensamiento.

-Claro que no… para nada, para nada. Siempre he sido una persona muy intuitiva, muy vital, donde la reflexión y donde las historias venían casi que diría por otros. Muchas críticas a mí me han ayudado a poner título a aquello que hacía. Esto es un viaje a las emociones de cuando éramos niños. "Hostia, qué bonito, ¿no?" Te pillas a esto y juegas. Y entonces era eso, esta celebración de los 50 años, este viaje, y explicarlo yo mismo, explicar tú mismo tus memorias, pues era un encanto, la verdad se lo digo: por la experiencia de la representación.

-Lo ha dicho: han recorrido medio mundo , salen en los libros de texto, han hecho historia.

-He actuado en los cinco continentes, en sitios que cuento en el espectáculo: en la Opera House de Sídney, en Nueva York, en el Battery Park, allí donde estaban las Torres Gemelas, al final Manhattan. Y he actuado en Chicago, en Londres, en París, en Pekín, en Tokio, en sitios emblemáticos; bueno, en Madrid en el Retiro, en el Acueducto de Segovia, en sitios increíbles de aquí, también en Avilés: hicimos unos demonios del tiempo.

-¿Y cómo es hacer un espectáculo solo?

-Este es un espectáculo que no tiene pretensión, o sea, que tiene la pretensión de estar el propio narrador contando su vida, o sea: "Mira, esta es mi historia", y además, no es un monólogo, yo diría que es una representación teatral de un actor, porque hay sombras chinescas, música negra, proyecciones, hay máscaras, hay objetos, porque es mi teatro, es mi manera de explicar la historia, y yo soy solo en escena, ya digo, pero arropado de esto, de las luces, del ambiente, de la atmósfera del teatro, en mayúsculas, pero aquí en pequeño, bueno, en solitario, yo solo, ya digo, y es fantástico, la verdad, es que es una experiencia, como yo sé que es el final de mi historia interpretativa, no digo de dirección ni de creación, pero interpretativa seguro, pues bueno, te da placer ir a sitios donde has estado presente mucho tiempo y has hecho historias, y bueno, es una forma mía de decir adiós, ¿no?

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