Emilio Menéndez, tenor y jubilado de la siderurgia avilesina: "Mi primer trabajo fue en el horno alto 2 de Ensidesa: aquello fue un hervidero de gente, todo un mundo"
"Hice la mili en la Cruz Roja: fue la mejor mili del mundo, contábamos los meses que nos quedaban mirando a Correos"
"A los 17 años me fui a Sabugo ¡Tente Firme! y empecé a cantar"

Emilio Menéndez, en el parque del Muelle de Avilés. / Mara villamuza
Emilio Menéndez es tenor, pero antes de ello trabajó en el comercio y en las auxiliares. Se jubiló en ArcelorMittal. Aquí empieza a contar parte de su vida.
Nacimiento.
"Me llamo Emilio Menéndez Bolaños. Soy de Avilés, nací en 1959: en la calle Rivero, número 39, en el primero. Era el bar que tenían mis padres: el bar Rivero. Allí vivo actualmente".
La familia.
"Mi padre se llamaba Emilio, mi madre Lucía; él era de Cangas del Narcea, y ella, de Alcolea del Pinar, en la provincia de Guadalajara. Eran los dueños de aquel bar. Vinieron de Madrid. Tenían un restaurante allí, en Fernández de los Ríos, en el barrio de Chamberí. Cuando hubo un ‘boom’ de Ensidesa, un tío mío los animó a venir a Avilés. Tuvieron dos opciones: o irse a Marbella, donde, de aquella, no había nada, o venir a Avilés, que esperaba la llegada de la industria de Ensidesa".

Emilio Menéndez, de bebé. / Archivo de Emilio Menéndez
El bar.
"Mis padres ya vinieron a coger un bar: el Rivero, donde yo, después iba a nacer. Llegaron en 1957, o sea, recién inaugurada la producción. Mi hermana Conchita había nacido en Madrid. Mi hermana era madrileña. Yo nací aquí. El bar Rivero estaba en pleno centro de Avilés, en pleno centro. Era también hostal. Arriba, sí. Tenían hostal, restaurante y bar. De aquella solo había dos hostales en Avilés: el San Félix y el de mis padres. Y luego el hotel era... el Luzana. El Luzana, efectivamente. Los que se alojaban en el hostal eran sobre todo técnicos que venían a montar. Había mucho vasco y mucho catalán. Los catalanes llegaban de la Pirelli. Cintas transportadoras. Los vascos llevaban la parte de Siemens. Hablo así un poco de memoria. En el bar de mi padre había unas tertulias todos los días. Sobre todo, a mediodía. Y luego por las tardes, cuando acababa la gente de trabajar. Y ahí se juntaba todo tipo de clases sociales. Había una armonía impresionante".
El traspaso.
"Mi padre traspasó el bar a Antonio, el del Ferrero. Antonio tenía un negocio en Villa Cisneros, en el Sáhara Español. Mis padres ya tenían cierta edad y querían dejarlo, evidentemente. Pero el bar Rivero era un centro de tertulias... Es que había que verlo. Yo, como se suele decir, lo mamé desde pequeño".

El tenor, en una carroza de las fiestas del Bollo, en el barrio del Carbayedo, en Avilés. / Archivo de E.M.
Primeros estudios.
"De aquella no era como ahora, que hay muchos colegios. Íbamos por lo privado y yo iba a la Academia San José, aquí, en Pinar del Río. Digo Pinar del Río porque era el nombre que de aquella había: hoy actualmente es la Ferrería. Bueno, la Academia San José es donde está el Candil. Arriba. En su momento fueron oficinas de Ensidesa. Luego pasé a estudiar al Carreño Miranda. Y luego ya pasé a hacer maestría industrial. Por la rama química. Los profesores de la Academia San José eran muy estrictos, pero tenían un gran nivel, un grandísimo nivel. Era gente que venía de Moreda, de la zona de Moreda de Aller. Mi profesor, el más directo, fue José Luis Cienfuegos, que su hijo fue director del Festival de Cine de Gijón y ahora está en Valladolid, en la Seminci. Pues ese fue mi profesor. Su mujer, Amelia, también era profesora. Luego acabaron en las Ursulinas de Oviedo".
El instituto.
"En el instituto llego hasta tercero y paso a Maestría. Me metí en la rama química porque un amigo de mi padre era profesor allí –era químico- y yo siempre lo veía con la bata blanca. Y dije yo: ‘Me gustaría...’ Y encantado. Luego pasé al nocturno para compaginar los estudios con el trabajo. Porque quería trabajar".

Emilio y sus amigos bailan la danza prima. / Archivo de Emilio Menéndez
Primer trabajo.
"Empecé a trabajar y a estudiar con 18 años: quería tener un dinerín. El encargado general de Montajes Nervión era muy amigo de mi padre. Y le dije... ‘Ay, papá, ¿por qué no hablas con él a ver si puedo ir un verano?’ Yo había acabado el curso. Y, no se me olvida en la vida: fui a trabajar al horno número 2 de Ensidesa en una reparación general. Aquí en Avilés. Bueno, aquello era un hervidero de gente. Aquello era un mundo. Yo, asustado. Me acuerdo que me llamaban Huskin. ‘Mira, Huskin’. ‘¿Por qué me llamáis así?’ ‘Hombre, porque te recomendó Huskin, el encargado general’. Huskin era el padre del director de la Escuela de Artes y Oficios. Eran vecinos míos. Vivían en el 35. Y yo en el 39. Ahí empezó mi inquietud por lo laboral.
La Mili.
"Hice la mili en la Cruz Roja, aquí en Avilés. La mejor mili del mundo. Sí, sí. Sí, la elegí yo. Había que ir voluntario. Nosotros teníamos que hacer seis meses de voluntariado más 18 de mili. Contábamos los meses por las ventanas de correos que teníamos enfrente. Decías: ‘¿Cuántas ventanas llevo?’ Estábamos en el Hospital de la Cruz Roja. Hacía poco que se había inaugurado la Residencia sanitaria. Me tocó llevar a algún recién nacido a una incubadora de allá. Y... No sé, fue algo. Inauguramos el servicio de carretera aquí, donde estaba la ‘Fedionda’: en la entrada de Avilés. Ahí inauguramos un puesto de carretera de socorro. Nosotros cubríamos desde Gozón hasta la mitad de la autopista. Sí, sí. Hacía un servicio... Hacíamos fútbol, hacíamos todo el deporte, hacíamos acontecimientos... El ganado. Hacíamos también clínica. Y muchos accidentes de aquella. Se hizo un buen servicio social para Avilés. Luego teníamos una casa de socorro, que es donde está ahora el albergue de peregrinos: ahí se atendían urgencias. Estábamos veinticuatro horas sí, veinticuatro horas no. Un día dormíamos allí, pero, bueno, estabas en casa. No es como el que está en un cuartel. Una mili buena: buenísima".
Comercio.
"Cuando me licencio, me comentan: ‘Oye, Emilio, hace falta gente en Deportes Valentín del Río’. Entonces, a través de una amistad, pues bueno, pues voy, hablan conmigo y... ahí estoy tres años. Muy bien. Cojo una experiencia. Luego mi mujer y yo -estábamos solteros de aquella- decidimos independizarnos y montar un negocio nuestro: Milo Sport".
El matrimonio.
"Mi mujer es Maite Vázquez. Nos conocimos aquí en Avilés. Estaba haciendo yo la mili: no me podía ver. Me decía que era un presumido y un chulo porque cuando ella pasaba por delante de Correos, a lo mejor decía: ‘Adiós, guapa’. Pero yo no sabía... Y a partir de ahí, hasta hoy, vamos".
Empresario.
"Montamos un negocio de deportes. Teníamos muy buena clientela porque yo era muy conocido. Milo Sport estaba en la avenida San Agustín. Ahora hay una tienda de cristales. Enfrente estaba Resaca. Y en frente, más abajo, Deportes Avelino. Pero tuvimos mala suerte. Nosotros éramos especialistas, más que nada, en el mundo del esquí y del tenis. Y tuvimos la desgracia que vinieron cinco años de sequía. O sea, vamos, sin invierno ni nada. Entonces de aquella nos habíamos independizado en Asturias. Cinco que nos conocíamos. Trabajamos en distintas tiendas y los cinco tuvimos que cerrar. Estamos hablando de los años ochenta, de casi los noventa".
La ruina.
"Bueno, pues la vida te cambia. Estabas acostumbrado a pasar un... No a un nivel de vida. Yo siempre llevé el mismo nivel de vida: nosotros siempre fuimos gente normal y corriente. No... Nosotros no fuimos ni ricos ni nada. Gente normal, trabajadora. Las mismas amistades mantenemos actualmente que anteriormente. Pero no es lo mismo que estés tú en una tienda, pues, sin pasar frío, tranquilamente, limpio, a decir: tengo que picar puertas. ‘Oiga, me hace falta trabajo porque me arruiné’. Por donde pise mi mujer tengo que besar yo. Eran momentos muy difíciles, recién casados... Porque el amor es muy guapo, pero cuando falta el dinero... Tuvimos la gran ayuda tanto de mis padres como de sus padres. Y empecé a picar puertas a clientes que yo tenía, que sabía que me podían dar trabajo. Al final una persona se portó… Siempre estaré agradecido a Amancio y a Mari, la propietaria de la galería Amaga. Se portaron como si fueran mis padres".
La recuperación.
"Estuve en Amaga haciendo marcos y cosinas muy poco tiempo, hasta que luego llegó Amancio y dice: ‘Oye, ya tengo trabajo para ti en Imasa’. Me fui para Imasa. En un principio estuve aquí en Avilés, en una obra de tubería que hizo muy grande. Y luego ya iba a ir a una obra que tenían en Madrid, pero un encargado que tenían me conoció. ‘Ahí va, Emilio, es que tú vales para una cosa en concreto’. Claro, yo no tenía experiencia del mundo de la auxiliar. Yo no sabía ni la cara de una radial, ni sabía nada, imagínate. Pero bueno, él me vio a otras cualidades y me dijo: ‘No, quiero que vengas conmigo’. ‘¿A dónde?’ Entonces me fui con él a otra empresa, que no me acuerdo cómo se llamaba. Fuimos a La Coruña, a una refinería de Meicende de Repsol. Luego pasé a hacer otra obra con él en los astilleros, en Ferrol. Y ahí me vino una oportunidad de entrar en Baterías de Coque con una empresa auxiliar. Y luego ya ahí pasé a ArcelorMittal".
La principal.
"Ya estaba en la acería en Gijón cuando pasé a la prinicpal. Entonces yo estaba responsable de materiales, de logística de la acería. Estaba en Daorje. Luego es cuando mi puesto lo internalizan y yo paso a ArcelorMittal. Eso fue en el 2001. Yo trabajé 11 años en Baterías y luego me trasladan a Gijón. Y en Gijón, el traslado mío fue a la acería de allí. Yo allí no conocía a nadie. Y me pasó lo mismo que me pasó en Aviles. Y el encargado que había allí, el encargado general, yo lo miraba. ‘Madre mía, cómo me mira este hombre’. ‘¿Quién es?’ Dice: ‘Coño, ye’l jefe’. Es que no para de mirarme. Dice: ‘¿No lo conoces?’ ‘Es la primera vez que lo veo: acabo de llegar’. Y entonces es cuando me llama. Dice: ‘Oye, quiero hablar contigo’. Dice: ‘Quiero que te encargues de la logística de la obra’. Yo me quedé tan nervioso y tan cortado que dije: ‘Pero ¿qué es la logística?’ ‘Yo creo que es donde tú vales y donde rindes...’ Y bueno, efectivamente, hicimos un gran tándem, hicimos una gran labor y, de hecho, nos hicimos muy amigos, muy amigos. Yo me hice segundo, segundo de él. Y cuando vino la internalización, me dijeron: ‘Emilio, queríamos que tú quedases aquí de responsable de materiales’. Pero yo dije que no. Dije: ‘Mira, no, porque voy a estar con compañeros que yo tuve, con los cuales me llevo bien, yo sé lo que va a pasar. Porque cuando uno cambia de casco, pasan. Entonces, prefiero empezar de cero’. ‘Vas a perder dinero’. Y yo: ‘No os preocupéis de mis finanzas, que gano en salud’. Yo no tenía vida ahí; yo entraba a las 8 de la mañana, pero no sabía a qué hora salía. O sea, eso no era ganar dinero. Es mentira. No tenía domingos, no tenía festivos. Un teléfono todos los días.
El cambio.
"Mis últimos 11 años, como digo yo, más felices fueron cuando fui para el horno alto. Tenía ahí una oficinita para mí, con un señor que estaba conmigo ahí, de la auxiliar. Ahí llevamos el vuelco de torpedos de arrabio, el control del arrabio que salía de horno alto. Responsabilidad, sí, tenías, pero llevándolo bien, yo siempre fui muy estricto en todo. Me encantaba. Porque la vida no es todo dinero. Es el día de hoy que compañeros que yo tuve en la auxiliar me llaman y me dicen: ‘Emilio, te echamos de menos’. Digo: ‘Oye pues os lo agradezco’. En broma les digo: ‘Yo a vosotros no, ¿eh?’, pero sí: hicimos una gran labor, hicimos equipo. Este jefe mío me aprendió a compensar a la gente. Porque la gente cree, a lo que te voy, que es todo dinero. Pero a veces unas buenas palabras, un buen trato, es más importante que una subida de sueldo.
La vida en el bar.
"Bueno, esto es muy curioso. Yo siempre canté. Desde crío, sí. Porque en el barrio de mi padre se cantaba mucho. Se cantaba mucho. Paraban marineros. Ahí paraba toda... Se organizaban cuatro tertulias todos los días, pero con un ambiente exquisito. Era un ambiente exquisito. En mi casa había una mesa en concreto que eran gente que vino de Cuba. Estaba el comandante marino de aquella, Manolo Mansil, el Polvorín, Panizo, Fermín, Alvera. En esa mesa bebían todos los días whisky. Sin hielo. Todos los días. Ellos su botella de whisky, ahí. En otra esquina del bar venía Santirso, el relojero, Arbesuk, el de los muebles, o sea, Baigorri, Recarte... O sea, una serie de gente. Los Font, en fin. A la otra venía, al lado, los hermanos Chelona, Arija, el peluquero. Y en otro lado venían a comer los que trabajaban en la empresa: los vascos y los catalanes. Paraban los jefes de la Guardia Civil. Los dos que hubo en Avilés estaban hospedados en mi casa, porque era cuando el cuartel de la Guardia Civil estaba donde hoy está el ambulatorio. Ahí nunca hubo ningún problema de nada.
Primeros cánticos.
"A la mañana, a la una y media cuando salían a trabajar, el cantarín. Eso no podía faltar.Y por la tarde a las ocho, cuando venían al regreso, iba el cantarín. Y eso se compaginaba, porque estaban echando la partida luego, abajo. Porque abajo, lo que era el bar, normalmente pues... Había unos clientes de diario, porque mi madre trajo a Avilés la casquería. La casquería aquí no se conocía. Mi madre cuando entró en la plaza y pidió esto le decían: ‘Pero usted ¿qué me pide?’. Claro, venían de Madrid. La verdad está mal que lo diga yo, pero mi madre era muy buena cocinera. Y trabajaba en la casquería de cine. Ahí no había política. No existía. Pero es que tampoco había distinción de clase social. Todos se hablaban, eh. Todos".
Sabugo ¡Tente firme!
"Desde crío, yo tarareaba con ellos. Hasta que un día... Estaba yo en el instituto y mi primer coro fue en el Instituto Carreño Miranda. Sí. Y nos dirigió el... Era un profesor mío. El maestro Lajara. Como siempre me gustó cantar, me dice uno... ‘Oye, ¿por qué no vas para Sabugo ¿Tente Firme!?’ Y yo: ‘Madre mía’. Yo tenía 17 años y fui para Sabugo ¡Tente firme! Siempre me gustó ese ambiente. Tengo la experiencia. Hago un primer viaje con ellos a París. Iba el grupo de baile y nosotros. Nosotros íbamos al festival ‘L’Humanité’. Yo no sabía lo que era L’Humanité. No sabíamos. Y era la fiesta del Partido Comunista, pero yo no lo sabía.Tremendo, aquello. Bueno, conocimos Charles Aznavour. Había ido Antonio Gades con el ballet nacional y Marisol:_aquello metía miedo. Bueno, aquel escenario parecía un campo de fútbol. Y la verdad que, bueno... Y luego ya es cuando ya entro la mili ".
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