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Un rodeo

Eugenio Suárez

La pasta, la casta y la caspa

Ciertos personajes de la actualidad no deberían andar sueltos por ahí

La primera vez que tuve noticia de la existencia de esa cuadrilla fue cuando utilizaron como estribo la plataforma de un medio más bien conservador y estuvo a punto de escandalizarme que un joven coletudo proclamara ser miembro de la Universidad y profesor de una delicada disciplina. Sorprendido hasta cierto punto, pues las cosas que suceden en este país nuestro nos han preparado para las novedades. Cualquier majadero con enganches suficientes parece acreedor de un escaño en el podrido gallinero del Congreso de Diputados y ahí vemos las caras estólidas, aguantando mecha horas y horas de hemiciclo, levemente atentos al gesto del jefe de filas que indica cuándo deben votar sí, cuándo no y cuándo está permitido ir al cuarto de baño. El deterioro de la Universidad viene de antiguo, incluso podría remontarse al período previo a la guerra civil. Las lumbreras fueron apagándose, los Ortega y Gasset, Unamunos, Lafora, García de Diego caían en el pozo de la jubilación sin pasar el testigo. Hay que dar por cierto un retroceso impuesto por las armas, la censura, que expurgaba los anaqueles, proscribía la ciencia del gay saber, que nunca ha vuelto a ser alegre. Escuché con curiosidad, pronto satisfecha, la letanía de aquel mesías de rebajas, instalado detrás de nuestra oreja para descubrirnos mediterráneos contaminados. La primera decisión, mantenida hasta ahora, fue la de ignorar el guiso de lugares comunes. La ciudadanía, el pueblo, debidamente sedado, traga la bazofia coincidente con el hartazgo general ante la prostitución del pensamiento, el naufragio de la ética pública, la dimisión de la dignidad. Metan ustedes las excepciones que quieran: caben, con cierta estrechez.

Cada cual se lamentaba en su parcela hasta que, por coincidencia sociológica que no merece la pena analizar, unos botarates le dieron forma al hartazgo general y nos regalan un raquítico programa. De general conocimiento es la proposición del número de moscas, su afición por la basura y la identificación con los detritus. "Si hay once millones de moscas y a todas les atrae aquello convendremos en que a las moscas y a los humanos les agrada y conviene la mierda", perdón por señalar.

Al fin y al cabo se trata de una reducida banda de desaprensivos, con cierto colorante para avisar de que pegarnos un martillazo en el dedo no es bueno; que los ricos deben pagar más impuestos que los otros, cuando la esencia de la riqueza está en su progresivo crecimiento. Además parece que son tramposos, ocupan lugares inadecuados, postulan actitudes que nos pillan derrengados y son capaces de cualquier cosa para reunir más dinero y repartir lo que hay en el bote. Caímos en la ratonera democrática. Un partido dictatorial como el comunista debería estar proscrito o vigilado, por los daños que ocasionaron a la humanidad. Ahí los tenemos, más liberales que nadie, excelsos protectores de la familia, con la que comparten el dinero ajeno.

¿Igualdad? ¡Ja! Salvo en la pequeña pantalla nunca tuve ocasión de ver actuar a la cantante Isabel Pantoja, de cuyo arte me libro enjuiciar. Sin embargo esta mujer está en la cárcel por delitos que lo merecen. Algo hay que no se puede olvidar: por vez primera en la historia, algunos actos humanos se repiten sin que nada se arrebate: ¿Se dan cuenta los ladrones de su responsabilidad cuando otros seres humanos llegan al más alto sufrimiento? ¿De qué sirven esas alusiones al paro, dichas por los bien cebados sindicalistas y empresarios, cuando una madre o un padre toman la resolución de matar a sus hijos y luego quitarse la vida? A esa frontera llegamos cuando todo está perdido. No es fácil el remedio, ni siquiera el diagnóstico. Parece como si lo más importante ocurrido haya sido la muerte a palos y ahogamiento de un hincha del Riazor, que cumplía en la grada su destino en lo universal. Con en ánimo de traer a cuento algo leído hace años, le brindo al prolífico y admirado Luis M. Alonso un dato sobre los famosos hooligans. Parece que, a principios del XIX un gamberro llamado Hooly reunió un piquete muy violento que aterrorizó a los habitantes del Sur de Inglaterra. La cuadrilla, la banda, se dice en inglés, "gang" y de esa forma nació el ultrasur. Como era sabido, todo tiene su explicación, no es como en Caballería.

Un globo hinchado. ¿Ha servido para algo? En la irresponsable deriva el despropósito reúne argumentos, embobándonos con las variantes caleidoscópicas de última hora que hoy nos brinda al coletas y sus mariachis, amalgamados con un chico listo de feria, especie de D'Artagnan entre adultos llamado "pequeño Nicolás". El corolario es desconsolador: ni devuelven la pasta robada, ni se sacuden la sebosa caspa, ni llegan a roer el mástil de la casta. ¿Qué pintan, entonces?

stylename="070_TXT_opi-correo_01">eugeniosuarez@terra.es

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