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La otra realidad

Cinco siete cinco

Los haikus japoneses y el placer de su lectura

El pasado día 23 tuvo lugar, en la librería de El Corte Inglés, la presentación de la ópera prima de mi hermano, Miguel Ángel Alonso Treceño. Como indica la portada de su maravilloso libro ("Cinco siete cinco"), es una colección de haikus: un tipo de poesía japonesa que consiste en un breve poema formado por tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, haciendo alusión casi siempre a escenas de la naturaleza o la vida cotidiana.

Debo decir que esta selecta colección de breves aforismos está repleta de sabiduría de todas las épocas y de un sentido común exacerbado; es mucho más que una concatenación de pensamientos sumarios ordenados según un orden sistemático y ritual. Cada una de sus sílabas rezuma un profundo conocimiento de la vida, la causa de las cosas, el tránsito fugaz del tiempo, el goce del instante eterno, la alegría por los asuntos sublimes y el canto a lo bien hecho. Cualquiera que haya leído los grandes textos inmortales del taoísmo, como el Tao te King, el Lie-tse o el I Ching reconocerá, en esta maravillosa y escueta selección de profundas ideas, la mano inmortal de un conocimiento elevado.

Muchas personas, sean creyentes o no, azoradas por las difíciles y adversas circunstancias del destino, suelen abrir, al azar, una página de la Biblia para encontrar una respuesta adecuada que satisfaga sus cuitas y pesares; gracias a esta forma devota de proceder, muchos santos encontraron su auténtica vocación y liberación de su infausto pasado. Lo mismo acontece con el Libro del cambio o I Ching, ese texto milenario chino que muchos incautos y profanos utilizan para adivinar su porvenir: cuando se le consulta mental y espiritualmente en serio, con sumo respeto y entrega, sus hexagramas no se equivocan, el oráculo ayuda a caminar por el tortuoso sendero de la existencia.

El libro de mi hermano contiene esas enseñanzas sublimes que auxilian a quienes lo solicitan si lo abren confiados y esperanzados al albur para encontrar un consejo feliz o una recomendación necesaria. Ese azar que llaman los que no entienden y desconocen las leyes sublimes del universo es la respuesta que las fuerzas vivas superiores ofrecen a quienes acuden de verdad buscando la iluminación que les salve y reconforte. He practicado con su libro esa antigua enseñanza proverbial y he recibido doctas apreciaciones y consejos muy válidos: "Cae el telón / y todo el mundo aplaude / su propio drama. Qué triste el triste / que no tiene tristezas / que compartir. Con poca luz / todo es más misterioso / tal vez más bello. Cada segundo / y no por meter prisa / es importante. La vida pasa / y mientras va pasando / queda la vida. Todas las lágrimas / tienen agua de vida / y sal de muerte. Vivir con miedo / equivale a morir / en el olvido. Ser consecuente / es no hacer el ridículo / a cada instante. La vida enseña / pero sólo aprendemos / ante la muerte".

Esta preciosa joya de haikus está a la altura de los mejores y escasos textos publicados sobre esta extraña forma poética perfeccionada por talentos literarios y maestros del género como Mario Benedetti y Octavio Paz. Los profundos pensamientos que destila Miguel Ángel están, como mínimo, a la misma altura de las de esos insignes poetas consagrados, superándolos en cuanto respecta a la profundidad del aforismo y el tema tratados.

Es un lujo para Avilés que una persona joven y madura, de cuarenta y cinco años, con tres carreras universitarias a sus espaldas, que trabaja sin cesar, se ocupa de incesantes actividades culturales y artísticas, amante y muy responsable de su familia y buena persona haya ocupado su valioso tiempo en dar pan espiritual a quienes lo necesitan.

El libro está dedicado, como no podía ser menos, a su hija, Laura, mi querida Laurita, de quince meses de edad, ese ángel que alegra los corazones de quienes la ven. El autor, como persona feliz que es, dirige su dedicatoria a su esposa, Patricia: "... Por ser un modelo de persona a imitar y tener una paciencia infinita conmigo". Más no se puede decir en tan poco espacio. Aconsejo vivamente, de forma prioritaria, la adquisición y posterior lectura de esta pequeña joya sapiencial escrita por un avilesino que no necesita la política barata para que hablen de él ni tampoco meterse en sórdidas aventuras sospechosas para llamar la atención. Su mérito es fruto de su trabajo diario, la constancia en las cosas bellas y el amor y amistad que depara por doquier.

Agradezco vivamente a la editorial la publicación de una obra semejante en estos tiempos convulsos, contrarios al avance de la luz.

No hace falta decir que estoy muy orgulloso y contento de mi hermano y que le quiero cada vez más, aunque no publique nada en su vida.

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