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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

El aterrizaje de Mamet

Avilés despide con aplausos la creación de José Sacristán

El actor Javier Godino (Carson), en el Palacio Valdés, cuando llegó la hora de los aplausos, se retiró de la boca del escenario para dejar que su compañero de escena, José Sacristán, los recibiera todos. Hizo más: elevó los brazos y los movió acompasadamente para animar a los espectadores a elevar la intensidad de los aplausos. Lo hicieron. Y es que Sacristán es una leyenda. Y quedan pocas en la escena nacional (Concha Velasco, Lola Herrera, los Gutiérrez Caba, la Forqué...) Antes de anoche Sacristán fue por última vez Mick Ross, un desalmado millonario en el minuto final de su vida. Y todo por un avión mal matriculado, el hilo del que tira el dramaturgo norteamericano David Mamet para tratar de desmontar el imperio occidental.

Sacristán estuvo como está siempre Sacristán: tremendo. Javier Godino -sale en "El secreto de sus ojos"- le da la réplica, se doblega y, en un momento dado, se encara contra la maldad. Y todo esto lo hacen siguiendo las instrucciones de un director como Juan Carlos Rubio, el mismo que estrenó en Avilés "Razas" -su primer Mamet- y hará lo propio este otoño con "La culpa". Uno, así, con estos tres trabajos hubiera podido salir del teatro pleno de gracia. No fue así. "Muñeca de porcelana" no es el mejor Mamet de Mamet. Sigue la línea formal de "Oleanna" (un poderoso, un reprimido), pero lo hace como sin ganas, con un lío de llamadas telefónicas, con una peripecia judicial que se precipita en la inverosimilitud, pero con frases grandes frases: "Todos quieren ir al cielo, pero nadie quiere morirse antes". Y es que el Mamet menos genial sigue siendo Mamet.

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