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Vita brevis

Lenguaje inclusivo

Ideas sencillas expresadas de forma incomprensible

El Gobierno de las chicas monas del doctor Sánchez, don Pedro, solicitó un informe a la Real Academia Española para que propusiera las pertinentes correcciones del texto de la Constitución para que quedara con un lenguaje inclusivo. Hace poco que los académicos de la lengua respondieron de forma breve y contundente diciendo que la Constitución estaba escrita en un castellano impecable y, por lo tanto, que no era necesaria ninguna corrección gramatical en su texto.

Es que, ciertamente, nuestra Constitución vigente podrá tener algunas deficiencias jurídicas, pero gramaticalmente es un texto redactado en un lenguaje depurado y exquisito, aunque sin cruzar el límite de lo cursi. No en vano participaron en su redacción final, además de los ponentes constitucionales, personajes de gran altura intelectual que eran diputados y senadores de las Cortes constituyentes, como el poeta Rafael Alberti, el novelista Camilo José Cela, el periodista Guillermo Luca de Tena, el catedrático Luis Sánchez Agesta y, entre otros, Enrique Tierno Galván, que luego fue alcalde de Madrid, cuyos bandos son memorables obras literarias. Estos personajes depuraron el lenguaje de la Constitución, llegando al referéndum sin un solo yerro morfológico, sintáctico, semántico o etimológico.

La respuesta de la Real Academia Española no gustó mucho a las aguerridas ministras de don Pedro, de tal manera que una de ellas se puso como una fiera corrupia, advirtiendo a los académicos de que el lenguaje inclusivo era imparable. El oráculo de la ministra, a modo de pitia, parece de momento cierto, de tal manera que puede ser, de aquí a unos años, que resulte imposible comunicarse de forma comprensible.

Esto del lenguaje inclusivo creo que comenzó con aquel lehendakari calvo con las orejas puntiagudas que parecía salido de Star Trek. Este sujeto siempre decía "los vascos y las vascas", arrastrando las "eses" como si estuviera rezando el rosario en los jesuitas de Deusto. El hombre no pasó de ahí y podía ser tolerable como recurso literario.

Más tarde casi todo el mundo se apuntó a lo de "¡Presidenta, Presidenta!", muy especialmente entre los acólitos de las derechas de toda la vida, cuando ganaba las elecciones en Madrid doña Espe, que sonreía complacida con el agasajo, a pesar de ser familia del poeta Jaime Gil de Biedma. De ahí se extendió y no hay señora que presida algo que no le llamen presidenta, que es algo tan espantoso como decir que en casa hay agua "corrienta".

Pero el impulso definitivo del lenguaje inclusivo vino de la mano de las ministras florero de don Zapatero, que superaron todo lo imaginable con "los jóvenes y las jóvenas" y aquello tan audaz de "los miembros y las miembras". A partir de entonces se abrió la veda y ahora resulta obligado para las militantes feministas duplicar todos los sustantivos y adjetivos, de tal manera que la expresión de una idea sencilla se hace interminable y absurda. Por ejemplo, un suponer, "los padres y las madres de los niños y de las niñas se reunieron en la escuela con los profesores y las profesoras para que estén saludables y saludablas".

El lenguaje inclusivo es imparable y va a todo trapo, de tal manera que, de aquí en unos años, no va a haber Cristo que entienda nada, sobremanera en ese galimatías del lenguaje escrito, con arrobas intercaladas, como cuando vemos, por ejemplo, los "trabajador@s". A ver, ¿cómo se lee eso? Propiamente debería leerse "trabajadoroncequilosymedios". Apasionante.

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