La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ver el dinero

La creciente intangibilidad de los medios de pago

Después de mucho negociar en Bruselas, España recibirá 140.000 millones de euros para impulsar su economía tras la pandemia por el covid-19. De modo que, sí, hay dinero. Dinero hay a espuertas; lo único, que nosotros lo vemos poco. Antes, todavía lo veíamos algo, pero es que ahora, con el uso masivo de las tarjetas, cada vez lo vemos menos. Y eso que, en los últimos años, la circulación de billetes se ha triplicado. Le han dado a la manivela y hay mucho más dinero circulando, pero debe de ser que circula por las autopistas y nosotros lo hacemos por los caminos de pueblo. Lo cual explicaría que no me haya cruzado nunca con un billete de quinientos euros. Algo que debe de ser, imagino, como cruzarse con un Ferrari.

Hablo del dinero que nos dará la Comunidad Europea porque, en mi opinión, una cosa es el dinero tangible, el que vemos y tocamos, y otra el que anda por ahí volando. Esas cifras de miles de millones que nadie sabe de dónde salen ni a manos de quien irán a parar. En teoría son para nosotros, pero lo más probable es que de esos 140.000 millones no veamos ni un euro. La culpa es nuestra porque hace poco publicaron una nueva encuesta en la que la mayoría de los españoles se mostraba favorable a pagar con la tarjeta o con el móvil.

Así no hay manera. El dinero intangible no es dinero. Esos 140.000 millones habría que verlos. A mí que me den billetes y no cifras en un papel. No sé ustedes, pero yo disfruto pagando en efectivo. Cuando pago con la tarjeta es como si fuera más pobre. Más de lo que soy, pues con esa tendencia a que todo se pague con la tarjeta o con el móvil, el dinero físico acabará desapareciendo y nos convertiremos en marginados paupérrimos sin un euro en el bolsillo.

El dinero, como da confianza, es en billetes, no en un papel. Un amigo me contó hace tiempo la anécdota real de un matrimonio de ancianos que, una vez al mes, bajaba desde su aldea al mercado de una importante localidad rural del occidente asturiano y aprovechaba para acercarse al banco. El día de mercado, el jefe de la sucursal, que conocía las costumbres de los ancianos, mandaba a uno de sus empleados que metiera varios fajos de billetes en una caja de cartón y estuviera atento a sus indicaciones.

Buenos días, don Anselmo, venimos a ver nuestro dinero. Porque lo de la cartilla estará aquí, ¿no? Decían los viejos. Bah, dejará de estar, respondía el jefe de la sucursal. Y llamaba al empleado para que entrara en el despacho con la caja llena de billetes. Fernández, traiga el dinero de estos señores. Aquí lo tienen. Pierdan cuidado que ya me ocupo yo de que su dinero no lo toque nadie. Y los viejos, después de echarle un vistazo, se despedían tan contentos. Pues nada, hasta el mes que viene.

Pueden reírse, si quieren, de la ingenuidad de los viejos, pero ahí tienen al emérito Juan Carlos, que tenía en palacio una máquina de contar billetes. Lo suyo era el dinero contante y sonante, no las cifras en un papel. Así que van a permitirme que dude que esos miles de millones que da la Unión Europea a España lleguen a nosotros. Mientras no los enseñen y los veamos, no me lo creo.

Compartir el artículo

stats