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El padre de la partitura exacta

Su valía profesional evidencia que fue un músico emprendedor y curioso cuyo espíritu pervive

En el Avilés de los años 70, comenzaban a sucederse diversas actividades culturales y recreativas de la mano de colegios, escuelas, alguna asociación, con el voluntarismo personal también, y el Ayuntamiento. En esos años tenían lugar concursos navideños, villancicos populares o de autor. En uno de esos concursos, celebrado en el Instituto Carreño Miranda, participaba yo, con el Colegio de San Nicolás, y Gonzalo Casielles, que presentaba uno de sus bellos villancicos, "Cae la nieve", interpretado por sus hijos (Gonzalo hijo, Cristina hija y M.ª Eugenia). Y ganaron ese concurso.

Desde entonces hubo una comunicación esporádica hasta que se inicia la creación de la Escuela Municipal de Música en 1980. Conociendo su valía profesional, le invito a que se sume al proyecto con un puñado de profesores, y la relación se estrecha hasta este día en que nos ha dejado. Son muchas las anécdotas, las vivencias, incluso las fatigas, y mucho el trabajo que Gonzalo desempeñó. Fue emprendedor y curioso para todo, haciendo lo que necesitábamos en cada momento.

De bonhomía natural y espontánea, se hizo con el afecto de alumnos, profesores y padres. La ciudad lo quiso y lo respetó, incluso allí donde acudió y trabajó, como Cangas de Narcea, donde reordenó la desaparecida Banda de Música. Mantuvo la sabiduría del trato plácido y pacífico, que ablandaba cualquier posibilidad de roces o rudezas.

Tenía un oído musical impresionante, con facilidad para emitir con exactitud una partitura, repentizando a primera vista. Armonizó no pocos temas para voces iguales y voces mixtas. Fue premiado con muchos homenajes, querido merecidamente siempre.

Los coros asturianos saben de su dedicación y de sus aportaciones, que incluyeron en sus repertorios y en los concursos corales, sobre todo el de Avilés, donde también fue jurado muchos años.

Es difícil aceptar que la vida nos lleva hasta un final sin retorno ? hoy le pedimos que desde allá nos eche esa mano que tuvo para nosotros aquí, cuando lo hemos necesitado, y que nos siga ayudando. Mantenemos esa fe.

Hasta siempre, maestro Casielles.

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