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Francisco Sánchez

El retorno de los señoríos

El afán de los gobernantes de las diferentes autonomías para cercar sus territorios

El artículo 1º decía así: “Desde ahora quedan incorporados a la Nación todos los señoríos jurisdiccionales de cualquier clase y condición que sean”. De esta forma, el Decreto de 6 de agosto de 1811 de las Cortes de Cádiz abolió el régimen feudal en España, después de un largo debate en el que intervinieron ilustres e ilustrados asturianos.

Los señores feudales de los reinos hispanos por lo general no eran gentes de horca y cuchillo, ni utilizaban el derecho de pernada, porque sus privilegios estaban más atenuados que los de sus equivalentes de más arriba de los Pirineos, por causa del prolongado esfuerzo militar de la Reconquista. No obstante, sí que su poder económico era semejante a los señores del Norte de Europa, apropiándose de los excedentes del campo con mil y un pretextos, a través de la multitud de cargas que imponían a los vasallos campesinos, propios y ajenos. Cobraban por pasar por montes, caminos y puentes, por entrar en los lugares cercados o amurallados, por usar el molino y por otro sinfín de cosas imaginables. Todo ello acabó en aquel verano de 1811, aunque el absolutismo fue reinstaurado durante un tiempo cuando llegaron los Cien Mil Hijos de San Luis para apoyar a Fernando VII, que usaba paletó.

Con la caída definitiva del régimen señorial se constituyeron las naciones modernas, siendo una de sus derechos más preciados el de poder circular libremente por el interior de cada una de ellas las personas, los bienes y los capitales. Quedó por algún tiempo un remanente de aquel régimen, que limitaba la libre circulación de las mercancías, ya que había que pagar una tasa para entrar en los municipios, que eran los fielatos. Los más antiguos del lugar se acordarán de aquellas casetas de las que emergía un funcionario municipal con gorra para cobrar la tasa a camioneros, zabarceras y viajeros que bajaban del tren o del autobús con algún hatillo con comida.

No quedaba ya ni un residuo de todo aquellos y ni siquiera de las fronteras nacionales, salvo en los aeropuertos para los pasajeros no comunitarios, que tenían que hacer una cola especial, en tanto que nosotros pasábamos como Pedro por su casa. Uno pensaba que se moriría en ese sistema, salvo que se desmoronara la Unión Europea, que todo podría ocurrir tras el “brexit”, aunque se antojara como un posible muy remoto. Más he aquí que llegó el bicho chino, que es un murciélago diminuto, y todo cambió.

Se ha desatado una gran pugna entre los modernos señores jurisdiccionales por cercar sus territorios. De momento no cobran por entrar o salir de sus feudos, pero si se han apresurado para cercarlos, algunos de ellos con tal frenesí que hasta han recercado partes de ellos, como aquí que tenemos a todas las Asturias cerrada y, dentro de ella, también y a su vez, han amurallado Oviedo, Gijón y Avilés. Ya se cobraba por pasar el Negrón para entrar o salir de Asturias, de modo que queda que pongan peajes para entrar o salir de esa ciudad y de las otras dos villas citadas. Naturalmente que sí y sólo si se viaja con salvoconducto, que es algo que únicamente los muy mayores recordarán de los tiempos en que los años se contaban como triunfales, después de aquel bando que decía: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1º de abril de 1936, año de la victoria. El Generalísimo”.

Como los reyes absolutos medievales otorgaban a los nobles o hijosdalgo extensiones de terrenos sobre los que podían ejercer señoríos territoriales, el doctor Sánchez, don Pedro, ha regado de mercedes a los jefecillos autonómicos para cercar, recercar, amurallar y rodear con fosos a sus territorios o los cachos de los mismos que mejor les parezca, así como a arrestar, imponer vestiduras y prohibir cuanto crean conveniente a sus amados súbditos, que por amor a ellos pueden hacer cuanto les plazca y por seis meses.

Nada más que fueron investidos de todas esas gracias soberanas, casi todos los prebostes de las taifas que nos gobiernan se han puesto a ejercer sus poderes señoriales en competencia de a ver quién más limita. Tendremos feudalismo hasta la primavera.

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