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Francisco Sánchez

Un año nuevo ya viejo

Mensajes bienintencionados y propuestas consumistas en un ejercicio donde todo sigue igual

Después de haber emitido tantos buenos y bienintencionados deseos de que el año 2021 fuera feliz y dichoso, no hemos notado la más mínima diferencia con el que se nos ha ido oficialmente. Todo aparece idéntico.

Ya ven que tenemos que seguir saliendo a la calle embozados con una máscara, como si estuviéramos en Carnaval disfrazados de aquella antigua historieta de “El Guerrero del Antifaz”. Es curioso esto del tapabocas, como lo llaman los mejicanos, porque inicialmente los llamados expertos nos decían que no había que enmascararnos e, incluso, que no era recomendable hacerlo, para que acabara siendo obligatorio portar esa prenda tan insoportable hasta para ir a cagar. En ello seguimos en este nuevo año.

De igual modo, despedimos el año con toque de queda y con esa limitación seguimos sujetos de forma callada, porque ni siquiera tenemos el placer de que nos anuncien su inicio con una salva de cañón o con el sonido de una trompeta tocando a retreta. Con música al menos sería más llevadero el recogimiento monacal a completas.

Si mira usted la caja tonta, todo sigue igualmente como solía. Las caras parlantes de los locutores y los tertulianos continúan pontificando sobre lo humano y lo divino, sobre los delitos y las penas y, sobremanera, sobre la cansina pandemia, recomendándonos encarecidamente portar mascarilla, aunque ellos no se cubran con ella, y no interactuar entre nosotros los televidentes, aunque ellos no cesan de hacerlo entre sí. Hay que comprenderlo porque es el pan de sus hijos, no como el resto que andamos por ahí por puritito vicio.

En la tele verán también los interminables bloques con multitud de anuncios, entre los que destacan los que promueven diversas pócimas y mejunjes contra catarros y resfriados, que producen nuestros familiares virus de todos los inviernos y que no precisan mascarillas ni toques de queda, porque ya son como de casa. Por eso se expenden sin receta médica, pero no por eso son menos científico y, por ello, al final de esos anuncios siempre aparece la pantalla en azul con unos dibujitos en blanco y un lema que dice: “Esto es un medicamente, lea sus instrucciones y consulte al farmacéutico”. Que es un curalotodo ya lo sabíamos, pero si lee sus instrucciones jamás lo tomará porque no se recomienda hacerlo a niños, embarazadas y otro montón de personal con diversas afecciones, que casi nadie sabe si las padece o no, y puede tener efectos secundarios de lo más terrible, aunque dice que esto se haya testado sólo ocasionalmente.

Entre esos maravillosos anuncios no pueden faltar y no faltan, especialmente en esta época navideña, los que promueven la compra de colonias y perfumes en frascos de diseño, que es lo caro de fabricar. Si se fija algo en ellos quedará perplejo y es que de llamar la atención se trata, pero creo que lo hacen en demasía. Son todos ellos un exceso pues, sobre temas musicales de ópera de fondo, aparecen unos jóvenes de ambos sexos de muy buen ver, casi en cueros y siendo las prendas que portan imposibles de vestir, haciendo cosas totalmente absurdas en escenarios impensables. Al final de esos anuncios se suele oír una voz que musita unas frases incomprensibles y que concluye diciendo el nombre de la marca, pero como con la boca empapizada por unos polvorones, de tal manera que se le escucha, por ejemplo: “Paco Gabán” o “Cagolina Hegüegua”.

Es bien conocida esa frase en latines que dice: “Nihil novum sub sole”, que, traducida al romance castellano, es “Nada nuevo bajo el sol”, que se atribuye falsamente a un montón de autores, pero que en realidad aparece en el libro bíblico del Eclesiastés, que la tradición dice que lo escribió el mismísimo Salomón. Sea cierto o no, el pensamiento que se resume en esa frase viene que ni pintado para este año que acababa de empezar y que ya es viejo, porque de momento todo sigue igual que en el pasado.

Es que el cómputo de los años a partir del día primero de enero es una convención, adoptada en la época de la república romana, por ser el día en que los cónsules tomaban posesión de sus cargos durante un año. Antes los contaban desde el primero de marzo. No obstante, el año es una realidad material, porque es el tiempo en que tarda la Tierra en girar alrededor del Sol. Esperemos que este se rejuvenezca para nosotros con el giro.

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