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Francisco Sánchez

Vita brevis

Francisco Sánchez

Golpeando ligeramente

La libertad de expresión y los delitos de opinión: al hilo del encarcelamiento de Pablo Hasél

No sé cuantísimos días dura ya la dictadura que nos limita nuestros derechos fundamentales con el pretexto del bicho chino. No dirá nadie que no somos pacientes. La chusma soberana cumple sumisamente con todo cuanto le imponen. Nadie levanta la voz, siquiera sea para mostrar públicamente su contrariedad con tan prolongada anomalía democrática. Todo sea para que cese de transmitirse el asqueroso bicho ese, que se ve que no hay manera de que no pulule por el mundo para la perdición de las almas.

Pues he aquí que, por fin, parte de las masas se han cabreado, y mucho; de tal manera que han salido a las plazas y las calles de nuestros pueblos y ciudades y han mostrado su feroz ira contra el mobiliario público urbano y el particular, incumpliendo toques de queda y dando batalla campal contra los funcionarios que ostentan el monopolio de la fuerza. Pero, no se confunda, amable lector, que esas gentes no se han alzado contra las ya cansinas normas que nos cercenan las libertades por causa de la pandemia. No, que va. Esas gentes han salido a las calles en protesta porque a un señor, que se llama Pablo Hasél, le han metido en la cárcel.

Quiero puntualizar que no sé por qué diablos el apellido de ese señor se escribe tal como yo lo he escrito, Hasél. De momento resulta evidente que tiene el apellido con falta de ortografía, porque no debería tener acento ortográfico. Pero, como así lo escriben en todos los medios de comunicación, así lo pongo, que no soy yo nadie para enmendarles la plana ya que no conozco yo a ese sujeto absolutamente de nada.

Bueno, pues este individuo parece ser que ha sido condenado a las “prisiones do el ambicioso muere / y donde al más activo salen canas”, como dice la “Epístola moral a Fabio”, de Andrés Fernández de Andrada. Viene bien este recuerdo poético para el caso, porque el señor éste, con apellido con falta de ortografía, ha sido condenado por los tribunales de justicia por cantar unos poemillas en los que, según parece, enaltecía al terrorismo. En eso se podrá comparar con algunos de nuestros grandes poetas del Siglo de Oro, como Francisco de Quevedo, que dio también con sus huesos en prisión porque era bastante jacarandoso con la lengua.

Las letrillas que hacía este sujeto las cantaba en esa especie de forma musical que se llama rap, que es una palabra inglesa, pero de la jerga de los negros americanos, que significa “golpear ligeramente”. Es eso que se canta deprisa, como a golpecitos de la rima sencilla de lo que se dice, acompasado con el ritmo de fondo de la música, mientras se ilustra con distorsiones de las manos y los brazos. Para que se haga una idea los que no estén muy duchos en esta forma musical, les trascribo una rima del señor con apellido con falta de ortografía, que he encontrado y que dice así: “Pena de muerte ya a las Infantas patéticas, / por gastar de nuestra pasta en operaciones de estética”.

Los airados protestantes contra el encarcelamiento de don Hasél, con acento innecesario incluido, se violentan en defensa, a su decir, de la libertad de expresión, que es un derecho tan fundamental como el de circular libremente por todo el territorio nacional. Que conste que personalmente estoy totalmente de acuerdo en que nadie debería ser encarcelado por decir lo que le dé la real gana, por muy estúpido, malsonante o inmoral que sea. Pero es que en el Código Penal hay algunos artículos que tipifican delitos de opinión, como la injuria y la calumnia, agravadas si son a determinadas autoridades y símbolos del Estado o de las taifas autonómicas, así como el enaltecimiento del terrorismo o el menosprecio de sus víctimas, y los delitos de odio, tan confusos.

Efectivamente nadie debería ir a la cárcel por hablar o cantar, por muy mal que se haga. A lo sumo, una multa, sobre todo por desafinar. Pero para ello hay que modificar el Código Penal, que es cosa que depende de nuestros gobernantes. Así que no se lamenten las “Unidas Podemas” por las prisiones de don Hasél, que ya llevan una temporada en el machito viéndolas venir, sin ni siquiera golpear ligeramente.

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