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Francisco Sánchez

Vita brevis

Francisco Sánchez

Cierre perimetral

El histórico aislamiento asturiano por su orografía

El rey castellano Pedro I fue conocido en los tiempos históricos como el Cruel, pero también como el Justiciero. Dependía del color del cristal con que cada no lo vio, que la alta nobleza lo odiaba, en tanto que los burgueses de las ciudades y pueblos lo ensalzaron, como los vecinos de Oviedo y Avilés.

El hermanastro del rey, Enrique de Trastámara, fue uno de los nobles que se sublevó contra el monarca, refugiándose y haciéndose fuerte en Gijón, desde donde pretendió dominar toda Asturias, a lo que se opusieron la ciudad de Oviedo y la villa de realengo de Avilés. Naturalmente, el rey Pedro se dirigió con sus tropas hacia Asturias para sofocar la rebelión, intentando atravesar la cordillera. Menos mal que un consejero le disuadió de hacerlo hasta que llegara el verano porque, a su decir, “esta es tierra muy fuerte”.

El rey siguió el consejo y esperó hasta el mes de junio, cuando pasó el puerto, hizo frente a su hermanastro rebelde y lo derrotó, aunque el vencido consiguió escapar con vida. Se dice que el rey Pedro estuvo en Avilés y se alojó en lo que hoy es conocido como Palacio de Valdecarzana o Casa de las Baragañas, que es el edificio civil mas antiguo de la villa. Es bastante probable que esto no sea más que una leyenda urbana, porque lo más seguro es que ese edificio estaría aún en construcción o, incluso, no se hubieran comenzado los cimientos cuando el rey Pedro I el Justiciero estuvo en Avilés, si es que se alojó en la villa. En tiempos de su reinado azotaba Europa la peste negra, una pandemia que diezmó su población, hasta el punto de que incluso su padre, Alfonso XI, murió víctima de esta enfermedad. Ya ven que Asturias ya tenía impuesto un cierre perimetral por la peste negra, que impidió que el propio rey pasara a sus tierras desde León.

Pero era una cosa natural, por causa de la nieve en las cumbres de los montes que la delimitan, de lo dificultoso de los caminos que la unían a la meseta y de los peligros de los argayos, de los osos y demás alimañas que acechaban en los bosques y las praderías que circundaban el Principado.

Por su orografía, Asturias ha sufrido históricamente un cierre perimetral, que la ha mantenido aislada del resto de España y de Europa, salvo por mar. Apenas se mantuvo el camino primitivo de Santiago, que fue relegado casi al olvido con la apertura del camino francés tras la conquista a los moros de los Campos Góticos y las demás tierras llanas que se extienden hasta el Duero. Ni siquiera las grandes obras públicas del siglo XIX consiguieron levantar el aislamiento, porque el tren todavía tarda hoy tanto hasta León como de León a Madrid, el túnel del Negrón es de pago y el aeropuerto hasta hace cuatro días no se podía utilizar buena parte del año y ahora no tiene aviones en los que viajar.

Don Adrián Barbón, que es de Laviana, ha anunciado que va a mantener el cierre perimetral para frenar al bicho chino. No quiere que nos vengan forasteros a beber sidra, ni a comer fabada y cachopo, ni a disfrutar del frescor del orbayo, ni a contemplar el verdor de sus prados y sus montes, aunque sean de eucaliptos, ni a hacer rutas por nuestras sendas en chándal y zapatos de tafilete, ni a saborear ninguna otra de las delicias de nuestro paraíso natural, que lo es porque pocos lo han hoyado durante siglos.

Así, sin contacto con gentes extrañas, cerrarán por fin todas las industrias, que tanto empuercan, y volveremos a vivir sanamente, comiendo pote de nabos o de castañas con pan negro de centeno o, con suerte, de escanda. Y a emigrar de nuevo.

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