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Diplomático de vocación

En la despedida a otro asturiano universal, exembajador de Paraguay

No es casualidad que Fernando Olivié decidiese hace ya casi tres décadas iniciar su extraordinaria “La herencia de un imperio roto” con la mención al oscuro encuentro en el que la reina Victoria y Luis Felipe, el Rey Ciudadano, sellaron el destino matrimonial de nuestra Isabel II. Y es que la elección de ese momento preciso, crítico para la posición de un país sometido de facto a un protectorado franco-británico, resume a la perfección tanto el propósito de la obra como el de la vida de su autor: la lucha sin tregua por reubicar internacionalmente a España en la posición que su historia exige y su ambición reclama. Una vocación propia de diplomático a la que Olivié se aplicó con rigor y pasión indisimulados, plasmándose en un completo cursus honorum (embajador en Paraguay, Colombia, Yugoslavia, Bélgica y Polonia) en el que brillará siempre su lucha en Naciones Unidas por lograr una descolonización de Gibraltar aún pendiente. Pasión que supo transmitirnos mediante una prosa siempre pulcra, en la que su erudición y elegancia rendían indefectiblemente al extasiado lector. Si el año pasado se iniciaba con la pérdida del extraordinario Fernando Morán, este 2021 nos deja sin otro asturiano universal. Confiemos en que, al igual que su compañero de carrera, Fernando Olivié pueda recibir también una Medalla de Asturias que sus amigos de Illas, con el alcalde Tirador a la cabeza, promueven y que, por sus extraordinarios méritos, a buen seguro tiene merecida. Descanse en paz.

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