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Francisco Sánchez

Vita brevis

Francisco Sánchez

El largo brazo de Franco

Sobre esta Semana Santa, en la que estamos sitiados, y la batalla de Trafalgar

En esta Semana Santa estamos sitiados. Sabe usted que no puede salir de Asturias, ni hacia León para secar, ni hacia Ribadeo a comer pulpo, ni a Unquera para comprar corbatas. Pero no se desespere, que sí puede viajar a París, a Berlín o a Londres, si es que vuela algún aeroplano desde aquí hasta aquellos lugares.

Si por casual va a Londres, como buen turista estará obligado a ir a Trafalgar Square, aunque ya no haya puestos de alpiste para las palomas, porque con buen criterio está prohibido alimentarlas, porque son una plaga de seres antediluvianos que, en realidad, son ratas voladoras.

Esta plaza se encuentra en Westminster, en el corazón mismo de Londres, y puede llegar a ella fácilmente en metro, apeándose en la estación de Charing Cross. Allí se ubica la National Galery, por si es usted aficionado a los museos, y la parroquia anglicana de Saint Martin-in-the-Fields, que viene a ser San Martín de los Prados, como San Julián de los Prados, de Oviedo, pero con menos hierba, porque esa iglesia inglesa no tiene ni una brizna, aunque tiene un coro famoso, que canta de maravilla, por si le gusta la música. No crea que es todo beatería en esa iglesia, porque en la cripta hay un chigre, en el que por las noches hacen sesiones de jazz.

Lo curioso de esa plaza es su nombre de Trafalgar, que es un cabo que está en Barbate, muy cerca de Cádiz. Naturalmente se entiende enseguida que se observe que en el centro de la plaza hay una alta columna coronada por la estatua del almirante Nelson. Se conmemora con ello la batalla de Trafalgar, que fue la última victoria de ese almirante contra las flotas francesa y española, tras la alianza de Napoleón y Carlos IV. Allí fallecieron los marinos españoles Churruca y Alcalá Galiano, y fue mal herido Gravina, que falleció después de esas heridas. De aquello corría el año 1805, ante de la Guerra de la Independencia.

En Palma de Mallorca hay unas calles con los nombres de esos ilustres y heroicos marinos españoles de la batalla de Trafalgar. Pero el alcalde de esa población pretendió retirar esos nombres del callejero porque, a su decir, tenían connotaciones franquistas. O sea que ya eran franquistas un siglo antes de que naciera Franco en Ferrol. En el paquete de franquistas a retirarle su calle iba también el almirante Cervera, que fue otro marino ilustre de la batalla de Cuba contra Estados Unidos, en 1898, aunque este con algo más de razón porque Franco ya había nacido y tenía seis años.

Después del chorreo de críticas que llovieron sobre el regidor de Palma, este tuvo a bien paralizar el cambio en el nombre de las calles, nombrando una comisión de expertos para ilustrar sobre el asunto. No parece que fuera necesaria ninguna comisión para algo que debería saber cualquiera que haya estudiado algo de Historia de España, pero bienvenida sea la rectificación de ese señor, que alardeó públicamente de tanta ignorancia. Podía haber preguntado antes a algunos ingleses de los que hacen turismo en su isla, que seguro que conocen Trafalgar Square y por qué se llama así.

No ha sido el alcalde de Palma el único que ha visto el largo brazo de Franco en cualquier personaje de nuestra historia patria, porque hace unos pocos años también retiraron de una calle de Barcelona su nombre al almirante Cervera, que se batió en Filipinas y contra los yanquis, y que fue ministro de Marina siendo presidente del Gobierno Práxedes Mateo Sagasta, del partido Progresista, y luego senador.

Más divertida es la historia del cambio de nombres a algunas calles de Avilés, como las travesías que van de Rivero a Llano Ponte. Allí estaban las calles de general Mola y general Lucuce. El primero de ellos sí que fue franquista, porque fue el que se sublevó en Sevilla en el año 1936. Pero don Pedro Lucuce y Ponte fue un general avilesino que nació casi tres siglos antes, fue ingeniero militar y director de la Real Sociedad de Matemáticas. A ambos les retiraron las calles, al poco de llegar la democracia, por franquistas, que Franco ya alargaba su brazo desde hace siglos. Cosas de la ignorancia.

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