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Carmen Nuevo

Dragonina y la magia de Lucas

La imaginación y los sueños a través del lenguaje infantil

Recibí a “Dragonina y la magia de Lucas” un día nublado, uno de esos días en los que suelo echar de menos la luz y la alegría de esas tierras alicantinas de mis antepasados por línea materna.

Alicante, siempre plagada de aromas azucarados, de helados derritiéndose al caer la tarde, de milamores, amapolas y campanillas y de amaneceres azules tan profundos, que llenan de color no solo los ojos, sino también la vida. Y precisamente de ese lugar llegaba “Dragonina y la magia de Lucas”, un cuento de la Editorial Club Universitario y un regalo de su autora, Beatriz Bernabé.

Leer ese maravilloso relato es sumergirse en los sueños, aquellos que solo pueden compartir los que hablan, a través del corazón, en un lenguaje infantil de sílabas brillantes y donde habitan dragoninas luminosas que surgen de las páginas y nos incitan a volar y alcanzar los satélites por senderos de plata y magia, aquellos que, a pesar de haber crecido, nunca debimos de abandonar.

Paso sucesivamente las páginas y los fuegos iluminan la noche de naranjas fluorescentes y los mares se vuelven de forma incomprensible aguas muy dulces, porque, a pesar de la dureza, resuenan siempre las cajitas de música.

Y también me adentro en árboles mágicos con Lucas y formo parte de caracoles sonoros y de seres muy especiales como tú, Beatriz, que compartes tu vuelo muy alto y que nos transmites aromas de pino, menta y limón. Aromas abecedarios, cuando aprendíamos las letras y los libros olían verdes como los bosques y los animales eran músicos que compartían su inocencia y sonrisas…

Nuestros pies crecen y también nosotros, y la vida llega un momento en el que comienza a doler, sobre todo cuando conocemos el gesto amargo de las traiciones, cuando los senderos felices se vuelven oblicuos y cuando es lo que parecía no ser, y ante eso quizás solo debamos pasar las páginas de tu libro plagado de dragones que expelen humos de azufre y volver, desde la distancia, a confiar.

Leo tu maravilloso relato y te leo a ti, Beatriz, y te imagino rodeada de luz, allí en tu tierra, acercándonos tus sueños y tu sensibilidad y haciéndonos recobrar esa esencia infantil, a pesar de las piedras más duras.

Y aunque a veces nos atenace triste la oscuridad, aún gracias a ti, amiga Beatriz, podemos elevarnos sobre las nubes e imaginar que acariciamos la Luna a través de la música y a pesar de todos los jirones.

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