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Primitivo Abella

La esquina del zorro

Obras en la ciudad y nostalgias

Hay dos obras en la ciudad que me provocan nostalgia. Una que empieza y otra que termina. La primera, la que va a iniciarse en breve para ampliar el macronegocio del San Fernando. Colegio, instalaciones deportivas, hostelería y ahora un centro polideportivo. Hasta Iglesia tuvo. La parroquia de San Juan de Ávila estuvo radicada durante toda mi etapa de creyente en el colegio San Fernando y no escuché más misas que las que allí se celebraban y las del cura de mi pueblo, allá por los montes de Lena. En la falda de la colina del Sanfer aún quedan vestigios de lo que fue zona natural de exploración para todos los guajes del Carbayedo: los praos de Carbajal.

Con la eliminación de esa mancha ya solo nos quedarán las fotos y el recuerdo. Mal negocio hizo el Ayuntamiento cuando cedió terreno público al colegio a cambio de unos pocos aparcamientos. No nos pareció en aquel momento que fuese un intercambio de valores iguales pero nos quedamos en minoría. Cuando arranquen los arboles y tiren el muro estará más claro que perdemos más de lo que ganamos y el San Fernando dirá justo lo contrario.

La segunda obra de la nostalgia es una que termina. Es el edificio de la avenida de Cervantes en el cruce con Galiana y la avenida Portugal. En la esquina donde estuvo la ferretería Cuervo. A la izquierda de la entrada de la ferretería estaba el bar Pay-Pay que atendían la madre del ferretero, Esperanza, y un hijo de esta, Abilio. El año que dejé de ir a la iglesia del Sanfer empecé a frecuentar ese bar.

Como sucede en muchas de las calles de la villa, el edificio tenía un patio en la parte trasera. Allí había un merendero destartalado, los restos de lo que fue un juego de la rana, una gallinero y algo de huerta. Nosotros llegamos para ver la decadencia de lo que había sido un chigre de éxito que tuvo bolera, llave y gallera y donde los portuarios de las casas de la República tuvieron economato. Entre sus ruinas nos reuníamos por la tardes para tocar la guitarra y cantar canciones que hablaban de nosotros y de nuestro mundo. Entrabas, le pedías a Esperanza un vaso de vino con Casera y 10 minutos después lo tenías en tu mano. No había prisa. Una de aquellas canciones definía el Pay como “un lugar donde se para el tiempo”.

Pienso en aquellas tardes y me viene la letra de “La esquina del zorro” de Barricada porque fue allí donde escuché por primera vez aquella canción de los navarros. Pienso en los praos de Carbajal, en el Pay-Pay, en la peña, en los barricada y el Boni, que nos dejó en este año de soledades después de que le arrebatasen lo que más quería: su voz. Pienso todo eso y me viene aquel remate de la esquina del zorro “se merece una canción”. Aquí estoy otra vez, mirándote, acordándome de lo bueno que nos diste y escribiéndote unas letras. A ti y a un tiempo que no para. Agur Boni.

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