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José López Antuña

El rincón de la ley

José López Antuña

Derecho al libre pensamiento

Los fantasmas del pasado ante discrepancias ideológicas

La persona de pensamiento libre o “verso libre” es una forma de expresión ideológica que se caracteriza por su alejamiento de las pautas políticas y sociales que predominan en la sociedad española contemporánea.

Un librepensador es una persona que sostiene que las posiciones referentes a la verdad deben formarse sobre la base de la lógica, la razón y el empirismo en lugar de la autoridad, la tradición, la revelación o algún dogma en particular.

La Constitución Española (CE) no recoge la libertad de pensamiento, de modo que la libertad de pensamiento se sitúa en un ámbito personal, puesto que el pensamiento libre no necesita realmente garantías, éstas son exigidas cuando se trata de actuar conforme a las propias ideas.

La libertad de pensamiento, es por tanto, una libertad de manifestación, que protege al ciudadano frente al poder y frente a los demás. Unos derechos vinculados al principio de dignidad de la persona y al concepto de derechos de la personalidad, que proclama el artículo 10.1 CE. Así lo ha entendido el Tribunal Constitucional: La libertad ideológica no se agota en una dimensión interna del derecho a adoptar una determinada posición intelectual ante la vida y cuanto le concierne, y a representar o enjuiciar la realidad según personales convicciones. Comprende, además, una dimensión externa agere licere, con arreglo a las propias ideas sin sufrir por ello sanción o demérito, ni padecer la compulsión o la injerencia de los poderes públicos.

El artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos regula que: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

El problema radica en que, aunque afortunadamente España es hoy una democracia consolidada, los fantasmas del pasado han vuelto quizá porque los españoles somos los ciudadanos europeos que más aversión sentimos hacia la discrepancia ideológica y, para mayor desgracia, hemos inoculado ese virus a las generaciones del futuro. Así es, han vuelto la intolerancia, el lenguaje guerracivilista, la falta de respeto al libre pensamiento, el enfrentamiento, la crispación, el odio, el miedo...

Nace de la clase política interesada en utilizar viejas estrategias espurias que les retroalimente y creen cortinas de humo que desvíen la atención de los auténticos problemas de los ciudadanos y que son incapaces de solucionar. Pero me reitero, el problema se acrecienta en tanto en cuanto han conseguido arrastrar a una mayoría de la sociedad que lamentablemente demuestra que los políticos son reflejo de la ciudadanía a la que representan y por la que son elegidos cumpliéndose la máxima de “tenemos lo que nos merecemos...”

En cualquier foro de comunicación (redes sociales, sobre todo) el nivel de diálogo con educación y respeto brilla por su ausencia: a la mínima que se sale de los parámetros y postulados rígidos de lo que las castas estipulan y pretenden imponer se recibe, cuando menos, molestias del tipo: si se defiende una causa por justa que lo parezca que “ellas” enmarcan en la izquierda te tildan de facha-fascista-nazi; de la derecha de rojo-bolivariano-bolchevique; si no se condena a todos los hombres, machista y viceversa, feminazi; etc.

Más allá de acudir a la vía judicial si la perturbación pueda ser susceptible de incardinarse en algún tipo de delito o falta, aunque justa y necesaria, es una ardua y difícil tarea conseguir que la justicia se encargue de garantizar acotando, afinando en un ejercicio casi circense el derecho a la libertad de pensamiento porque entre otras razones chocaría con otros derechos como la libertad de expresión, etc...

Por ello, la solución pasa por una educación que fomente los valores democráticos, el pensamiento crítico, el cuestionamiento de las ideas propias, la formación para diferenciar la información de la manipulación, el fomento de la tolerancia, el respeto y la educación en el diálogo con los demás, la ausencia de despotismo, totalitarismo, sectarismo, extremismo, estigmatización, sesgo ideológico, adoctrinamiento y pretensión de conquistar el pensamiento ajeno de forma agresiva o invasiva, etc.

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