Gustav Jung, suizo, fue más, mucho más que el mayor psiquiatra del siglo XX: fue mago, místico, alquimista, consultó el I Ching y el Tarot a lo largo de toda su madurez, un sabio en la más amplia acepción de la palabra.
Su biografía y su obra son un regalo constante para el espíritu, una puerta abierta hacia la entrada de mundos superiores e invisibles. Practicó con una prima suya muy joven el espiritismo y la mediumnidad, dedicó su tesis doctoral a los fenómenos ocultos, tuvo sueños visionarios y experimentó numerosos episodios de fenómenos paranormales.
Fundó la psicología analítica, dejando a las generaciones futuras riquezas básicas como el inconsciente colectivo, el sincronismo, el principio de individuación, la libido, la introversión y la extroversión, el ánimo y el ánima. Se dio cuenta que en cada persona existen varias personalidades, diferentes: el hombre interior y el exterior, a quienes llamó el número uno y el número dos. En los momentos finales de su vida, encerrado en su rincón mágico de Bollingen, Suiza, concedió una entrevista al escritor chileno Miguel Serrano que plasmó en un libro inolvidable: “El círculo hermético”, una joya única y maravillosa, un auténtico placer para los sentidos.
Se casó con una rica mujer y una mujer rica, con quien tuvo cinco hijos.Tuvo varias amantes, de raza judía, a pesar de ser un ario puro. A los ochenta años le dicto a su secretaria, también judía, Analia Jaffe, su autobiografía, una obra maestra de todos los tiempos, donde apenas habla de su existencia, un auténtico prontuario de impresiones psíquicas.
Nada humano y divino le fue ajeno. En uno de sus últimos libros, “Sobre cosas que se ven en el cielo”, habla acerca de los platillos volantes, llegando a la conclusión que son una necesidad de la psique, proyecciones del inconsciente colectivo: la mente ve lo que necesita ver, una fuerte ansia de un salvador. En “Respuesta a Job” habla del mal, Satanás y el Anticristo; fue el único libro que apareció en las listas de bestsellers en los Estados Unidos. En el día de su muerte le dijo a su amiga Ruth: “Tomemos un buen vino tinto esta noche” y la envió a buscarlo a la bodega, fueron sus últimas palabras. Cuando el Papa Pío XII en 1950 proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen María a los cielos, afirmó que era el acontecimiento religioso más importante desde la Reforma. Fue doctor honoris causa por las más prestigiosas universidades del mundo. Gracias a él y a su amigo Hermann Hesse se debe el gran éxito en Occidente de las religiones orientales.
Su elevado estado de conciencia le llevó a escribir a un conocido amigo suyo: “Soy un viejo cada vez más solo que escribe para otros hombres solos”. Reveló que en la segunda mitad de la vida la mayoría de las enfermedades mentales son originadas por motivos espirituales, ausencia del sentido de la vida.Tenía razón: la neurosis es siempre un sucedáneo del auténtico sufrimiento .
A los 68 años sufrió una caída: había resbalado en el hielo del camino. A los pocos días tuvo un grave ataque al corazón. Su enfermera le contó después que había percibido un resplandor que lo rodeaba mientras yacía moribundo. En sus Memorias, dice: “Mi vida es la historia de la autorrealizacion de lo inconsciente”. El pasado 6 de junio se cumplieron los sesenta años de su tránsito a la eternidad.