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Francisco Sánchez

Vita brevis

Francisco Sánchez

La buena muerte

Las consideraciones éticas de la eutanasia, cuya ley relanza el Gobierno

Ha llegado el verano, al menos desde el ámbito meteorológico, porque a partir de ahora las horas de luz solar comienzan a menguar. Climatológicamente la cosa no ha cambiado mucho, que por algo esto es las Asturias de Oviedo y por mucho cambio climático que haya, no hay manera de evitar las borrascas, las nubes y la lluvia, siquiera sea en forma de orbayo. Por algo están los campos verdes, o ¿qué cree, que es gratis?

Para aliviar los rigores estivales, el doctor Sánchez, don Pedro, nos ha regalado la gracia de poder deambular desnudos de mascarilla, que es una bendición para el oreo corporal. Viene muy bien, además, para que no nos quede la marca blanca en la cara por la ausencia en los morros de los rayos solares. Por fin vamos a volver a reconocer a las viejas amistades tal como eran, pudiendo saludarlas sin dudas ni titubeos, como hacíamos hasta ahora, cuando tantas veces respondíamos a saludos que nos hacían al buen tuntún, porque no sabíamos a quien nos dirigíamos

Ha de agradecerse también a los señores y a las señoras diputados, diputadas y “diputades” que hayan tenido la previsión de que una ley que aprobaron en marzo la hayan tenido de vacaciones hasta ahora. Entró en vigor justo tras la llegada del verano. Se trata de la ley de la eutanasia, que nace a la vida jurídica cuando declina suavemente la fuerza del sol. Es que “eutanasia” es una palabra griega, que significa “buena muerte”.

Esto de la eutanasia es cosa bastante controvertida, porque se concibe en la ley como un derecho que tienen todos los ciudadanos y residentes por más de un año en España a suicidarse o a que le den matarile en los servicios del Sistema Nacional de Salud, gratuitamente, como quien va a operarse de las anginas o de la próstata, un suponer. La verdad es que no le van a hacer la gracia porque sí, porque se exige que se sufra un padecimiento incurable e insoportable, al decir de los médicos, que vaya usted a saber los que le tocan decidir.

Naturalmente, la Iglesia católica está en contra de semejante norma, porque sostiene la moral que se resume en aquello de que “el Señor me lo dio y el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor”, que decía el santo Job. Como este profeta era del Antiguo Testamento, tampoco comulgan los judíos con la eutanasia, menos desde que los nazis llevaran a cabo el programa “Aktion T4”, con el que liquidaron a más de un cuarto de millón de enfermos mentales y físicos, y con el que probaron el sistema de cámaras de gas, que luego utilizaron para el holocausto.

La oposición a esta práctica no reside solo en los ambientes clericales, porque la Asociación Médica Mundial reiteró en su Asamblea General de 2019 que “se opone firmemente a la eutanasia y al suicidio con ayuda médica”. Sigue así la tradición de la ética médica adoptada desde Hipócrates, aunque en época de éste se practicaba y se defendía la eutanasia por eminentes filósofos como Sócrates y Platón. Enlaza perfectamente esta ética médica con los principios de la ética científica que desarrolló genialmente Benito Espinosa en su obra “Ética demostrada según el orden geométrico”. Según este holandés, de origen familiar español, la realidad significa actividad y la realidad de cualquier cosa se expresa en la tendencia a la autoconservación. De ahí que el fundamento de la ética sea la virtud de la fortaleza para persistir, que tiene una doble dimensión. Por un lado, la virtud de la firmeza para persistir como individuo, que deriva del instinto de conservación. Por el otro, la virtud de la compasión para persistir como sociedad, porque el hombre es un animal gregario. Difícilmente casa la eutanasia con estos principios éticos, que son universales y no religiosos, salvo en el caso de darle un tiro de gracia a un fusilado que no acaba de morirse u otro supuesto límite semejante.

El asunto es que el verano nos viene sin mascarilla y con la eutanasia bajo el brazo. En principio, tanto andar sin vestir mascarilla como darse o que le den matarile es voluntario. Eso esperamos, claro.

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