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Francisco Sánchez

Vita brevis

Francisco Sánchez

Himnos

La apatía a mostrar el espíritu patriótico

No parecía que hubiera mucha ilusión. No se veía por la calle a muchos chiquillos con la camiseta de la selección nacional. Menos a esos adultos que desdicen tanto luciendo su bandullo con esa prenda deportiva. No proliferaban banderas y colgaduras rojiblancas de los balcones y las ventanas de las casas de los barrios, con las que en otras ocasiones hicieron el agosto las tiendas de los chinos. Al menos, no hasta ahora.

Esa cierta apatía por mostrar el espíritu patriótico seguramente se debía a que los futbolistas seleccionados no eran grandes figuras, como en otras ocasiones formaron el equipo nacional. Probablemente a ello se unió el amedrentamiento general de las masas que padecieron durante meses por causa del bicho chino. El caso es que la Eurocopa de este año estaba celebrándose con cierta indolencia por parte de los aficionados. Y, mira por dónde, España está ya clasificada para las semifinales, cuando tendrá que competir para un puesto en la final enfrentándose a la temible “escuadra azzurra” italiana.

Al principio de los partidos se sigue entonando los himnos nacionales de los equipos contendientes, que es el momento en que uno siente cierto complejo de inferioridad, porque nadie canta el de España. Sólo se escucha la música y se ve a nuestros futbolistas mudos y como palos de escoba. En que el himno español no tiene oficialmente letra, por lo cual malamente se puede cantar. Pero, en los tiempos heroicos del Mundial de fútbol que ganó España, el pueblo soberano se inventó una con gran ingenio. Decía así: “Lala, lala, lalá, lalá, larala, lalalá, lalá, lalá, lalá, lalá, lala, larala, larala, lará, lalá, laralalá, lalá, la, la”. Los jugadores y el equipo técnico nacional generalmente no secundaban con su canto el himno, pero el público patrio que había en el estadio tronaba con su letrilla, enardeciendo los espíritus, con tanto ímpetu como lo hacen los de otros países con sus himnos que enaltecen las glorias de sus respectivas patrias.

En los partidos que se han celebrado hasta ahora por la selección nacional en la Eurocopa no se ha escuchado el “lalala”, desmereciendo mucho el espectáculo. El escaso público español se quedó mudo escuchando las notas del himno nacional, como exige la versión oficial del mismo, que carece de letra. Esta es una de nuestras peculiaridades, ya que es casi el único en el mundo que carece de ella. Y fíjese que es uno de los himnos nacionales más antiguos del mundo, que hasta existe la leyenda falsa de que la partitura la compuso Federico II de Prusia y se la regaló al embajador de Carlos III. No es cierta esa historia, pero sí lo es que se impuso como marcha de honores por ese rey ilustrado y desde entonces fue himno ininterrumpidamente, salvo durante la II República, en que se sustituyó por el Himno de Riego, porque durante la I República no se cambiaron los símbolos, ni el himno ni la bandera.

Algunos zoquetes de los modernos piensan que el himno es franquista, como todo lo que existió en la historia de España, desde Indíbil y Mandonio, hasta don Pelayo, Cristóbal Colón o el almirante Cervera. Pues que sepan esos brutos que la partitura del actualmente vigente ya ni siquiera es la que era oficial cuando Franco, porque en época de Aznar, al que su amigo el presidente Bush llamaba “Ánsar”, el Estado compró los derechos de autor de la composición y se hizo un arreglo musical, cambiando el tono en Do por el más solemne en Si bemol mayor.

El himno sigue sin letra oficial, dándose la particularidad de que nunca la tuvo. Esa es otra de las ignorancias de algunos que creen que, cuando Franco, era oficial la letra que compuso el poeta gaditano José María Pemán. La ignorancia en este caso es doble, porque Pemán escribió ese poema antes de la Guerra Civil y, además, nunca fue oficial, aunque podría haberlo sido y seguir siéndolo, porque canta al espíritu descubridor de España y a la fuerza del trabajo para prosperar. No parece muy facha la cosa, que es bastante más propia que andar subiendo a un árbol, como los simios, para coger una flor.

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