La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Milio Mariño

El guapo y la España fea

La imagen de nuestro país al otro lado del Atlántico tras los encuentros entre Aznar y Bush

Puede parecer leyenda, pero es una realidad palmaria que los estadounidenses son tan torpes en geografía que sus conocimientos no alcanzan a los de un niño de primaria. Cualquiera que vaya a Estados Unidos y pregunte dónde está España, se encontrará con que nueve de cada diez responderán que entre Venezuela y Colombia. No aciertan ni con el mapa delante.

Un sondeo reciente, hecho por National Geographic, dio como resultado que el 68 por ciento de los jóvenes estadounidenses no pudo ubicar a Japón, un 65 no encontró a Francia y un 69 por ciento tampoco encontró a Gran Bretaña.

Menuda tropa. Como para preguntarles dónde está España. Por eso no me extrañó, en absoluto, que Pedro Sánchez cosechara tantos elogios entre los americanos y las americanas que lo vieron en el programa de televisión, de máxima audiencia, Morning Joe. Nada más verlo, coparon las redes sociales y las llenaron de piropos sorprendidos de que nuestro presidente fuera tan alto y tan guapo, hablara correctamente inglés y se mostrara optimista y muy simpático. Cuando el presentador dijo que el invitado era “The Spanish Prime Minister”, seguramente esperaban por un señor bajito, moreno, malencarado y con un gran bigote colgado de la nariz. Alguien más parecido a un torero castizo que a un ciudadano inteligente y moderno.

Por el mundo adelante nos ven, más o menos, así. Y en cuanto a lo otro, a cómo nos consideran, la idea que tienen es que somos vagos, dormimos mucho la siesta y el resto del día lo pasamos bailando y tocando palmas. No obstante, en descargo de los estadounidenses, conviene puntualizar que la última imagen que tenían de un presidente español era la de Aznar, en el rancho de Bush, con los pies encima de la mesa, imitando el acento mejicano y fumándose un puro.

Mal que nos pese, España sigue teniendo un problema de imagen. Por ahí afuera cuesta que nos asocien con un país moderno, plenamente democrático y tan avanzado como cualquiera de nuestros vecinos europeos.

Cuarenta años de franquismo pesan lo suyo. Y, a ese lastre, hay que sumar el empeño que ponen algunos para que España continue siendo la España de nuestros abuelos.

Solo hay que ver cómo ha reaccionado el PP cuando supo que en Estados Unidos elogiaban a Pedro Sánchez y destacaban aspectos como su inteligencia, elocuencia y diplomacia, además de su físico, del que quedaron prendados.

Pablo Casado, enseguida salió al paso subrayando que lo que decían los americanos era que Pedro Sánchez no parecía español. Lo cual, según él, reforzaba su postura y le daba la razón.

Casado sostiene que Sánchez no parece español porque no lo es. No defiende nuestros valores. Se olvida de la herencia genética que nos hace inconfundibles: la gravedad proverbial, la intolerancia y que el franquismo fue una bendición más que una dictadura fascista.

En opinión de Casado España no puede ser otra que la de siempre: la de los señores bajitos y con bigote que se oponen al divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, la ley de violencia de género y cualquier cosa que signifique progreso. La de los toros, la siesta y el flamenco.

Ir por mundo ofreciendo una imagen distinta es ser anti español y anti patriota. Al parecer, la España auténtica es la de antes, la fea. Y esa es incompatible con un presidente guapo.

Compartir el artículo

stats