Trataré de conferir a este escrito –en este bendito estado estival en el que nos encontramos– un carácter positivo de tan relevante condición, que aunque la situación en esta España nuestra no sea la más halagüeña, pueda ser en esta ocasión, lo más provechoso que sepa y pueda. Será difícil.

Voy de frente con intención de que alguien me dé una explicación a la cual, yo desde luego por mis propios medios, no logro alcanzar. Pongamos que hablamos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Digamos que entramos en su página web y leemos.

Leemos un extracto literal del propio Ministerio, definiendo lo que significa reto demográfico, y que entre otras cosas dice: “…afrontar el Reto Demográfico engloba desafíos muy diversos, como la despoblación, el envejecimiento o los efectos de la población flotante, pero también otros como la masculinización del territorio…” -Atención por favor: ¡“masculinización del territorio”! Entren, entren en la web del ministerio y compruébenlo ustedes mismos. Varias veces he tenido que leerlo para dar crédito a lo que leía. ¡Es lo que se llama rizar el rizo, vaya! O siendo más expresivo, lo haría con la siguiente anécdota vivida en primera persona.

Sin ir más lejos, en conversación mantenida hace unas semanas con una erudita –simplemente por su formación académicoprofesional– personalidad asturiana y amigo, en un determinado momento del encuentro, va y me comenta: “Mira Juan, si fuéramos capaces de modular positivamente nuestro epigenoma humano, seríamos tremendamente felices; y quizás con la felicidad vendría el no padecer de un peligroso estrés; y con ello, el buen hacer y la concordia; y luego la paz; y seguramente tendríamos hasta menos enfermedades; y así podríamos enlazar esta caterva de bondades durante bastante rato, en ésta casi infinita cadena que cada día tenemos a nuestro alcance”.

Permítanme, después de las palabras de mi amigo en este punto, una sugerencia. Y no crean que hubiera perdido el hilo del asunto que estamos tratando, ni mucho menos. Pero ahora por favor, traten ustedes de parecerse en este mismo momento –cuanto más puedan –a un gallo. Sí, sí, a un gallo. Han leído bien. Lo descubrieron y atestiguaron los belgas, sobre ese símbolo identitario francés: un gallo precisamente. Dicen los belgas que es el único animal capaz de cantar teniendo los pies entre la mierda. Todo un axioma, ciertamente. Para intentar modular positivamente nuestro epigenoma humano para poder contar y cantar nuestras excelencias empezaremos por meter los pies entre la mierda y luego cantemos.

Algunos, si no los tienen allí metidos de continuo, no son nada. Y es que si no es así, ¿pueden explicarme que significa “masculinizar el territorio”? Son ganas como antes decía de rizar el rizo. Reflexionen conmigo por favor: Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico y “masculinización del territorio”. Es decir, como si habláramos de percebes del cabo Peñas y “hormigón armao” en la órbita de la luna.

Pues en estas solemnes majaderías y demás eufemismos, bajo el paraguas de grandes y rimbombantes nombres se nos van los dineros a los españoles de bien.

Con los pies entre el estiércol y el fango, y cuanto más mejor, es como algunos saben cantar, contar y defender sus teorías; armando paralelamente los indecentes chiringuitos, importando poco –como en este caso– la ecología y demografía propiamente dichos.

Esta imagen recurrente, figurada y poco ortodoxa –si quieren– de “meter los pies entre la mierda” y el ejemplo concreto de este ministerio, podrían ser totalmente extrapolables a cualquiera otro de los (algunos) - irrelevantes ministerios existentes en España.

Una pregunta para finalizar de corte ecológico, que –entiendo– pueda incordiar a algunos. Se está en este momento promocionando la compra de vehículos eléctricos. Hasta aquí, perfecto en principio. ¿Alguien me puede decir que se está haciendo y se hará con las baterías de esos coches cuando un día lleguen a su final? ¿Y cuando empiecen a escasear dos de sus componentes principales, como el litio y el cobalto?

Preocupémonos y preguntémonos por ese tipo de cuestiones y masculinizar o feminizar el territorio pase a ser cuestión baladí, o al menos de fácil comprensión.

Termino sin tener nada que ver con lo hasta aquí comentado, y como ya no puedo seguir pidiendo los nombres de los autores de las “cartas con bala” porque se ha archivado el caso por parte de la juez que lo instruye, ahora reclamo que se reabra.

No se puede ni se debe tomar el pelo a los españoles de bien de manera tan miserable y absolutista. Cuídense mucho por favor, no se dejen atrapar ni engatusar y la Santina les guíe y les bendiga.