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Francisco Sánchez

Vita brevis

Francisco Sánchez

En vísperas del Día de Asturias

Disquisiciones en torno a la celebración del 8 de septiembre, que evoca el origen de la autonomía

Fue cuando aquello que se llamó la Transición cuando surgió el furor de constituir comunidades autónomas. El hasta entonces exiliado Tarradellas volvió a Barcelona y, desde el balcón principal de lo que fue el Palau de la Generalitat, dijo aquella famosa frase: “Ciutadans de Catalunya, ja soc aquí”. A partir de entonces todo el mundo quiso contar con su autonomía, algunas tan alejadas de la historia como La Rioja.

Desde que Javier de Burgos creara la división territorial de España en provincias, en 1833, al modo de los departamentos franceses, nuestra tierra era la provincia de Oviedo, porque todas se llamaban por el nombre de su capital excepto las vascongadas y Navarra. Así figuraba en las matrículas de los vehículos, que comenzaban con una “O” y los códigos postales con 33, que era la numeración que correspondía por orden alfabético, que es la única reminiscencia de aquello que permanece.

Siguiendo la corriente política de las autonomías, en la provincia de Oviedo se constituyó un ente preautonómico, que se autoproclamó de Asturias y, tras la aprobación de su estatuto de autonomía, en estas estamos con todas sus instituciones y su simbología.

Aquellos precursores de nuestra autonomía rápidamente se pusieron de acuerdo, sin discrepancia alguna, en que la bandera de esta Asturias tenía que ser azul con la Cruz de la Victoria, que enarboló don Pelayo en la batalla de Covadonga y que luego fue decorada con orfebrería en el castillo de Gauzón, cuyos restos aún permanecen en la peñona de Salinas. No hubo discusión, porque fue el ilustrado Melchor Gaspar de Jovellanos el que intervino para que se adoptara esta Cruz como símbolo heráldico de Asturias y ya figuraba en el escudo de la diputación provincial de Oviedo. Así que pocas dudas surgieron en que el escudo del Principado de Asturias tendría que contener el mismo símbolo.

Alguna discusión hubo sobre la celebración del Día de Asturias, pero el asunto quedó zanjado cuando el secretario general del Partido Comunista de Asturias, Horacio Fernández Inguanzo “el Paisanu”, apoyó la idea de que fuera el 8 de septiembre, en que se celebra la Virgen de Covadonga, que ye pequeñina y galana.

Toda la simbología asturiana evoca de forma coherente el hecho mítico fundacional de Asturias, que es la batalla de Covadonga, cuando se puso freno a la expansión musulmana en España, derrotando a los sarracenos a pedrada limpia con la inestimable ayuda de la Santina. Bueno, todo, no, porque a aquellos fundadores de nuestra autonomía se les ocurrió declarar como himno oficial del Principado el “Asturias, patria querida”. Bien está la primera parte, donde se dice: “Asturias, patria querida, / Asturias, de mis amores. / Quién estuviera en Asturias / en todas las ocasiones”. Pero es que la segunda parte de esta canción es un arrebato de surrealismo, que poco tiene que ver con el patriotismo chico y la identidad regional. Ya me contarán qué diablos pinta el empeño de que “tengo de subir al árbol, / tengo de coger una flor / y dársela a mi morena, / que la ponga en un balcón”, que se empecina hasta el punto de que, aunque “la deje de poner, / tengo que subir al árbol / y la flor he de coger”.

Siempre dije que lo coherente sería que el himno de Asturias fuera el de la Virgen de Covadonga, que dice. “Bendita le Reina / de nuestra montaña / que tiene por trono / la cuna de España”. Con ello se reforzaría el hecho fundacional de Asturias, que es, además, el de la propia España. Quedaría así confirmado que Asturias es España y lo demás, tierra conquistada a los moros. Ahí es nada.

Supongo que la Escolanía de Covadonga cantará este himno en el solemne oficio litúrgico que presidirá el bancario arzobispo franciscano don Jesús Sanz Montes, el día 8 de septiembre, en la basílica de Covadonga, con presencia de don Adrián Barbón, que es de Laviana, y abarrotada de consejeros, directores generales, alcaldes, concejales y jefes de chiringuitos diversos. Que lo escuchen y dejen el árbol en paz.

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