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Fernando Álvarez Balbuena

Reflexiones sobre la Navidad

El verdadero significado de las calles sembradas de bombillas en estas fechas

Desde hace ya unos cuantos años, las fiestas navideñas, en lo que a su aspecto social se refiere, van haciéndose laicas en vez de religiosas, que es lo que en realidad son, o deberían de ser.

A mí me parece bien que el Estado sea aconfesional y que no tome partido por ninguna religión o manifestación de culto público, pero otra cosa es tomar parte en los actos navideños, con marcada hostilidad hacia el nacimiento de Cristo. O si no hostilidad, sí un cierto menosprecio que rebaja las perspectiva de fe y entusiasmo popular por la figura de Cristo y por las actividades públicas de la Iglesia.

Si bien, como dejamos dicho, el Estado no tiene Religión oficial, no sucede lo mismo con la inmensa mayoría del pueblo creyente, que quiere ver adornadas sus calles con motivos religiosos que recuerden la historia de nuestra fe y de la fundación del cristianismo, con figuras que representen el Nacimiento, la Adoración de los Magos, la estrella fugaz que los orienta hacia Belén y otros mil motivos de religiosidad, presentes en la mentalidad popular desde tiempo inmemorial.

Hemos visto calles enteras sembradas de bombillas que no representan nada absolutamente y que, por tanto son un gasto perfectamente inútil, sin otra finalidad que la estética de la iluminación. No sabemos bien para qué o para quienes, ya que los responsables de dichos adornos, se niegan a plasmar en ellos cualquier motivo religioso de los que hemos hablado, con lo cual sería mucho más económico y práctico eliminarlos, pues si no tienen significado religioso, ¿qué es lo que celebramos estos días?

Pero es aún más retorcido el eslogan que en carteles y luces, dice: ¡Felices Fiestas!... ¿Fiestas de qué?: deportivas, gastronómicas, de holganza o de vacaciones? Porque esto está bien para un motivo comercial de regalos o de celebraciones laicas, como la black friday o El Corte Inglés, pero, en absoluto, para unas fiestas que son religiosas y, no solamente religiosas así, simplemente, sino las más importantes del año, junto con las de la Semana Santa y la Pascua de la Resurrección. Fiestas estas últimas mucho más acordes con el espíritu religioso del pueblo, probablemente porque están regidas por cofradías particulares que no necesitan el apoyo luminoso oficial de la clase dirigente

No sería justo dejar de referirse a una ciudad vecina, en la que los motivos navideños son abundantes y de muy buen gusto. Me refiero a la capital del Principado, a cuya entrada por carretera se recibe el visitante con unas Felices Pascuas y en su calle principal está abundantemente repetida la Cruz de la Victoria, orillada y sostenida por ángeles. Además otras muchas calles del centro son paradigma de la buena disposición de la administración a lucir otros motivos religiosos.

Y me parece que este proceder es más acorde con el motivo navideño, que cubos y cilindros iluminados no se sabe para qué.

No quiero terminar este artículo sin aludir a la moda nórdico-americana del viejo barbudo barrigón, penosa representación de San Nicolás, repartiendo regalos en desleal competencia con los Reyes Magos de Oriente.

Pero así son los tiempos hoy e inocentemente espero que cambien.

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