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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

La selva cotidiana

La compañía “La Teta Calva” vuelve al Niemeyer cargada de una comedia culposa con pinta de “thriller”

Un momento de la función. S. F.

Hay un encargo: la campaña electoral de un corrupto que vuelve a los ruedos. Y hay una agencia de publicidad en horas bajas. ¿Van a aceptar el encargo? Claro que lo van a aceptar. Por supuesto que lo van a aceptar. Pero que luego no vengan a lamentarse. Esta es la peripecia que presenta la comedia culposa con aire de “thriller” de Xavo Giménez que se presentó antes de anoche, la del Descenso de Galiana, en el club del Niemeyer. Teatro íntimo del bueno, un texto tremendo que pasa del neorrealismo a la fábula sin solución de continuidad: animales mayorguianos que son más sabios que los normales, como “La tortuga de Darwin”, como “Últimas palabras de ‘Copito de nieve’”. Así: como si nada.

Giménez es un funambulista: lanza latigazos en equilibrio desde lo más alto de la carpa del circo en que se ha convertido la vida. No es necesario tener precio si lo que se quiere es seguir siendo libre. “Espaldas de plata” es una obra que se tiene que ver más a menudo. Y muchas más veces. De verdad.

El libreto es perfecto –incluso en la locura a lo “King Kong”-; la dirección, impecable. Esa jaula que sirve de escenografía (del propio Giménez) es la que tiene ser. Y los dos actores están superlativos. “Espaldas de plata” es teatro del bueno, con un poco de narrativa salpimentada y un mucho de realidad a desnudar. Tremenda. Fíense de mí.

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