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Covadonga Jiménez

Balcón al Muelle

Covadonga Jiménez

Entre lo sacro y lo profano

Avilés siempre es un buen plan: de la Semana Santa al Bollo

El día en que termina la Semana Santa para el común de los mortales, el Domingo de Resurrección, en Avilés comienza la fiesta. El espíritu religioso, que manda en los siete días precedentes, da paso, ya fuera de la liturgia cristiana, al folclore, la alegría y, sobre todo, la comida de hermandad con mesa y mantel para 15.000 personas.

Las fiestas del Bollo, que en el año 1972 se declararon de Interés Turístico Nacional, dan la bienvenida a la primavera y marcan también el fin del ayuno pascual. Por eso una de sus señas de identidad es, precisamente, los cuatro kilómetros de mesas y sillas por todo el casco histórico para ahondar en el espíritu de camaradería. Quienes disfruten de estos días de descanso en la ciudad tendrán también la oportunidad de gozar de la dimensión estética y artística de iglesias, plazas, palacios y calles jalonadas de soportales. Avilés siempre es un buen plan, ideal para pasear, para acercarse hasta el complejo cultural de la ría con sello de Óscar Niemeyer y disfrutar de su grandiosa plaza abierta al mundo. Es buen momento para perderse por el Parque de Ferrera, el pulmón urbano, en el que uno puede encontrar un jardín francés o disfrutar, a pocos metros de allí, de los manjares más deliciosos.

La ciudad ya mira hacia la sobremesa récord de Pascua. Antes, las nueve hermandades pondrá el arte y sentimiento cofrade a estos días, mientras que para el esparcimiento llegará El Bollo con más ilusión que nunca. Se nota en la calle, se nota en los ensayos. En Avilés es Semana Santa, un escaparate entre lo sagrado y lo profano.

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