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Juan García

Casualidad o causalidad

La actividad de los sindicatos en defensa de los trabajadores

Hoy me gustaría, si se prestan a ello, que juntos hiciéramos alguna reflexión que como humanos, como personas, independientemente de nuestras ideologías o maneras de pensar, nos llevara a un punto de confluencia, simplemente aplicando el sentido común o la lógica de las cosas.

El tiempo, ya saben, ese factor que pasa inexorablemente por nuestras vidas dejando tras de sí experiencias tanto positivas como negativas –entre otras cosas– es el aliado por excelencia cuando llega la hora de plantearse cualquier tipo de balance siempre referido al pasado. Ya con el sosiego que a cada uno le imprime la carencia de actividad profesional –mi caso sin ir más lejos– es cuando seguramente podemos estar en disposición de emitir una opinión, por ejemplo, sin la menor tendencia o sesgo a la hora de expresarla.

Pongamos alguna reflexión que les comentaba al principio de este escrito sobre la mesa –o sobre el papel en este caso– y preguntémonos: ¿es casualidad la práctica inactividad de los sindicatos de trabajadores en España con gobiernos de izquierdas en el poder, o existe por casualidad algún motivo por el cual esto suceda? ¿Es casualidad que la agitación de las calles, disturbios, manifestaciones o huelgas generales sean normalmente con gobiernos de derechas en el poder, o es por el contrario algo premeditado?

Así, en principio, por si les interesa seguir leyendo esto que escribo –mi opinión en definitiva– les diré que desde el punto de vista de una persona que trabajó siempre por cuenta ajena (excepto un periodo de siete años que lo hice por cuenta propia) creo que hay poco de casualidad en los hechos a los que a continuación me refiero. Habría que preguntarse más bien por la causalidad.

Verán. Nunca estuve adscrito a sindicato alguno que “defendiera” mis intereses como trabajador, ni de derechas ni de izquierdas; por lo tanto “na te debo, na me debes”. Siempre pensé y siempre fue mi pensamiento como trabajador, que mientras “mi patrón” ganara dinero como empresario, a mí nunca me faltaría el preceptivo sueldo a final de mes. Claro: siempre y cuando se respetara en todo caso el contrato de trabajo que en su día habría firmado voluntariamente y que cuando no estuve conforme o no se cumplía, denuncié y resolví. Cuando consideré y estimé que mis condiciones económicas eran susceptibles de mejora, así lo hacía saber a quién correspondía (desde luego siempre con hechos que lo avalaran) y a quien correspondía –si así lo estimaba– me trataba como un trabajador, por ejemplo, “fuera de convenio” siempre sin intervención de sindicato alguno.

El tiempo me demostró que aquello de “solidaridad compañero” con lo que a algunos se les llenaba la boca no dejaba de ser una pantomima que alimentaba el estómago particular sin fondo de cuatro privilegiados. Quizás en otra época esta forma de opinar me hubiera convertido en un “desclasado” aunque el tiempo, como hemos comprobado, me esté dando la razón en este caso.

Bien es cierto, y desde un punto de vista humanista, que un sindicato honrado, leal, y por qué no decirlo, patriótico, tiene su génesis y fin en el mantenimiento de un pretendido equilibrio social que, desde luego, no todas las veces se consigue. Es el único motivo –hoy por hoy válido– por el cual un sindicato en España tiene razón de existencia; por otras cuestiones, ustedes me las apuntarán, ya que yo desde luego no logro percibirlas.

Hoy es tarde para que la causalidad de la inoperancia sindical sea susceptible de un hipotético arreglo o enmienda, ya que son de tal calado las profundas raíces que en este tiempo se han ido formado que el afianzamiento forma parte inexcusable de la estructura, apuntalada engañosamente –en ciertos sindicatos– por quienes menos culpa tienen ante cualquier problema social o laboral: los propios trabajadores. El efecto no deseado, en cualquier caso.

Asturias, como parte de un todo –España– no es ni mucho menos ajena a esta crisis sindical, como día a día estamos observando ante tanto desmantelamiento y tan poca rebeldía por parte de quien debiera estar alentándola y ejercitándola.

Para los que creemos, también para los demás nos queda rezar y pedírselo vivamente a nuestra Madre la Santina de Covadonga, para que vele y también nos guíe ante tanto desmán, a todos los asturianos valientes; y también rebeldes, cuando toca serlo. Sólo una cosa más, por favor. Decirles que en mi próxima colaboración preguntaré por algo que venía siendo habitual en mis despedidas y que hace tiempo no pregunto.

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