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José López Antuña

El rincón de la ley

José López Antuña

Política versus politiquería

Sobre las consecuencias del desprestigio del gobierno de lo público

Platón reveló que la forma en la que debía gobernarse un pueblo era a través de la observación de la realidad y la puesta a prueba de cambios y mejoras idealistas y que dicho trabajo debía estar a cargo de los seres más sabios de la sociedad. Por su parte, Aristóteles proponía un enfoque científico de la política, donde el análisis social se hiciera tomando en cuenta elementos psicológicos, culturales y sociales y estableciendo relaciones de causa y efecto. Además, manifestaba la necesidad de crear una clase media que atenuase la brecha existente entre los más ricos y los más pobres.

La forma política democrática se basa en un estado elegido por mayoría en base a lo estipulado por una Constitución aprobada por el pueblo, que ejerce un poder parcial y organizativo y cuyo objetivo es representar las ideas del pueblo dentro y fuera del territorio. Esto es así en la teoría, pero en la práctica pocas veces se lleva a cabo de la forma deseada, debido a que es difícil que los políticos dejen a un lado sus intereses particulares y partidistas para velar por el general o público.

Así, el arte y la ciencia política como una actividad cuya razón de ser es alcanzar un fin preciso: el bien común (todo debe llevarse a cabo con el objetivo común de alcanzar la paz a través de métodos que no incluyan la violencia). Según la Constitución, los partidos políticos deben expresar el pluralismo político, concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular y ser instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley.

La corrupción política se refiere a los actos deshonestos o delictivos cometidos por autoridades públicas que abusan de su poder e influyen a realizar un mal uso intencional de los recursos financieros y humanos a los que tienen acceso, anticipando sus intereses personales o los de sus allegados, para conseguir una ventaja ilegítima generalmente de forma secreta y privada.

El término opuesto a corrupción política es transparencia. Una violación o acto desviado, de cualquier naturaleza, con fines económicos o no, ocasionada por la acción u omisión de los deberes institucionales, de quien debía procurar la realización de los fines de la administración pública y que en su lugar los impide, retarda o dificulta la transparencia. Por esta razón se puede hablar del nivel de corrupción o de transparencia de un Estado legítimo.

Las formas de corrupción varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada y el patrocinio, además de los sobornos, el tráfico de influencias, la evasión fiscal, las extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el compadrazgo, la cooptación, el nepotismo, la impunidad y el despotismo. La corrupción facilita, a menudo, otro tipo de hechos criminales como el narcotráfico, el lavado de dinero, la prostitución ilegal y la trata de personas, aunque, por cierto, no se restringe a estos crímenes organizados y no siempre apoya o protege otros crímenes.

En cambio, la politiquería expresa un malestar evidente hacia la política en general. Los casos de corrupción relacionados con los representantes del pueblo, la lucha descarnada por el poder o la demagogia en los discursos son aspectos que provocan un profundo desencanto en amplios sectores de la ciudadanía. Para expresar esta decepción se emplea el término politiquería y con él se da a entender que el mundo de la política está regido por intereses ilegítimos e innobles (clientelismo, corrupción, nepotismo, abuso de poder, espionaje, farsas, falacias...)

Por ende, a mi juicio, lamentablemente es una evidencia que en nuestro Estado predomina la politiquería sobre la política. Muchos ciudadanos se sienten huérfanos de partidos políticos que aporten regeneración, catarsis y frescura; partidos transversales que ocupen, de verdad, el espacio vacío de centro en la democracia, que conjuguen los principios positivos del liberalismo con la social-democracia; la participación ciudadana y el gobierno de la gente como método para el protagonismo popular y ciudadano, donde el programa se conforme a través de la participación de la ciudadanía, porque nadie conoce mejor las necesidades que los propios ciudadanos que sacan adelante su Estado día a día.

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