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El Gasómetro

Del gueto a la ciudad de la I+D

En nuestra pequeña arcadia feliz, en Llaranes, aprendimos juegos y aficiones y crecimos con el paisaje cotidiano de la empresa siderúrgica

Recuerdo desde siempre su majestuosa silueta cilíndrica. Aparecía en el horizonte a primera hora de cada mañana durante mi camino hasta la entrada del barrio para comprar la leche y el pan, a veces también una docena de huevos que transportaba en un artilugio flexible llamado "huevera", que para aquellos años era puro I+D.

Esa misma silueta estaba presente al fondo cada partido de fútbol en el Estadio "Santa Bárbara", luego "Muro de Zaro", en los partidos de baloncesto en la cancha frente a La Terraza, o aparecía imponente a la salida de la misa de la juventud celebrada cada sábado en la iglesia que coronaba La Campa, lugar habitual de encuentro de los jóvenes de entonces.

El Gasómetro, los gasómetros, formaron parte de nuestro paisaje cotidiano en ese barrio que mi mujer denomina cariñosamente "el gueto", expresión que describe a la perfección lo que era el barrio de Llaranes entonces, un lugar al margen de la ciudad, una pequeña ciudad que vivía a tres turnos, en la que la autoridad era la empresa Ensidesa, que se ocupaba de que no nos faltase de nada, colegios, escuela de aprendices, economato, farmacia, cafetería, espacios para el deporte y el ocio y una especie de consistorio, nada democrático, que gestionaba todo tipo de necesidades, desde el mantenimiento de las viviendas propiedad de la empresa, por las que los inquilinos pagaban un irrisorio alquiler, hasta los diferentes clubs sociales y deportivos.

Era nuestra pequeña arcadia feliz, en la que desde 1956 fuimos naciendo los hijos e hijas de los entonces obreros y técnicos de la empresa siderúrgica. Eso nos hizo compartir de manera intensa nuestros años de infancia y juventud, los juegos, las aficiones, las pandillas y también los primeros amores.

Ese mundo casi irreal en el que crecimos se contraponía con otros barrios también de perfil obrero que iban creciendo en la ciudad, como La Luz, Versalles o Jardín de Cantos. Afortunadamente, Avilés ha sabido integrar todos sus barrios y generar un espacio urbano identificable, en el que la industria, los servicios y la cultura conviven con absoluta naturalidad.

Ese gasómetro parece que continuará ahí erguido sobreviviendo a la transformación del terreno ocupado por las antiguas Baterías de Ensidesa (hoy ArcelorMittal) que le han acompañado casi siete décadas, como si quisiera seguir presidiendo parte de nuestras vidas e inspirar cada dos semanas este pequeño espacio de complicidades con ustedes.

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