En el adiós a un hombre bueno

Un profesional de excepción que siempre hizo bandera de una sólida vocación de ayuda

Luis Fernández-Vega

Luis Fernández-Vega

Ángel Suárez Valdés, "Angelín", para sus innumerables amigos, se ha ido.

Y él, siempre esclavo de los horarios, y que tantas y tantas veces nos informó sobre incidencias en los mismos se marchó en esta ocasión – la definitiva – antes de tiempo. Con ese cruel adelanto con el que nos sorprende la vida y al que, no sin razón, mucho nos cuesta acostumbrarnos.

Conocía a Ángel desde los tiempos en que ambos éramos estudiantes. Nos frecuentamos en Asturias y en Madrid y nunca dejamos de hacerlo desde entonces, él siempre acompañado de esa sonrisa jovial que suele ser, como era su caso, la primera imagen de una persona buena. De una persona positiva, con una vocación de ayudar que hizo de él un profesional de excepción.

Y es que cuando lo que hoy llamamos sector servicios era poco menos que incipiente en nuestra región, y no demasiado valorado, Ángel ya era un adelantado, pues unía a la perfección la solvencia técnica con la proximidad resolutiva a las dudas e incertidumbres de los miles – sí, estoy seguro que éramos miles – de pasajeros que acudíamos a él ante cualquier incidencia en nuestros vuelos, incluso aunque la compañía concernida no fuera aquella a la que dedicó su vida.

Hizo mucho más fácil transitar por el aeropuerto, hizo más fácil volar e hizo siempre en extremo fácil quererle.

Para mí, y creo que será un sentimiento muy compartido, nuestro aeropuerto ya no será lo mismo. Sin duda seguirá prestando el eficiente servicio al que nos tiene acostumbrados, pero le faltará la sonrisa con que nos recibía Ángel, despachaba los tránsitos y la frase amable, ingeniosa y divertida con que contribuía a minimizar las inevitables incidencias.

Él, que tanto nos ayudó a viajar, merece en el que ahora emprende la mejor de las travesías, y que el punto de destino sea acorde con la bondad que a tantos regaló y que siempre permanecerá en el recuerdo.

PD- Desde la mayor humildad me atrevo a sugerir, a quien corresponda, que arbitre lo necesario para que, en un lugar de nuestro aeropuerto, se recuerde a quien tanto contribuyó a hacer del mismo un equipamiento eficiente, pero también cercano y amable y fue ejemplo de dedicación y profesionalidad más allá de lo estipulado en su cometido.

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