Crítica / Teatro

La vida inmortal

Teatro Defondo regresa a Avilés con una fiesta llena de aplausos

Saúl Fernández

Saúl Fernández

"Orlando, de Virginia Woolf" es un juego y, por eso mismo, también es una comedia. Y siendo todo esto, además tiene forma de tragedia. Hay un chico que se vuelve chica y hay una muerte. Y, a la vez, cuatro siglos de vida entera. "Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras. No es extraño que el tiempo haya confundido las que alguna vez me representaron con las que fueron símbolos de la suerte de quien me acompañó tantos siglos", que escribió Jorge Luis Borges en "El Inmortal". Todo esto conforma un espectáculo escénico de los buenos. Teatro Defondo, que es la compañía que trajo este agosto al Festival de Teatro Clásico de Avilés la comedia "Marta la piadosa" y al Palacio Valdés, hace una década (o así), un "Macbeth" de esos de sangre y destrucción, lleva a escena una novela escrita a la antigua, sin diálogo y con mucho recoveco formal. Trabajo arduo este de pasar las musas al teatro.

La sala Club del Niemeyer, los bajos del auditorio abierto a los hombres y mujeres de todo el mundo, acogió este sábado el montaje festivo de la compañía de Pablo Huetos. Se llenó la grada. Hubo aplausos a cientos. La fiesta sobre las tablas así se lo había ganado. Y eso que se hacía difícil de ver cuando la escena subía un escalón –la cara del actor se la comían los focos: la sala tiene el techo demasiado bajo–. Pero, bueno, cosas del directo.

Lo óptimo fue la escena del agua de rosas y de la risa autoritaria, la llegada a la tumultuosa Constantinopla, los diálogos en un paródico ruso a base de títulos clásicos de su literatura. O ese francés lleno de canciones belgas. Y es que "Orlando", la novela, era una parodia, y de esa naturaleza no se desentienden los de la compañía Teatro Defondo. Pero la novela también es un libro político: la mitad del mundo no puede heredar, la mitad del mundo no puede escribir con su nombre, la mitad del mundo está fuera del mundo.

Lo mejor del espectáculo fue, sin lugar a dudas, la versión (de Vanessa Martínez), pero también la dirección y la dramaturgia (qué bien entra la reina Isabel en escena). Y el reparto entero. Cada uno de ellos interpreta a los personajes-acotadores. Y también a los sujetos que Orlando se encuentra por la vida: al poeta jeta, a la princesa traidora, a la reina libidinosa, al plasta victoriano… "Orlando, de Virginia Woolf" sí, fue una fiesta, una verdadera fiesta. Lástima que se quedara pequeña. En esa sala tan pequeña.

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