Un cura bueno

De cómo influir sin llamar la atención

Juan García

Juan García

“Puedes llorar porque se ha ido, / o puedes sonreír porque ha vivido. / Puedes cerrar los ojos/ y rezar para que vuelva, / o puedes abrirlos / y ver todo lo que ha dejado…”

Hay ocasiones en la vida, que cuando uno mira atrás es como si no supiera en realidad, lo que hasta ese momento hubiera estado pasando; y sobre todo, cuando alguien –en un principio– pudiera pasar desapercibido. Es entonces, y sólo entonces, cuando uno piensa y se pregunta, como hace hoy quien aquí escribe y dice: "Desde que falta don Ángel, nada es lo mismo". Al menos, y apenas transcurridas veinticuatro horas de su fallecimiento, esa es la sensación que uno siente cuando se entera que el bueno de don Ángel, ha fallecido la madrugada de este sábado.

Esa manera de no llamar la atención, ese pasar desapercibido, esa humildad, ese singular comportamiento con feligreses y con quien no lo era, rasgos –entre otros– característicos de don Ángel, han sido la mejor definición de una persona buena, de un buen cura en definitiva.

Eso –en cualquier caso–se ha traducido luego en diversas actitudes y comportamientos de la feligresía en general, cuando muestra de muy distintas maneras sus preferencias personales a la hora de tomar una determinada postura de orden religioso, como es la de este caso. Pues no habrá confesado don Ángel a personas en Avilés, cosa por la cual él se sentía tan orgulloso…

Fue en su momento rector del seminario de Oviedo, con lo que su semilla quedó y engendró a curas, hoy seguramente con sus 50 o 60 años.

Paseante incansable hasta sus últimas horas de vida por Avilés, don Ángel nos ha dicho adiós a sus 95 años .

Descanse en paz.

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