Opinión | Crítica / Musical

Peter y sus superpoderes

El musical basado en la obra de teatro de Barrie presenta en el Palacio Valdés todos sus efectos

Peter Pan, que es un niño que no quiere crecer, hace veinte años que dejó de ser centenario. La criatura que salió de la mente del escritor escocés James M. Barrie a comienzos del pasado siglo hace la tira que cambió la ficción por el mito. Como le pasó a Edipo, Don Quijote o Drácula.

Pasar de la ficción a la leyenda es un poder singular. Ya lo dice el tío de Peter Paker: "Todo poder conlleva una responsabilidad". Y la que viene detrás del guaje de Nunca Jamás es la de aprender a soñar y la de mantener los sueños por encima de todo. Antes de anoche, en la primera función de "Peter, el Musical" en el teatro Palacio Valdés, no hubo sorpresa alguna: lo de acudir a los sueños para encontrar la felicidad se siguió más como versículo de un texto sagrado que de verso de García Montero ("Porque sé que los sueños se corrompen / he dejado los sueños").

El personal que se llegó al odeón avilesino entró en el juego con el mismo convencimiento que hay que tener para devolver a la vida a un hada celosa que está a punto de ver cómo se apaga su voz y su fuerza y su luz. (Cuando llegó el momento, los aplausos se escucharon hasta en Nunca Jamás).

El montaje de "Peter, el Musical" es de esos que da gloria verlos: estructuras movibles, cicloramas perfectos que lo mismo pintan un Londres parisién como la selva frondosa de Nunca Jamás. El cancionero –en español, con ritmo rockero o de pop melancólico– fue muy aplaudido (todavía quedan dos funciones: a las 12.30 horas y a las 17.00). Y, sobre todo, los números coreográficos. Uno se perdía en la fiesta del campamento indio y no lo hizo en la lucha de espadas a bordo del barco por una cuestión de visión (la altura de las armas blancas era la misma que la borda, así que resultaban invisibles). Smee (Jesús Lara) se ganó al público cuando le tocó hacer tiempo para que el espectáculo continuase. Porque los niños vuelan y los cocodrilos siguen el tic tac.

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