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Opinión

Mi casa es El Cafetón

Un pequeño recuerdo personal de Carlos "Kánkamo" y Mari

Carlos García, "Kánkamo", saludando con una cerveza en la mano

Carlos García, "Kánkamo", saludando con una cerveza en la mano / José Busto

"Los Suaves" cantaron aquello de "Mi casa es el rock and roll". Mi "hermano" Toni le dio la vuelta y lo reescribió en una persiana, tachó "rock and roll" y puso "El Cafetón". Pues sí, la mía también. "Mi casa es El Cafetón", un espacio en el que estaba como en zapatillas y no solo porque fuera el local de unos amigos, Carlos "Kánkamo" y Mari; pero también.

Ya nos conocíamos de antes, de cuando era imberbe. Cuando abrieron el auténtico Cafetón, el del Sol allá por 2001, comenzó a forjarse algo nuevo, una vida nueva que sería impensable sin las locuras de Carlos y la templanza de Mari. Largas conversaciones hacían a uno partícipe de lo que estaban construyendo, un universo nuevo donde las partidas de Trivial conjugaban con los conciertos al piano de mi otro "hermano" Carlinos y espectáculos que se desarrollaban en el salón de mi casa. Luego llegaron mis tiempos de "Santo Jueves", un dúo irreverente que tomó El Cafetón con el cariño y respaldo de Carlos y Mari. Por ellos, también fuimos "Reyes del Goxu y la Faba" de Antroxu, porque otra cosa no, pero enredar siempre gustó mucho en mi casa, en nuestra casa.

Tenemos llorado y reído juntos y hablado e incluso cantado y también discutido. Eso solo con Carlos, de pronto nos llamábamos de todo y, luego, rápido se solucionaba con un abrazo y una cerveza. "Peludooo", me decía.

El Cafetón marcó mi vida, así de claro. Ahí conocí a mi compañera de vida, a otros "hermanos" como Juanjo y Pablo, y me ayudó a resituarme en Avilés, al que me costó volver tras seis años fuera. "Kánkamo" y Mari también hicieron lo suyo para normalizarlo, vaya si lo hicieron. Comidas en las que nos contamos complicidades y secretos, buenos y malos momentos, cariño.

Ahora nada va a ser igual. No podré tomar café con Mari, reírnos de la vida y dejarnos llevar por nimiedades, como nos gustaba. Tampoco podré discutir con Carlos, llamarle "vago", hablar de rojos y guiñarnos un ojo. Brindo por ellos con una birra y un dedal de Johnny Walker. Estos días las lágrimas son diferentes, no son de whisky.

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