Opinión

Pedagogía de Immanuel Kant

En el tercer centenario del nacimiento del filófoso y firme defensor de la educación como pilar de desarrollo humano y social

Immanuel Kant, el sabio de Königsberg, sesudo filósofo de la razón teórica y práctica, que, rastreando a sus biógrafos, nunca salió de su Königsberg natal, era devoto de su madre, amigo de tertulias de temas diversos que terminaban en política, enemigo de la cerveza negra y obsesionado con su salud, también reflexionó sobre un tema capital: la educación. Para Kant "la persona es la única criatura que ha de ser educada".

Cerrando este 2024 conmemorativo del III centenario de su nacimiento (1724), conviene recordar una obra suya, publicada por el empeño de un alumno del que fuera catedrático de Lógica y Metafísica en Königsberg, desde los apuntes tomados en sus clases, con el placet de Kant. Así apareció en 1803 "Pedagogía", donde Kant establece principios sobre cómo la educación debe pergeñar al ser humano, preparándolo para la vida moral, autónoma y racional.

Este académico de Berlín entendía la educación como esencial para el desarrollo humano, afirmando: "al hombre se le puede adiestrar, amaestrar, instruir mecánicamente o realmente ilustrarle". Sólo la educación es el camino porque "el hombre no es nada más que lo que la educación hace de él". Visión paidocéntrica que subraya la educación como proceso definitorio de la naturaleza humana; el que fuera senador universitario, advirtió que la persona necesita ser cultivada, disciplinada y moralizada en su vida. Para Kant la educación disciplina al niño al enseñarle a contener sus impulsos naturales para no actuar instintivamente, principio interpretado hoy como la base del autocontrol y la autorregulación; la educación cultiva al individuo al proporcionarle conocimientos y habilidades para que crezca intelectualmente; y la educación lo moraliza porque inculca principios éticos y morales vertebradores del carácter personal para vivir comunitariamente. Para vivir en sociedad Kant defendía la autonomía moral en la educación, porque el propósito último de esta es formar individuos autónomos que actúen desde principios éticos universales, desde una comprensión interna del deber. En este contexto, Kant señala: "El niño debe aprender a soportar las limitaciones de su libertad y a reconocer que estas son necesarias para la libertad de todos".

La educación, así, no es un proceso de imposición autoritaria, sino de guía hacia el entendimiento y la práctica de la moralidad. Esta concepción es clave en la pedagogía moderna, especialmente en enfoques promotores del aprendizaje basado en valores y en el desarrollo de competencias ciudadanas.

Para quien fuera rector de la Universidad de Königsberg, la educación es la auténtica esperanza de la persona, el fidedigno proyecto antropológico y social, porque el perfeccionamiento de la humanidad dependía de la mejora en educación, no en vano afirmó: "Solo a través de la educación se puede dirigir al hombre hacia un futuro mejor". Esta idea resuena en la pedagogía contemporánea, donde la educación es crucial para abordar retos globales, desde el cambio climático hasta la equidad social. Por ejemplo, la educación para el desarrollo sostenible y los currículos sobre competencias globales encuentran una raíz conceptual en la visión de Kant.

Por ello, el pensamiento educativo kantiano conserva relevancia en el siglo XXI porque algunos de sus principios están en las prácticas y teorías educativas contemporáneas como: la educación integral, en la que la distinción kantiana entre disciplina, cultivo y moralización, está alineada con pedagogías actuales defensoras del desarrollo integral del estudiante, considerando sus habilidades cognitivas, emocionales y éticas; o la educación para la autonomía, donde pedagogías modernas como el aprendizaje basado en proyectos y el constructivismo, fomentan la autonomía de los estudiantes, ayudándoles a desenvolverse como pensadores críticos, sintonizando con la idea kantiana de formar personas autónomas puesto que Kant indicaba un único límite en educación: "Sólo debe impedirse en educación que los niños sean flojos"; o la educación para una ciudadanía global, anticipada por Kant que apuntó la necesidad de educar individuos no solo para sus propias vidas, sino también para contribuir al bienestar colectivo, y así, actualmente, la educación para la ciudadanía global y los programas sobre competencias sociales y éticas reflejan este enfoque. Asimismo, el que fuera decano de su facultad, fue también firme defensor de la escuela pública afirmando que "una educación pública completa proporciona instrucción y formación moral" e indicando el lugar para esto: "la escuela en que se hace esto se llama instituto de educación".

Por tanto, Immanuel Kant nos recuerda que la educación es más que transmitir conocimientos; es piedra angular para el desarrollo humano y social. Su insistencia en la autonomía, la moralidad y el progreso constante de la educación resuenan profundamente en las teorías y prácticas educativas contemporáneas y en la permanente actualización de los sistemas. En un mundo constantemente mudable, los principios kantianos ofrecen una guía valiosa para formar ciudadanos éticos, críticos, comprometidos con un futuro mejor. En palabras de Kant, "la educación es el arte de hacer al hombre más humano", declaración que debe iluminar los caminos de la pedagogía moderna. Para ello es crucial apostar por su sentencia ¡sapere aude!...

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